Carles Santos y la abstención
Hoy tenía previsto hablarles de Carles Santos. ¿Por qué? Pues porque me parece terapéutico hacerlo de vez en cuando. Además, hace nada estrenó en el Palau Sant Jordi una exitosa cantata con 3.000 voces de escolares que estuvieron meses preparándose. Y por si no bastara, la semana pasada y la anterior Santos protagonizó una serie de recitales en el Teatre Lliure absolutamente excepcionales, como oportunamente señaló Miquel Jurado, el cual tituló su crónica con un rotundo Un lujo. Estuve en la función del jueves pasado y estoy en condiciones de confirmarlo: un lujo.
Hablar de Carles Santos en un día como hoy puede parecer escapista. Pero bueno, qué caramba, afortunadamente también pasan cosas en la ciudad más allá de la política. Bastantes páginas electorales tendrá ya el lector como para que no merezca solazarse con las amenidades que le han preparado los redactores de Coros y Danzas -las secciones de Cultura y Deportes sumadas, en feliz expresión de Josep Maria Martí; Sergi Pàmies prefiere "la cintura para abajo del diario"). Además, qué demonios, Santos merece sobradamente un artículo ceñido a sus méritos exclusivos. Los santistas constituimos una logia cada vez más reconocible y sólida. El día que escuché a Santos vi en el Lliure a Carles Flavià, a Pep Subirós y Lali Bosch, a la catalanófila neyorquina Mary Anne Newman y al periodista Antoni Bassas, que había difundido ampliamente por Catalunya Ràdio el estreno coral del Palau Sant Jordi. Ya ven, una mancha de aceite que se extiende sobre la superficie del agua.
Pero mientras escribía mis humildes reflexiones sobre Santos y santistas tenía yo la oreja puesta en los datos de participación que vomitaba la radio. Empezaban a ser muy serios. A las 18.00 horas, la participación en Barcelona se situaba seis puntos por debajo de 2003, y la media catalana se desplomaba nueve, cosa que el secretario de Estado de Comunicación atribuía a la retransmisión de la carrera de fórmula 1 en Mónaco. Por cierto, en un día como el de ayer, ¿no podía TV-3 pasar los coches a su segundo canal y mantener los espacios informativos en su sitio? Se lo pregunta afectuosamente -habrá quedado claro a estas alturas- un miembro de Coros y Danzas, tan puro y duro como para seguir hablándoles aquí de Carles Santos como si tal cosa.
Su recital, titulado He de ser castigat per no haver estimat mai ningú -los santistas amamos esos títulos largos, tan declarativos como surrealistas-, consistía en un encadenado de piezas diversas, desde el tamborileo de sus dedos sobre la banqueta del piano hasta Bach y el Barbiere rossiniano, pasando por sus obsesiones minimalistas, un agresivo empleo del cluster -con los puños y hasta con una pelota de goma: se estremecía el Stenway- y también momentos íntimos y muy líricos. Mundo Santos en esencia, ese mostrarse siempre entero, vital, optimista y a la vez ácidamente irónico con las cruces de la vida, la suya siempre clavada al piano, gran altar del sacrificio.
¿Nueve puntos por debajo de la media española, seis por debajo de 2003 en Barcelona? Las playas debían de estar a tope. Carles Santos podía esperar, lo que fue bueno la semana pasada lo seguirá siendo siempre. Vamos a la playa, calienta el sol. En la Barceloneta, las carnes al sol se perdían hasta el horizonte de Mataró. La tarde era diáfana, brillante. Bajo los contenedores de Rebecca Horn había una cola respetable que nada tenía que ver con los comicios, sino con otras formas de alivio. A uno le entraban ganas de plantarse en medio de la multitud y lanzar un sentido speech sobre las virtudes de la participación y los maleficios de la abstención. Si fuera Carles Santos lo haría, él lleva 40 años diciendo lo que piensa y le va la mar de bien.
Mas hete aquí que la naturaleza acudía en mi ayuda, en forma de un muy serio vendaval de mistral que levantaba en la playa una fabulosa polvareda y se llevaba por delante algunas toallas. Quizá Dios no fuera abstencionista, vete a saber, tal como está todo. Me volví a casa, pensando que les dieran morcilla, que si a ellos les daba igual a mí también y que yo escribiría sobre Carles Santos. ¿O es que además de las elecciones los diarios no tenemos que hablar de otras cosas? En esos pensamientos andaba cuando, a las 19.30 horas, el santista Bassas apretaba un poco más las tuercas. En Barcelona provincia la participación se situaba en el 38%. O sea, que todos aquellos bañistas se habían quedado ahí, a pesar del viento, o se habían ido a sus casas sin pasar por las urnas, tan frescos. ¿Y de Francia, eh, no aprendemos nada de nada? Carles Santos ha aprendido mucho de Francia. Incluso puede que ahora esté allí para alguna representación de El fervor de la perseverança, la ópera de bolsillo que estos días lleva de gira. Carles Santos y muchos otros grandes han dedicado mucho esfuerzo a la libertad. Deberíamos agradecérselo de otra manera.
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