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Reportaje:

La larga noche de los museos

La apertura nocturna de los centros barceloneses cosecha un éxito rotundo

A primera vista la larga cola que surge del acceso de la Fundación Miró asusta, pero es una falsa alarma. Se ha formado sólo porque la institución cerró sus puertas a la hora habitual, para volverlas a abrir a las nueve de la noche para celebrar por todo lo alto la Noche de los Museos, una iniciativa nacida en Francia, que este año involucra a más de 2.000 centros de toda Europa.

La entrada es gratuita, de modo que la cosa va rápida: no hay tensión y nadie intenta colarse, pero tan sólo los primeros 300 consiguen el papelito coloreado que le permitirá acceder a una de las tres funciones de La Répétition, una performance del artista moldavo Veaceslav Druta, que se anuncia como uno de los platos fuertes de la oferta nocturna. Los demás, que se deben contentar con visitar las exposiciones, más que por la performance parecen decepcionados por haberse perdido las copas de cava y las galletitas que preceden la actuación y ayudan el público a entrar en situación.

En el Arqueológico, los visitantes se afanan alrededor de una mesa con un tentempié griego

La obra, que se enmarca en el ciclo Pigmentos y píxeles, dura unos 20 minutos, durante los cuales Druta toca una pieza de su composición con un instrumento construido por él mismo, acompañado por la proyección de una banda de músicos que, a un examen más atento, resultan ser todos interpretados por el propio artista.

La acción se desarrolla en el Patio Norte, con las luces de la ciudad como escenografía. La idea es que la gente se pasee, beba y converse distendida, pero -y a pesar de la falta de sillas- casi automáticamente todos se disponen en actitud de concierto, quietos y en silencio. Una mamá, que ha escuchado atentamente las instrucciones del personal de la Miró intenta interactuar, pero la hija preadolescente que la acompaña, presa de una crisis de vergüenza, la coge decididamente del brazo, impidiéndole moverse. "Investigo nuevas formas de contacto con el público", explica Druta, encantado con la extraordinaria afluencia.

No hay colas ni bullicio delante del Museo Arqueológico de Cataluña, si no fuera por dos hileras de veladoras encendidas en el suelo podría parecer cerrado. Sin embargo, todo cambia en cuanto se franquea la entrada. En un silencio impropio de tal multitud, la gente escucha a una joven actriz que cuenta la historia de Aquiles y de los honores eternos debidos a quienes mueren en batalla. Más tarde regresará vestida de atleta para hablar de las costumbres deportivas en la Grecia antigua.

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En cuanto la intervención se acaba, los visitantes vuelven a afanarse alrededor de una mesa donde se reparte un tentempié griego, a la espera de poder entrar a una de las visitas comentadas de la exposición Reflejos de Apolo.

El maratón museístico de Montjuïc prosigue en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), que ha atraído la cifra récord de más de 6.000 personas.

El MNAC apuesta por un programa más sofisticado con la música del Barcelona Jazz Quartet, que la lluvia de la tarde ha obligado a instalar en el interior, y los refinados y carísimos minibocadillos que se reparten en la sala Oval. A la salida, el espectáculo de luz y sonido de la Font Màgica, arranca exclamaciones entusiastas no sólo a los extranjeros, mientras que el primer cuarto de luna, recortado en el cielo nítido, pone el broche de oro a la estampa.

Gran éxito también en los museos del Raval. Por el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) pasaron más de 3.000 personas y 160 (70 más de las 90 previstas) acudieron al Museo Marítimo para visitar la exposición sumida en la oscuridad con la ayuda de unas linternas y "jugar a los esclavos", convirtiéndose en miembros de la tripulación de una galera del siglo XVI. Tales proezas eran compensadas al final del recorrido con una copa de cava.

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