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Análisis:Análisis | Elecciones 27M
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Miedo a la política

Josep Ramoneda

Es la campaña del miedo. Y como tal es aburrida y desmovilizadora. ¿Miedo a qué? Miedo a perder lo que ya se tiene. Miedo a la política.

En la sociedad del riesgo los partidos han apostado por no arriesgar lo más mínimo. Los alcaldes salientes -los que ya tienen el poder y no quieren perderlo- buscan un tono moderado en su expresión, para que el ciudadano no olvide en ningún momento quién es el alcalde; evitan la confrontación y dejan las respuestas duras en manos de sus aliados (en este sentido Imma Mayol hace un trabajo impagable para Hereu), e intentan trasmitir que ellos son los portadores de resultados y los otros sólo tienen promesas. El eslogan de Hereu sintetiza de algún modo su campaña: "nuevo alcalde". Es cierto, es nuevo, a diferencia de sus contrincantes, que son todos repetidores, y es alcalde, cosa que ninguno de sus rivales ha sido nunca. Con esta doble credencial parece que basta para ganar. Su condición de novedad como candidato le sirve para ocultar que es el cuarto alcalde de la misma familia. Y su condición de alcalde le da el marchamo de favorito en un ambiente continuista. Pero lo más sorprendente es que los aspirantes practiquen también la estrategia del miedo. Como si la desconfianza en la victoria fuera tal que estuviesen más preocupados por no perder posición que por desbancar al adversario. Siguiendo con el ejemplo de Barcelona, el caso de Trias es emblemático. Trias está probablemente ante su última oportunidad y, sin embargo, su campaña se limita a reiterar la necesidad del cambio después de tantos años con la misma mayoría, a decir que él se siente más de izquierdas que el que más (¿por qué no se apunta entonces a la mayoría actual? ¿Dónde está la alternancia?), y a repetir que él sólo tiene un objetivo: ganar. Todo ello acompañado con un ramillete de medidas concretas en función del día y el lugar donde el candidato se encuentra.

Más que nunca, a derecha e izquierda, estas elecciones se han convertido en un catálogo de promesas. Y esto ocurre porque nuestros políticos tienen miedo a la política. En nombre de cierto pragmatismo y con la coartada de la preocupación por los problemas concretos de los ciudadanos, el surtido de regalos que los candidatos prometen es el recurso para disimular la incapacidad de presentar verdaderos proyectos políticos, en que las medidas concretas adquieran sentido en función de una idea de ciudad, unos objetivos, un calendario, un relato. Hemos sustituido la política por el juego de quién propone más, independientemente del cómo se hace y el porqué. Pero los ciudadanos no son idiotas y no sólo desconfían de las promesas, sino que saben las carencias que éstas ocultan. A la política de listado de propuestas se acostumbra responder con la abstención. Me gustaría pensar que ésta es la última campaña guiada por el juego de las promesas. Y que después de ella los políticos se den cuenta de que han tocado fondo y pierdan miedo a la política. Es lo que intentaron hacer Nicolas Sarkozy y Ségolène Royal en Francia. Y tuvo premio: 85% de participación.

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