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Desde el Pacífico
Columna
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La rebelión Digg o el poder de los usuarios

EN CUESTIÓN de días, 09 F9 se volvió casi tan célebre como R2-D2, el simpático robot de Star Wars. No se trata de una futurista máquina, sino de las primeras letras de una clave para abrir el candado que protege los HD-DVD. La fórmula (32 caracteres) se popularizó porque trataron de censurarla y, por primera vez de forma tan pública, los usuarios mostraron su poder. Después de esto la galaxia Web 2.0 ya no será la misma.

El 30 de abril un internauta publicó una nota en Digg con enlace a un blog que daba la clave para, en determinadas circunstancias, copiar HD-DVD. Tuvo éxito y se convirtió en tema de primera página. (Digg es manejado por los usuarios, quienes proponen las notas y luego contribuyen con sus votos a su buena ubicación en la portada). Rápidamente, la Advanced Access Content System Licensing Administrator (AACSLA.com), una asociación privada de empresas de tecnología y estudios de producción, envió una carta a los dirigentes de Digg exigiendo la eliminación inmediata de cualquier referencia a la clave. Y la borraron. La medida no gustó nada a los usuarios, quienes se dedicaron a multiplicar las referencias al código de 32 letras y números que empieza por 09 F9. La web se hizo eco de la rebelión y Kevin Rose y Jay Adelson, fundadores de Digg, renunciaron a la censura.

La AACS descubrió de manera brutal que es inútil pelear apoyándose en una tecnología a la que siempre se le puede dar la vuelta
La fórmula se popularizó porque trataron de censurarla y, por primera vez de forma pública, los usuarios mostraron su poder

El 13 de mayo Yahoo tenía indexadas dos millones de páginas con la clave (Google 1,5 millón). Lo más irónico es que casi nadie tiene HD-DVD y que para quienes ya lo compraron (con el debido lector) les resulta difícil utilizarla (hace falta escribir un programa y sólo sirve para Linux). Fue la tentativa de censura lo que llevó a los internautas a publicar el código de múltiples maneras (canciones, imágenes, videos o camisetas). En Facebook, un grupo se constituyó bajo el nombre de dicha clave y consiguió 4.000 miembros en 24 horas.

La AACS descubrió de manera brutal que es inútil pelear apoyándose en una tecnología a la que siempre se le puede dar la vuelta (circumvent, en inglés). También aprendió que los abogados tradicionales pueden ser una catástrofe en la era de la comunidad en red.

No es la primera vez (ni la última) que una protección es crackeada y que se distribuye la solución por Internet. La novedad no es técnica, es de orden social. La posición de los dirigentes de Digg contribuyó a volver la empresa más simpática, aunque les faltó valentía para confrontar a la AACS. Rose publicó la clave en su blog: le impedirá invocar en su defensa el hecho de que no es responsable del contenido puesto en línea por los usuarios. Resulta, además, coherente con el hecho de que ha publicado varias recetas para hackers (En the broken). Puede ser condenado por contribuir a la difusión de informaciones que permiten burlar métodos de protección de material con copyright. Los jueces, sin embargo, pueden considerar que la línea de código es una información protegida por la libertad de expresión.

Detrás de las desventuras de Digg, el futuro de Web 2.0 está en juego. Digg depende casi exclusivamente del contenido que generan los usuarios, una de las dimensiones más importantes de la web social. Pedirle que lo censure es como pedir a Google que prohíba las búsquedas de pornografía. Si la AACS gana, ciertas empresas vacilarán antes de dar más poder a los internautas.

Seductor porque es sencillo, el modelo Digg ha sido copiado por diferentes empresas (como Dell y Yahoo!) que buscaban herramientas para escuchar mejor a sus clientes y orientar servicios y producción. El incidente tiene el mérito de mostrar claramente que cuando se invita a la participación ciudadana, siempre se corre el riesgo de que vayan por un camino imprevisto. Más vale no invitarlos ingenuamente. "Es la revancha del contenido generado por los usuarios", aseguró Fred von Lohmann, abogado de la Electronic Frontier Foundation en una entrevista para Wired.

El gran mérito de esta historia es que obliga a tomar en cuenta una dimensión esencial (y poco tratada): la de la relación entre la participación de los usuarios y su poder. Sólo un conflicto podía revelarlo.

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