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Reportaje:Elecciones 27M

Asalto a las cuatro torres

El PP trata de mantener el poder en las urnas con grietas en varios de sus pilares

Miquel Alberola

El PP valenciano no es un bloque electoral monolítico definido por los 1.146.780 votos que obtuvo en las pasadas elecciones autonómicas. La procedencia del voto que nutre su poder es diversa y su suma resulta imprescindible para mantener al partido en el gobierno. Gráficamente, el PP es una ciudadela compuesta por cuatro torres.

La primera se levanta sobre el armazón de la antigua Alianza Popular, cuyo techo electoral se situó en unos 475.000 votos. Es la derecha de siempre, su territorio es Valencia, aunque también se extiende hacia Castellón. Sus principales figuras son Francisco Camps, Rita Barberá y Carlos Fabra.

La segunda torre se sustenta sobre el voto del antiguo Centro Democrático y Social (CDS), con la suma de los naufragios de Unión de Centro Democrático (UCD) y el Partido Demócrata Popular (PDP). Reúne unos 225.000 sufragios entre Valencia, Alicante y Castellón, y sus representantes son Alejandro Font de Mora, Juan Cotino, Alicia de Miguel y Eduardo Zaplana.

La tercera torre la constituye el voto regionalista de Unión Valenciana, absorbido mayoritariamente por el PP desde 1999 como consecuencia de la operación de vaciado. Su influencia son 200.000 votos, y sus caras son las de Vicente Ferrer, José María Chiquillo, María Ángeles Ramón-Llin y Rafael Ferraro.

Y la cuarta torre, reforzada por unos 250.000 votos, corresponde a los incrementos del censo de 1993 a 2003. Se trata de jóvenes electores deslumbrados por el éxito del PP y sus reclamos de prosperidad, así como aquellos que encontraron en este partido consuelo al desencanto socialista. Ideológicamente, se sitúa en el centro. Una de sus caras, aunque su trayecto hacia aquí fue particular, es Blasco, y su terreno son las ciudades dormitorio.

La derecha se mantuvo en la oposición hasta que no descansó todo su peso sobre estas cuatro patas, que le han dado estabilidad electoral. Lograr su cohesión fue el sueño frustrado de la mayoría natural de Manuel Broseta y el éxito de Zaplana, que en 1999 llevó a las cuatro familias juntas a la urna, lo que le garantizó la mayoría absoluta al PP también en 2003.

Pero en 2007 lo que une a las cuatro patas es sólo lo simbólico: el victimismo frente a Madrid (con el trasvase derogado y la supuesta falta de financiación), el anticatalanismo y los éxitos económicos de la construcción (con el resplandor de los eventos). En el ámbito de la realidad, se han producido algunos acontecimientos que han abierto brechas en la ciudadela. Dos torres, la tres y la cuatro, presentan mayor vulnerabilidad que nunca.

La cuarta, la de los incrementos del censo, ha sido la más bombardeada por la campaña del PSOE con las críticas económicas al éxito del PP (deuda y sobrecostes), las promesas de mejora de los servicios (accidente de metro,...) y el ataque a la corrupción (Ayuntamiento de Orihuela, Diputación de Castellón,...).

La tercera torre, la regionalista, tampoco pasa por sus mejores momentos. Los restos de UV (unos 70.000 votos) se han demostrado insolubles, el partido mantiene las siglas en las elecciones. Además, se le añade el fenómeno de Coalición Valenciana, otra opción con poderosos recursos publicitarios que, con alguna expectativa demoscópica en Valencia, trata de perforar el caladero del voto útil del PP.

Asimismo, la segunda torre, la de los liberales, se encuentra en parte agrietada por el choque orgánico entre Camps y Zaplana, que ha nutrido resentimientos de incierto alcance y listas alternativas en varias ciudades medianas. El deterioro de alguna de estas patas, con la ayuda del aumento de participación, puede dejar al PP en la oposición.

El PSPV hasta ahora no ha movilizado mucho más de 900.000 votos en las autonómicas (en las últimas generales logró 1.127.700), y el Compromís pel País Valencià con dificultad podría superar los 270.000 (en 2003 EU obtuvo 154.494 votos y el Bloc, 114.122). Es decir, como mucho juntos lograrían una situación de empate con el PP, por lo que la victoria de la izquierda sólo se podría producir a partir del hundimiento de alguna de las torres. El PSPV necesita aumentar la participación, también la del aliado sin efecto de voto útil, atraerse la mayor parte de los nuevos 179.000 electores, atacar los flancos de la torre cuarta y que las opciones regionalistas recuperen voto. Por el contrario, el PP necesita una participación baja para mantenerse y cuidar los pilares.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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