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Reportaje:

Siete batallas para después del 27-M

Las elecciones servirán para medir los efectos de la corrupción, el urbanismo salvaje, la encrucijada vasca o el liderazgo político

Elecciones 27MLas elecciones municipales y autonómicas de mañana están marcadas por varias claves que han venido condicionando la vida política en los últimos años. La corrupción y el urbanismo salvaje han marcado la gestión de numerosos municipios que ahora se enfrentan al veredicto de las urnas.

También pasarán su particular examen la encrucijada del País Vasco y el terrorismo de ETA. Y como mar de fondo, la lucha por el poder: en los feudos autonómicos, en La Moncloa y en los propios partidos. Lo que sigue es una radiografía de este escenario.

La corrupción se enfrenta

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La participación roza el 64% casi cuatro puntos inferior a la registrada en 2003

a las urnas

Los efectos de la corrupción en los resultados del 27-M son inciertos. El electorado ha dejado pruebas sobradas de que el saqueo de las arcas municipales por parte de dirigentes políticos no siempre es definitivo para quitar a un alcalde. En Marbella, el municipio donde la corrupción ha sido tan masiva que todo el Gobierno municipal ha terminado en la cárcel o imputado, los escándalos del ex alcalde Jesús Gil y Gil apenas perjudicaron sus resultados electorales. Su partido, el GIL, revalidó en 2003 las mayorías absolutas logradas en 1991, 1995 y 1999. Y eso a pesar de que su líder había pasado por prisión y había sido condenado e inhabilitado 28 años por los delitos de tráfico de influencias y prevaricación en relación con el dinero público del Ayuntamiento de Marbella. A los electores de Marbella les pareció una cuestión menor y en las últimas elecciones casi uno de cada dos votantes repitió su confianza en el GIL, que consiguió 15 de los 27 concejales en juego.

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Las sospechas de corrupción se han extendido durante este mandato por numerosos municipios. En algunos casos, los alcaldes o concejales imputados se presentan a las elecciones con el aval de los partidos nacionales, que han preferido mirar para otro lado.

El urbanismo salvaje no hace mella

La riqueza que deja en muchos el urbanismo salvaje, con la recalificación de decenas de miles de hectáreas para plantar ladrillos hacia el cielo beneficiando a promotores y propietarios de suelo tampoco hacen suficiente mella en los resultados electorales. Los lugares donde el cemento ha ocupado más espacio en los últimos años tienen gobiernos muy consolidados y los pronósticos electorales apuntan que nada cambiará.

El descontento social por el elevado precio de las viviendas apenas traspasa las urnas. Al menos hasta ahora.

Un alcalde que ha luchado contra el urbanismo salvaje en un pequeño pueblo de Toledo se la juega en estas elecciones. Se llama Manuel Fuentes (IU) y es alcalde de Seseña, una localidad de 10.000 habitantes a 35 kilómetros de Madrid. En este municipio, los votantes andan divididos. Un tercio vota a IU (cinco), otro más escaso apoya al PSOE (4) y el que queda vota al PP (4). Eso era hasta que llegó Francisco Hernando, Paco el Pocero, un promotor dado a los excesos que compró un latifundio de suelo rústico en un secarral del pueblo al que no llega el agua y decidió levantar 13.500 pisos en torres de diez alturas para venderlos baratos. Convenció a los concejales socialistas y populares de Seseña y al Gobierno socialista de Castilla-La Mancha y se puso manos a la obra.

Ahora, Fuentes quiere frenar esos planes y se ha enfrentado a El Pocero paralizando parte del desarrollo urbanístico previsto (hay 5.000 viviendas en construcción, el resto está pendiente). El promotor, acostumbrado a las tormentas que provocan sus inversiones, no ha dudado en denunciar al alcalde en los tribunales. Fuentes sabrá hoy si la lucha contra el urbanismo salvaje tiene réditos electorales.

La encrucijada de Álava

En cuatro años, casi nada sigue igual en el mapa político vasco y navarro. Después del 27-M muchas cosas cambiarán, aunque se repitan los resultados de 2003. Las relaciones entre el PSOE y el Partido Popular están hechas añicos a cuenta de la apuesta del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, de buscar el fin del terrorismo a través del diálogo. Las costuras que unían a socialistas y populares en Euskadi se han deshilachado. Esa fractura ya ha tenido consecuencias, pero a partir de mañana tendrán reflejo en las instituciones vascas.

Álava es el territorio vasco donde el nacionalismo no es hegemónico. Hace años que socialistas y populares se entienden. En 2003, el PP fue el partido más votado en Vitoria, sin lograr la mayoría absoluta, y quedó en segundo lugar en las elecciones forales tras el PNV. Pese a ello, los populares renovaron el control de la Diputación alavesa y de la capital provincial gracias al voto de los socialistas. El PSE prestó su apoyo a regañadientes. Quiso hacer un trueque (su voto al PP para la alcaldía de Vitoria a cambio del apoyo del PP a la presidencia de Álava), pero no le salió y se conformó.

Con las relaciones destrozadas por tres años de bronca sobre política antiterrorista, ese equilibrio parece hoy imposible. La vuelta a una alianza con los nacionalistas del PNV, con los que los socialistas tuvieron una larga experiencia de Gobierno en Euskadi, puede acabar reventando los escasos puentes de diálogo que aún quedan entre los dos principales partidos de España

La incertidumbre de ETA

En las próximas semanas volverán a las instituciones vascas miembros de la izquierda abertzale independentista que no repudian las acciones violentas de ETA. Pertenecen a un partido antiguo, Acción Nacionalista Vasca (ANV), que no se presentaba a unas elecciones desde 1977 y que, aunque repudia la violencia en sus estatutos, no ha dicho nada de los numerosos actos de acoso a los candidatos de los demás partidos y de kale borroka que se han sucedido a lo largo de toda la campaña.

Los tribunales han encontrado en la mitad de las candidaturas que ANV presentó a las elecciones motivos suficientes para pensar que Batasuna se esconde detrás. La otra mitad de las listas pasó la criba y hoy recibirán el apoyo de al menos el 10% del electorado vasco que habitualmente votaba a Batasuna. Hay 40 municipios donde tienen muchas probabilidades de lograr la alcaldía.

Algunos entienden que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha tolerado un regreso controlado de Batasuna a las instituciones, aunque limitado a unas pocas listas, para seguir probando suerte en su empeño por lograr el fin del terrorismo.

ETA mató hace cinco meses a dos ciudadanos ecuatorianos en el aeropuerto de Barajas, en plena tregua y sin aviso previo de ruptura. Ahora mantiene vigente su violencia con extorsión a empresarios y terrorismo callejero en Euskadi y Navarra.

Nadie conoce la respuesta de los terroristas a la actual situación. Ni siquiera se puede pronosticar si la vuelta de los independentistas que les apoyan a las instituciones tendrá algún efecto para la desaparición definitiva de ETA que ansían todos los partidos democráticos.

Apuesta electoral

a la ruleta rusa

Los partidos políticos juegan a veces a la ruleta rusa cuando se trata de apostar en las elecciones. Casi siempre pierden. El azar no suele regalar alcaldías o presidencias autonómicas. En estas elecciones hay alguna apuesta de este tipo en territorios donde desde hace muchos años mandan los otros. El 27-M presenta, al menos, dos casos emblemáticos, Madrid y la comunidad de Castilla-La Mancha.

En la capital manda el centroderecha desde hace 20 años y el PSOE se inventa cada mandato un candidato para competir por la alcaldía. Desde que Juan Barranco fue apeado del Gobierno municipal por una moción de censura del centroderecha, en 1989, por las listas socialistas han pasado cuatro candidatos. Junto a Barranco lo han intentado Fernando Morán, ex ministro de Exteriores; Trinidad Jiménez, ahora secretaria de Estado para Iberoamérica; y el último, Miguel Sebastián, ex jefe de la Oficina Económica del Gobierno. Si los sondeos aciertan, la última apuesta a la desesperada de Zapatero, que intentó antes otras dos opciones para estos comicios, volverá a cosechar otra derrota. Y van cuatro.

En Castilla-La Mancha gobiernan los socialistas desde siempre. El PP también ha jugado aquí a la ruleta rusa con escasa suerte. Hace cuatro años, Aznar pensó que el tirón del ex presidente Adolfo Suárez obraría el milagro. Eligieron al hijo de Suárez, con el mismo nombre que su padre, para enfrentarse a José Bono. Y perdió por goleada. Ahora se han inventado a una candidata que trabajaba en la Comunidad de Madrid como consejera de Transportes, Dolores de Cospedal. La experiencia en el territorio por el que compite no ha contado para la elección. Es la costumbre.

Los llaman paracaidistas. Nunca pisaron el terreno en el que van a combatir y llegan desde el cielo, arrojados a la batalla electoral por las direcciones nacionales de los partidos con la esperanza de que el azar obre la victoria.

La llave de la capital

Las puertas del palacio de la Moncloa se abren con las llaves de Madrid. No es una ciencia exacta pero hay muchos políticos que han repetido a lo largo de los últimos 25 años esta frase. Felipe González ganó las elecciones de 1982 cuando los socialistas ya mandaban en la capital con Enrique Tierno Galván como alcalde. José María Aznar juró de presidente del Gobierno en 1996, sólo un año después de que el PP lograra por primera vez el poder en la Comunidad de Madrid.

Incluso en el caso del último triunfo de Zapatero, donde esa costumbre no escrita se rompió, su llegada a La Moncloa estuvo precedida de un éxito electoral en la Comunidad de Madrid que a punto estuvo de colocar a un presidente socialista al frente del Gobierno regional. La victoria se frustró por la espantada de dos parlamentarios, Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, que se hicieron tránsfugas y forzaron unas nuevas elecciones que devolvieron al PP al poder.

Las mudanzas en La Moncloa se barruntan antes en los despachos de la Puerta del Sol (sede de la Comunidad) o de la Plaza de la Villa (sede del Ayuntamiento).

En estas elecciones, la batalla es capital por las consecuencias que puede tener. Hay dos efectos especialmente relevantes:

- Una goleada del PP al PSOE en la Comunidad de Madrid y en la capital puede ser presagio de un nuevo cambio en el Palacio de la Moncloa.

- El resultado de los dos líderes del PP en Madrid, Esperanza Aguirre (presidenta autonómica) y Alberto Ruiz-Gallardón (alcalde), puede ayudar a definir el futuro de ese partido si Rajoy, en sus segundas oposiciones a La Moncloa, vuelve a suspender. Entonces, todos en el partido se fijarán en las posibilidades de Aguirre y Ruiz-Gallardón para recuperar el poder perdido. Por eso, ambos políticos compiten entre sí en la capital. El porcentaje de voto que obtenga cada uno de ellos con las mismas siglas como reclamo tendrá después del 27-M lecturas que pueden resultar trascendentales para el futuro del PP.

Anticipos de la noche electoral

Los partidos intentarán, como suelen, sacar consecuencias favorables de los resultados electorales. Los discursos del escrutinio están preparados desde hace tiempo y tienen respuestas para cualquier imprevisto que no suponga un descalabro inapelable.

En Génova, 13; la sede del PP quieren vender su primera victoria electoral general desde 2000. Para eso necesitan más votos que el PSOE en el conjunto de los 8.111 municipios que celebran elecciones. Si eso no se diera, el PP venderá la victoria en la mayoría de los territorios y si, como vaticinan los sondeos, pueden perder las mayorías necesarias para seguir gobernando en Baleares o Navarra, recordarán que en estos lugares han sido la fuerza más votada.

En Ferraz, sede de los socialistas, se conformarían con revalidar el triunfo global en las elecciones municipales que lograron en 2003. Si pierden en esa carrera, los socialistas intentarán vender algún éxito que les permita anunciar que recuperarán el Gobierno en algunos territorios (Baleares o Navarra) o ciudades (Toledo, Valladolid...) aunque para ello tengan que pactar con fuerzas políticas con las que no simpatizan.

Zapatero, durante un acto de campaña en Valencia.
Zapatero, durante un acto de campaña en Valencia.CARLES FRANCESC
EL PAÍS
El presidente del PP, Mariano Rajoy, en un mitin en Sevilla.
El presidente del PP, Mariano Rajoy, en un mitin en Sevilla.REUTERS

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