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Columna
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Fanáticos

Rosa Montero

Hay gente a la que le da miedo que Turquía entre en la UE: consideran que les falta democracia y les sobran integristas, desde los islamistas a los nacionalistas, como el asesino de Hrant Dink. Y es cierto que es una sociedad en plena reestructuración y con problemas hondos. Pero, personalmente, a mí no me da miedo que entre Turquía. Lo que de verdad me está empezando a poner los pelos de punta es que haya entrado Polonia.

Sí, claro, seamos políticamente correctos y además justos: sin duda hay muchos polacos estupendos que deben de estar sufriendo, ellos los primeros, la situación actual de su país. Pero también es verdad que los pueblos atraviesan épocas mejores y peores, y se diría que la Polonia de hoy es un país espeluznante, a medio camino de la ópera bufa y de la intransigencia más fanática. ¿Qué se puede esperar de una nación dirigida por esa pareja bomba de hermanos gemelos, Lech y Jaroslaw Kac-zynski, presidente y primer ministro respectivamente? Se parecen tanto que los internautas polacos han creado un juego para distinguirlos entre sí. Estos Hernández y Fernández de la política están llevando a Polonia a un callejón tan rancio y tan retrógrado que, de seguir así, su caspa acabará por salpicarnos. Recordemos que hace poco su viceprimer ministro exigió que la UE prohibiera el aborto; y ahora acaba de cerrarse una grave crisis moral en el Gobierno polaco, provocada por la horrible sospecha de que la serie infantil de los Teletubbies promocionara la homosexualidad. Tras una urgente y angustiada investigación, el Gobierno ha concluido que no. Aleluya.

Ya sé que tenemos el cerebro muy comido por el miedo a los islamistas, y con razón. Lo malo es que ese temor traumático nos hace recelar excesivamente de gente que, como los turcos, son musulmanes y morenos, mientras que los polacos, rubitos y católicos, nos parecen de perlas. Nos cuesta darnos cuenta de que el integrismo cristiano existe, y de que puede ser tan peligroso y feroz como el islámico. Seamos serios: no se puede ser socio de alguien que sospecha de la homosexualidad de los Teletubbies. Hay que estar dispuestos a defender los valores democráticos contra todos los fanáticos, vengan de donde vengan.

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