La España posheroica
El mundo desarrollado y muy especialmente Europa occidental vive, después de tantas guerras continentales y progresos económicos, una era que un sociólogo alemán califica de pos-heroica. Y nadie como España y su selección nacional de fútbol para sentirse hija de su tiempo y plenamente instalada en la pos-modernidad.
Nunca sabremos qué habría pasado si en algún momento del partido de Riga España hubiera estado a punto de no ganar a Letonia, y, con ello, si el pos-heroísmo de sus jugadores se habría mantenido impávido o alguien habría recordado que no siempre fue así.
Carlos Solchaga, ex ministro socialista de Economía, tuvo una vez una ocurrencia de ésas que lo explican todo: "España es un país que ha sufrido un ataque de riqueza". La entrega con que España se ha incorporado al bloque de grandes naciones capitalistas es todo un fenómeno en sí mismo.
Y, aunque Europa occidental también sea fuertemente pos-heroica, hay que reconocer que no faltan matices. En Inglaterra, la última nación militarista del planeta, será, quizá, un sentido histórico de la profesionalidad la que hace que su selección juegue como si les fuera algo en ello; en Francia, podría ser la afluencia en el equipo de oriundos de la inmigración, que aún tienen algo que demostrar, o a los que falte un par de generaciones para sentirse pos de lo que sea, lo que explica el anormal entusiasmo de sus jugadores; y en Italia, porque todo el mundo sabe que eso de la Padania siempre fue un cuento de un tal Bossi para ganarse la vida, y que los italianos son, en realidad, los gran-chauvinistas del planeta.
Y que la cosa está bien arraigada ya en nuestra psique lo demostraban los locutores del España-Letonia en televisión, que -muy acertadamente- señalaban cómo en la segunda parte los jugadores conservaban el resultado porque tenían que pensar en el final de la Liga, en las lesiones, quizá en durar eternamente. De aquella bella dicotomía, que predicó en los años 70 Umberto Eco, de Apocalípticos e Integrados, es decir, los que pecan con la memoria y los que ya no la tienen, quienes retransmitían el lance de Riga pertenecen por derecho propio a la segunda categoría.
¿Tiene arreglo el problema, habida cuenta de que en nuestros rivales de la Copa de Europa no se ha instalado con igual fuerza ese pos sentimiento?
Sólo si se lleva la lógica a sus últimas consecuencias. Hay que convertir la selección en un equipo más de fútbol; transformarlo en un producto integral del capitalismo deportivo; que los jugadores sepan que van a estar pagados igual o mejor por el tiempo que le vendan a la selección que en sus clubes de procedencia; que van a cobrar ficha por el solo hecho de figurar en el combinado nacional, algo así como una prima de enganche; primas por partido jugado; por puntos obtenidos; y por pasar de fase; amén de salarios, incentivos, coche de empresa, cesta de navidad, y no a cualquier nivel, sino en un contexto plenamente competitivo. Como los jugadores, verosímilmente, procederán de los mejores equipos de España, que son, es de suponer, los que pagan mejor, pretender que militen en la selección tiene que enfocarse con criterios estrictamente competitivos. Es la lógica de los pos-heroicos.
Lo otro era: "A mí, Sabino, que los arrollo". Lo llamaban furia española.
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