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HISTORIAS DEL 'CALCIO' | Fútbol | Internacional
Columna
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La expiación y la soberbia

Enric González

El fútbol no se parece a la vida. El fútbol, como la literatura o la música, flota por encima de las leyes de la física, la biología y la moral. Es una ficción soñada por un demente y ahí, probablemente, radica su gracia.

No hablamos del trabajo de quienes lo juegan o lo estudian. Eso es otra cosa. Las libretas de Benítez no dieron el éxito al Liverpool en la final de Estambul contra el Milan ni bastó el esfuerzo de sus futbolistas para explicar aquella galopada hacia el empate y la victoria, pero sin libretas y sin esfuerzo (y una fe ciega) no habrían llegado a ninguna parte.

El mérito del Juventus queda fuera de discusión. Atravesar de punta a punta el infierno de la Serie B en un solo año resulta muy difícil incluso para un equipo abundante en campeones. Y hacerlo con un lastre de nueve puntos negativos complica más las cosas. Ayudaron las rebajas disciplinarias (la penalización inicial era de 30 puntos) y alguna benevolencia arbitral (ningún árbitro quiso cargar con la responsabilidad de retardar el regreso de la Señora, la reina del calcio), pero eso no limita la condición heroica de quienes se quedaron en el equipo para luchar y enfangarse. Tipos como Del Piero, Nedved y Buffon se han ganado el reconocimiento eterno de la parroquia blanquinegra.

Del Piero, el mejor símbolo del Juventus, recordó que se había "expiado una pena"

Alessandro del Piero, de 32 años, futuro dirigente de la sociedad turinesa, exultó al concluir el partido contra el Arezzo. El 1-5 les colocaba de nuevo en la Serie A. Del Piero, con 20 goles esta temporada, fue el mejor símbolo del mejor Juventus: recordó que se había "expiado una pena" y se declaró "absolutamente feliz". Dijo lo que había que decir, con una sonrisa. Quizá no sea el mejor futbolista italiano de su generación, pero es de largo el más inteligente y el más simpático.

Era necesario recordar que la Juve había tenido que expiar las culpas de su ex director general, Luciano Moggi. No bajó de categoría por arte de magia, sino como castigo por varias temporadas de manipulación arbitral, corrupción de dirigentes federativos y, en palabras de un fiscal, "comportamiento típicamente mafioso". Era necesario expiar para redimirse. Y las desgracias no fueron sólo deportivas: la muerte de Romeo, el viejo utillero; el intento de suicidio de Pessotto; la tragedia que acabó con la vida de dos muchachos del equipo juvenil, ahogados en un estanque junto al campo de entrenamiento...

Los futbolistas y la renovada directiva ya han cumplido. Más allá, en el universo forjado por los sueños de un demente, hay quien no ha cambiado. El sábado, un centenar de tifosi se congregaron en el centro de Turín para negarlo todo. Moggi no hizo nada malo, el Juventus jamás gozó de favores arbitrales, todo fue una conspiración. Habrá quien lo crea toda su vida. No importa. La soberbia irracional suele costar muy cara en la realidad. En el mundo onírico del fútbol sale casi gratis. Sólo un puñado de personas celebraron la difícil proeza del ascenso, y lo hicieron de la peor forma. Lástima. El equipo de la redención merecía algo más.

El nuevo utillero, Franco Monetta, fabricó unas camisetas para celebrar el retorno. Eran de color rosa, el color fundacional del Juventus, y llevaban la inscripción "B...astA". El entrenador, Didier Deschamps, no quiso ponerse la camiseta conmemorativa. "El rosa es feo; en Francia, es el color de los maricones", dijo. Inteligencia, tacto y humildad. Si hay que guiarse por Deschamps, la Juve, el club más glorioso del calcio, ha vuelto a la Serie A con toda su simpatía de siempre.

Del Piero, en una acción del Juventus-Arezzo del pasado sábado.
Del Piero, en una acción del Juventus-Arezzo del pasado sábado.EFE

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