Tripartito y CiU se baten ciudad a ciudad
Los tres partidos en el Gobierno buscan hoy ampliar su base municipal a costa de Convergència
Los catalanes eligen hoy algo más que sus representantes en 946 ayuntamientos, 4 diputaciones, 40 consejos comarcales y el Conselh Generau d'Aran. Un total de 5,3 millones de electores juzgarán de nuevo la actuación de unos partidos que en los últimos dos comicios, el referéndum del Estatuto y las autonómicas, se han visto desbordados por la abstención. Más allá de los programas de cada municipio, Convergència i Unió (CiU) y los tres partidos de la izquierda han librado una dura pugna para mantener sus parcelas de poder. El tripartito intentará extender su influencia al conjunto de Cataluña, mientras que CiU defenderá con uñas y dientes los escasos bastiones que le quedan tras perder la Generalitat.
Tres serán los grandes focos de interés esta noche: en Barcelona, el tripartito se juega su principal centro de poder municipal; en Tarragona, Convergència i Unió puede perder su única capital de provincia, lo que llevaría a los nacionalistas al borde de la crisis. El tercero serán las cifras globales. Las calculadoras de los partidos funcionarán a destajo para ver cuántos votos acumulan sus sacas y qué ventaja obtienen sobre el adversario en el conjunto de Cataluña. Interpretar estas cuentas en clave de segunda vuelta de las autonómicas será una tentación inevitable.
Las urnas hablaron claro en junio de 2003. El Partit dels Socialistes (PSC) se impuso con el 34% de los votos, 10 puntos más que Convergència i Unió. Los nacionalistas, sin embargo, arrasaron en los pequeños municipios, lo cual les llevó a obtener 3.687 concejales, 1.400 más que el PSC. El espectacular crecimiento de Esquerra (ERC) e Iniciativa-Esquerra Unida (ICV-EUiA) palió la desventaja socialista. Los pactos de los tres partidos para gobernar en decenas municipios fueron la semilla del tripartito que medio año más tarde echaría raíces en la Generalitat.
Ahora los tres partidos de la izquierda esperan que su presencia en el Gobierno catalán les ayude a seguir creciendo en el territorio, sobre todo en las zonas que les son más esquivas. Las de hoy, recuerdan, son las primeras elecciones municipales desde que Convergència i Unió perdió la Generalitat. El ascenso de los tres partidos está casi garantizado: juntos han podido presentar 340 listas más que hace cuatro años. Al ser más a repartir, CiU verá peligrar su hegemonía en poblaciones donde apenas tenía rivales.
Descontentos y agraviados
Pero ninguna de estas cifras ni debates locales tendrán mucha trascendencia en caso de producirse alguna sorpresa en Barcelona. Todas las encuestas apuntan a una victoria socialista en la capital catalana y a la posibilidad de repetir el tripartito con ERC e ICV. Pero CiU mantiene esperanzas: los descontentos y agraviados por la gestión municipal de la izquierda, que suma ya 28 años en el poder, van en aumento. La incógnita está en si estos descontentos se quedarán hoy en casa o si votarán directamente por el cambio.
Para los socialistas tampoco es tarea fácil. En la sede del PSC hay pánico a un pinchazo como el de 2003, cuando Joan Clos perdió 5 concejales y se quedó con 15. Ahora, su sustituto, Jordi Hereu, quiere incrementar esta cifra en al menos uno o dos. Ello le facilitaría las negociaciones para formar gobierno, pues probablemente sólo necesitaría a uno de sus dos socios actuales. Ello le pondría en ventaja a la hora de repartir juego y ceder a republicanos y ecosocialistas la mínima cuota de poder.
El mensaje socialista durante la campaña ha sido claro: hay que capitalizar el voto de la izquierda para no ser esclavos de los socios del tripartito. ERC e ICV ya están "creciditos", dijo Hereu esta misma semana, "no hay que ayudarles más".
Este discurso se lo ha puesto fácil a Convergència i Unió, más necesitada que nunca de una victoria electoral. Los nacionalistas temen que los tres socios en el Gobierno ordenen desde Barcelona marginar a CiU de todos los ayuntamientos en los que no tenga mayoría absoluta. Poco le ha faltado a la federación de Artur Mas para calificar de plaga bíblica esta nueva ofensiva de la izquierda. Esquerra e Iniciativa han luchado para no ver su perfil desdibujado dentro del tripartito y para arrinconar al PP al último puesto del poder municipal.
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