16 de cada 100 violadores están en tratamiento de rehabilitación en prisión
Un informe concluye que la reincidencia tras la terapia disminuye del 18% al 4%
En las cárceles españolas hay más de 2.400 agresores sexuales por delitos de distinta gravedad. Unos 400 están siguiendo en estos momentos programas de rehabilitación para violadores. Instituciones Penitenciarias no tiene datos sobre los violadores encarcelados que han podido concluir ya la terapia. Según el único estudio sobre reincidencia en este tipo de delitos que existe en nuestro país, elaborado con internos de Brians (Barcelona), el 18% de los que no habían asistido a la terapia había vuelto a delinquir cuatro años después de cumplir la condena. La tasa bajó al 4,1% entre los que sí habían recibido tratamiento.
Antes de la terapia, los agresores menosprecian a las mujeres y justifican el delito con excusas
Los psicólogos piden un seguimiento de estos internos una vez que salen a la calle
Incapacidad para darse cuenta del dolor de las víctimas y sus familias y del daño que han provocado; menosprecio hacia las mujeres; excusas varias para justificar sus delitos si es que los reconocen. Estos son algunos de los rasgos compartidos por la mayoría de los agresores sexuales encerrados en las cárceles españolas, según los psicólogos que los tratan. Los programas de 400 horas agrupadas en uno o dos años que se imparten en las prisiones se dedican a intentar modificar estas desviaciones, que provocan que la persona experimente placer sexual con el dolor y la humillación ajenos.
El caso de Alejandro Martínez Singul, conocido como el segundo violador del Eixample (Barcelona), recién salido de la cárcel después de cumplir una pena de 16 años, ha hecho correr ríos de tinta y de imágenes sobre la rehabilitación de los violadores en serie. ¿Es posible curarlos? ¿Deben salir de la cárcel si no se han recuperado? Cuando no desean seguir los tratamientos, que son voluntarios, o estos no funcionan, su libertad provoca encendidos debates. Pero, en el otro lado de la balanza está que cada vez hay más agresores que sí los realizan.
En estos momentos hay unos 2.400 delincuentes sexuales en prisión en toda España, pero no todos los casos son de la misma gravedad. Unos 400 de ellos están siguiendo en estos momentos programas especiales de tratamiento. En Cataluña, que tiene competencias penitenciarias, lo hacen 153 personas. El requisito es que hayan cumplido tres cuartas partes de la condena. Allí lo hace ahora el 100% de los que están en esta situación, según datos de la consejería de Justicia de la Generalitat. En el resto de España lo siguen 250 personas en 28 cárceles. No hay datos del porcentaje de agresores sexuales que han seguido tratamiento en otro momento de su condena. Estos programas se implantaron en 1996 en Cataluña y en 1998 en el resto de España.
Las estadísticas de reincidencia, aunque los estudios llevan poco tiempo haciéndose, indican que las terapias funcionan algunas veces. Según el único informe disponible, elaborado con internos de la prisión de Brians (Barcelona), el 18,2% de los excarcelados que no había seguido tratamiento había reincidido en el delito en los cuatro años posteriores a cumplir condena. Esta cifra baja hasta el 4,1% entre los que sí habían asistido al programa. El estudio sigue recopilando las estadísticas de agresores para ver su evolución en el tiempo.
Cuando comienza el programa, una vez que los internos dan su visto bueno, empiezan a reunirse en grupos de 8 a 12 personas. "Los primeros días vienen como de visita", explica Guadalupe Rivera, psicóloga que ha desarrollado varios programas en la prisión de Valdemoro (Madrid). "Como si la cosa no fuera con ellos. Niegan haber hecho nada malo y empiezan a explicar que si el abogado no les defendió, que si el juez era mujer... Pero siempre hay alguien que en algún momento dice 'pues yo sí lo he hecho y para hablar de eso estamos aquí ¿no?' Y los demás suelen empezar a contar sus secretos, poco a poco. Esto los libera, y llega un momento en el que quieren que haya terapia".
Una vez asumido que han cometido el delito, se comienza a trabajar con su empatía y sentimientos. "Se utiliza mucho el diálogo socrático, las preguntas", explica el psicólogo y profesor de Criminología de la Universidad de Barcelona Santiago Redondo. "Se trata de que abran la mente a cuestiones que no se habían planteado. Muchos tienen un repertorio de emociones muy limitado y hay que hacerles recordar que ellos también han sentido tristeza, humillación, dolor, para que puedan entender lo que sintieron sus víctimas. Muchos no han considerado cómo han podido afectar las agresiones a la vida de estas personas y sus familias y hay que lograr que ellos mismos vayan descubriendo los daños", explica. Señala que también se deben tratar temas como los derechos de las mujeres. "Suelen tener distorsiones cognitivas, opiniones equivocadas como que 'las mujeres son inferiores' o que 'siempre quieren sexo'', añade.
"A veces llegan a sentirse como monstruos cuando se dan cuenta de lo que han provocado", añade Guadalupe Rivera. "Esto es muy importante, porque si saben el daño que han hecho es posible que lo controlen en el futuro. Se hacen muchos ejercicios de empatía, como escribir una carta en la que ellos hacen de víctima". Para pederastas hay una parte específica, de terapia individual, para reducir la desviación sexual.
Una fase fundamental es la llamada "prevención de recaídas y reincidencia". Se trata de un entrenamiento especial para anticipar las situaciones que van a vivir en libertad. "En la cárcel no hay menores ni mujeres, pero los van a encontrar en la calle y tienen que estar preparados", relata Redondo. "El proceso de recaída es muy similar al de una adicción. Cualquier estímulo aparentemente irrelevante puede ser el detonante, así que hay ponerlos en situación, como al drogadicto, que sabe que se va a encontrar con el camello en cuanto salga de la prisión".
Ambos psicólogos reclaman de las administraciones un esfuerzo mayor, sobre todo que existan recursos postpenitenciarios, para cuando los agresores salen en libertad. "Si no, la terapia no es suficiente y se puede perder todo lo conseguido hasta ese momento", opina Guadalupe Rivera. "En la sociedad no hay ninguna institución que asuma el seguimiento de estos internos. Cuando salen es cuando más ayuda necesitan".
"Esto no es la panacea", concluye Redondo, que está preparando un informe para evaluar la eficacia de estos programas de tratamiento. "Magia no hay, pero es la única forma de que tengan menos riesgo de volver a cometer los delitos que los han llevado a la cárcel. Se trata de intentar evitar que haya más víctimas en el futuro".
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