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Análisis:Análisis | Elecciones 27M
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El partido que prefiero

Sigue sucediéndome lo que ya conté a todo el mundo en una ocasión parecida, también con las municipales en puertas. Sigue ocurriéndome que, nada más acercarse una nueva cita electoral, llega siempre de forma infalible a mi buzón cierta propaganda de un partido de izquierdas, única y exclusivamente de ese partido, nunca de ningún otro: propaganda de un partido al que no he votado nunca. La verdad es que siempre me he sentido honrado de que supieran ver con sagacidad que si había un ciudadano con una verdadera inclinación a votarles ése era, sin lugar a dudas, yo. Pero hasta el día de hoy no me he atrevido nunca a darles mi voto porque he tenido siempre la impresión de que no soy como la mayoría de los militantes de ese partido y que otorgarles mi confianza sería un gesto de intromisión en un terreno que me es ajeno. Y, además, porque tengo un cierto pánico a ser rechazado y despreciado por ellos, miedo de que me pregunten extrañados: "¿Y cómo es que te haces pasar por uno de los nuestros?".

Me acuerdo de la primera vez que deslizaron su propaganda en el buzón: creí entender que, por fin, se habían dado cuenta de que yo era de los suyos, que yo era -para qué negarlo- su militante ideal. Sin embargo, ya en aquella ocasión, cuando llegó la hora de votar, y a pesar de que se habían acordado tanto de mi buzón, no me atreví, como ya me había ocurrido en anteriores comicios, a darles mi confianza; digamos que fui vencido por la inercia de votar a mi partido de izquierdas de siempre, donde, además, cada vez tenía y tengo más amigos. Naturalmente, a partir de aquel día pasé una larga temporada en la que a veces me invadía un remordimiento por lo que había hecho y siempre acababa llegando a la conclusión de que, para evitarme más desasosiegos, la próxima vez que hubiera elecciones aparcaría mi pánico y les votaría a ellos, y punto. Pero llegó la hora de volver a las urnas y de nuevo me olvidé de los míos.

Para las elecciones de mañana han vuelto a ser los únicos en tener el detalle de dejarme sus mensajes y guiños en el buzón, pero yo he reaccionado, una vez más, como si nada. Y es que en el fondo me guía una perversa alegría que he descubierto que habita en mí desde hace tiempo: me alegra mucho dar una falsa imagen a los que quiero en este mundo, tal vez porque me tranquiliza saber que yo soy el abyecto y no ellos, que son tan entrañables y están cargados de tan buenas intenciones que hasta me envían su propaganda, sin saber que, aunque creo infinitamente en sus ideales, no muevo un solo músculo de la cara cuando leo sus programas y sus consignas para un mundo mejor. Es más, creo que en el fondo sólo busco morir habiendo ofendido y colmado de las peores opiniones acerca de mí mismo a los que realmente son los míos.

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