_
_
_
_
_
Reportaje:Paisajes electorales | Elecciones 27M

La isla devorada por el delirio de grandeza

Los daños urbanísticos en Mallorca son la parte visible de una avaricia rampante

Cuando tú, lector, vayas a subir algún día al monte de Randa, dejando atrás la pequeña aldea del mismo nombre, atraído quizá por la ilusión de estar a solas con tus pensamientos, podrás vislumbrar desde la cumbre un paisaje insólito: orfebres holandeses repujan con láminas de oro las chimeneas de la ciudad, ebanistas egipcios tallan gárgolas en los aleros de las casas, majestuosos caparazones de nácar cubren los estadios de los atletas, un asombroso bucle de titanio sostiene el elíptico puente tendido entre las islas, transparentes redes diamantinas filtran los rayos del sol, las naves de los potentados hibernan en astilleros subterráneos... O al menos eso es lo que verías si estuvieras intoxicado por los delirios de grandeza que hoy gobiernan el archipiélago.

Murallas hoteleras en la orilla de las playas, divisiones de adosados avanzan por los llanos
Secretarios municipales, empleados de banca, albañiles, son testigos de las operaciones furtivas
La nueva capilla de Miquel Barceló en la catedral de Palma se convertirá con el tiempo en un icono universal
Para superar el miedo a la ley, los publicistas del 'esto funciona' ventean su hostilidad a jueces y fiscales

Por el momento, sin embargo, lo único que alcanzarás a ver desde Randa es un paisaje maltratado: penosas colmenas de ladrillo cuelgan de las escarpadas laderas del litoral, murallas hoteleras se erigen en la orilla de las playas, apretadas divisiones de adosados avanzan por los llanos, anchas autopistas desdoblan sus tentáculos de asfalto.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

No es algo de lo que un gobernante pueda sentirse muy orgulloso pero en contra de lo que cabría esperar este paisaje es un motivo de celebración.

Los carteles electorales muestran el rostro risueño de los candidatos, los informativos de la televisión autonómica emiten sus declaraciones triunfales y la prensa comenta su agenda de inauguraciones sin llegar a encontrar en su rostro la más mínima arruga de remordimiento. Ninguna mueca de reflexión estropea el eslogan elegido por el gobernante Partido Popular para atraer a sus simpatizantes: "Funciona". Esto funciona, viene a decir el mensaje.

Y no les falta razón. El presidente del Consell Consultiu, máximo órgano jurídico de la Comunidad, una especie de Consejo de Estado en miniatura, no dimite después de ser detenido e interrogado por la policía como sospechoso de tráfico de influencias. Uno de los miembros del mismo consejo es el abogado particular del famosísimo alcalde de Andratx, enviado a prisión por el juez y ahora en libertad bajo fianza. El consejero de Interior que presumiblemente delató la operación de la Guardia Civil contra el alcalde de Andratx tampoco dimite ni sabe por qué debería hacerlo. La aureola de la expedición oficial al club moscovita Rasputín -a cargo de los fondos parlamentarios- no se ha disipado y un guiño de complicidad evoca lo que debió ser una inolvidable jornada de confraternización. El jefe de todos ellos, Jaume Matas, activísimo aforado a salvo de los fiscales, no ha sido juzgado por espiar a los parlamentarios socialistas ni por dirigir la trama de empadronamientos furtivos en Formentera. Su palacete, rehabilitado como vivienda particular, se encuentra, puerta por puerta y tabique por tabique, junto a la sede del organismo encargado de vigilar las finanzas autonómicas: el Síndic de Contes.

Evidentemente, la cosa funciona. Mientras la policía registra los despachos de notarios y los bufetes de abogados, y los fiscales se queman las pestañas rastreando sus transacciones bancarias, Jaume Matas, actual presidente de la Comunidad y candidato del Partido Popular, convoca a la prensa. Quiere anunciar, junto al arquitecto Calatrava, el Palacio de la Ópera que ha mandado construir en el centro de la bahía de Palma, en el espigón que se alzará sobre las aguas como una monumental consagración valenciana de sí mismo. La Junta Electoral le prohíbe esta flagrante malversación publicitaria y Matas -sólo por esta vez- se muerde los labios.

El candidato Matas mantiene un locuaz diálogo con los famosos y como si creyera en la unción carismática, en la transferencia mágica del prestigio, se fotografía con todos los que puede: el tenista Nadal, el pintor Barceló, el actor Douglas, la modelo Schiffer. Rosa Estarás, su actual vicepresidenta y candidata a presidir el Consell de Mallorca, una institución de rango protocolario inferior, se fotografía con Antonio Ozores.

Una brisa perfumada por el tomillo, un golpe de aire cálido y húmedo, te hará abrir los ojos en el monte de los tres templos, y desde Randa, elevándote sobre el infernal bullicio de los candidatos, comprobarás, lector, que no se puede hablar de las elecciones en Baleares sin hacer un balance de la devastadora maquinaria de la corrupción urbanística en su prepotente plenitud institucional. Pero los adefesios inmobiliarios, los paisajes hociqueados, las urbanizaciones salvajes, la recalificación concelebrada y el reparto clandestino de los beneficios de la especulación entre servidores públicos son una minucia insignificante si lo comparas con el verdadero desastre oculto tras el telón de la evidencia delictiva.

Cada negocio consumado al margen de la ley, cada ganancia ilícita embolsada, acentúa el agravio de las víctimas humilladas. Ni las ves ni las oyes desde Randa, pero están ahí, desperdigadas entre los pueblos de la isla, avergonzadas de lo que ven y del miedo que sienten por saber. Secretarios municipales obligados a transigir, secretarias inducidas a colaborar, funcionarios asustados, pasantes de abogados que teclean cláusulas inteligentes, celadores, guardias municipales, empleados de banca, albañiles; son los testigos inevitables de las operaciones furtivas y lo saben todo. También se han familiarizado con el alarde de impunidad que ostentan sus jefazos, tan displicentes con las cautelosas diligencias judiciales.

Pero necesitarías el olfato místico de Ramón Llull, aquél esteta ermitaño en las cuevas del Puig de Randa, para descifrar el secreto de los avergonzados. Deberías embriagarte con su fe de misionero para adivinar en qué momento el hombre humillado por la corrupción comprende el mensaje electoral. Te haría falta su arrebato de locura divina para descubrir cómo se transmuta el rubor en complicidad. Pues a pesar de tanto oprobio no les falta imaginación para preguntarse: "¿Te imaginas, el día que los inspectores y archivos de la Agencia Tributaria estén en manos de esta gente? ¿Te imaginas, el día que reciban las transferencias de Interior?".

Una joven pareja compra en Andratx un terreno pero no consigue la licencia para construir su casa. Un día encuentra por casualidad a un desconocido, alentado por la autoridad municipal, levantando en su solar un edificio con piscina. Insaciables en su apetito subversivo, los cómplices del desmán urbanístico "no respetan ni la propiedad privada". Así funciona.

Además de ser un templo destinado a ceremonias mayúsculas, la Catedral de Palma es un espléndido negocio por el que cada año pasan -pagando- centenares de miles de visitantes. La nueva capilla de Miquel Barceló se convertirá con el paso del tiempo en un icono universal, en un lugar abierto al culto de la peregrinación mundana. Ante los ojos extasiados del turista se levantan las agrietadas paredes de una caverna submarina decorada con las figuras de una suprema sinfonía sensual: quizás la más descarada obra de arte instalada nunca en un recinto religioso. Con deslumbrante inspiración, con el formidable talento del que ha hecho gala, el artista ha concebido una monumental epifanía erótica. Evocando deleites inequívocamente paganos, convocando los placeres de la joie de vivre, pulsando las emociones de un mundo ya redimido, libre al fin del circunspecto cilicio gótico, Barceló ha derramado los estimulantes frutos del mar -escurridizas lampugas, pulpos ansiosos, caracolas y erizos- y de la tierra -higos, racimos de uvas y sandías- a los pies de un Cristo resucitado, desnudo y feo. La única concesión que negoció el artista fue disimular los cojones que obviamente debían colgar de su entrepierna.

Si el obispo encargado de custodiar la Catedral fuera un fiel intérprete de las revitalizadas esencias cristianas de la Conferencia Episcopal Española pondría el grito en el cielo y clausuraría, con un ardiente entusiasmo integrista, la capilla de Barceló. Pero a su manera también él comparte el relativismo acomodaticio de la derecha mallorquina, impresionada por la eficacia pragmática del esto funciona.

Sí, lector, son muchas las cosas que verás si subes a Randa. Lástima que la estatua de Ramón Llull, tan golpeada como lo estuvo el herético beato antes de morir, no pueda parodiar con nosotros al poeta Villon: ¿dónde están los ladrones de antaño? ¡Qué tiempos aquellos, verdaderamente! Cuando un hombre podía ser víctima de un atraco sin padecer además el desprecio de sus amigos...

Ajenos a la ruina moral que corroe las entrañas de la isla, los publicistas pulen las versiones del mensaje electoral y enseñan a la ciudadanía consternada el botín de la menstrual y carnicera avaricia. A fin de superar el miedo a la ley -un estorbo para que esto siga funcionando- ventean su hostilidad contra jueces, guardias y fiscales y dedican una pletórica ristra de elogios al club ser alguien en Mallorca.

Toma nota, lector, ahora que todavía estás en Randa, pues todos hemos sido invitados a este festín. En el bien entendido de que los primeros en llegar serán los primeros en comer.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_