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Reportaje:Elecciones 27M

La no campaña llega al ecuador

La baja intensidad de la agenda de los candidatos marca la primera parte de la carrera electoral

Miquel Alberola

La campaña electoral ha recorrido la mitad de su camino sin que las agendas de los dos principales candidatos a presidir la Generalitat, Francisco Camps (PP) y Joan Ignasi Pla (PSPV), hayan alcanzado picos de intensidad. Tras la inflexión propia del inicio de campaña, sus agendas se han ido enfriando, aunque con la excepción de algunas citas más vibrantes (y entre éstas, las de los denominados actos centrales, que coinciden con las visitas de los líderes nacionales).

Al candidato popular le interesa una campaña de perfil bajo, ya que no puede prescindir del trámite de someterse a ella. Su voto sociológico está movilizado al máximo desde hace tres años como resultado de la estrategia seguida por el PP en Madrid contra el frustrado proceso de paz que inició el Gobierno con ETA, así como con la ceremonia de la confusión respecto al 11-M.

Tras la inflexión del inicio las agendas de los candidatos se han enfriado

Asimismo, en el ámbito autonómico, el PP ha desplegado a lo largo de la legislatura eficaces instrumentos de movilización como el victimismo respecto al Gobierno central, hacia el que desvía las responsabilidades de todo lo que estropea la postal paradisíaca de la Comunidad Valenciana. Entre el amplio catálogo de agravios destaca especialmente la agitación continua sobre el revocado trasvase del Ebro, que ha calado como "lluvia fina". Además, subir la intensidad de la campaña podría suponer una movilización del voto de izquierda y, por consiguiente, una reducción de la amplia bolsa de indecisos que ha decantado las encuestas a favor de los populares. En esa tónica, el debate televisivo de Canal 9 con los tres candidatos a la Generalitat apenas fue publicitado por la cadena, por lo que logró un 5,3% de share.

El PP determinó el ritmo de la campaña con el fogonazo del circuito urbano de Fórmula 1 para Valencia y luego la ha mantenido a fuego mínimo para absorber el voto de centro con el resplandor de los eventos y su halo de prosperidad. Sólo ha apretado el acelerador para subrayar mensajes anticatalanistas que, aparte de zapar al PSPV, eviten fugas de votos desde su espectro sociológico a opciones como Unión Valenciana o Coalición Valenciana, que podrían poner en riesgo su mayoría absoluta.

Por el contrario, el PSPV se enfrenta al reto de movilizar a sus votantes con no pocos inconvenientes. Entre ellos, la eficaz máquina de propaganda desarrollada por el PP durante sus doce años en el Palau de la Generalitat. Pese a ello, desde Madrid el PSOE ha reforzado la campaña con la presencia del presidente del Gobierno en Valencia y Alicante. Sin embargo, tres años después de la llegada del PSOE a la Moncloa, los socialistas valencianos empiezan a sufrir el desgaste del poder del partido en España sin haber llegado a abandonar la oposición. Esta anomalía anquilosa en parte su mecanismo electoral al no ser percibidos como una alternativa neta, es decir, sin servidumbres con lo establecido.

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Además, según el análisis de un destacado socialista valenciano, la izquierda no ha encontrado su espacio electoral tras perder las elecciones en 1995. "El PSPV no tiene terreno y de ahí que la visualización de su campaña pierda intensidad", explica. El PP ha ocupado el espacio desideologizado con el discurso de los grandes eventos como medio de generación de riqueza y prosperidad, mientras el PSPV se cuece en sus propias contradicciones al respecto. Pone los peros a los grandes eventos, pero no renuncia a apuntarse a las fotos que ellos suministran, lo que le reporta una imagen confusa tanto para el electorado desideologizado como para el muy ideologizado.

Fuera de ese espacio, le quedan los elementos con presencia social, como la higiene financiera, la salubridad democrática y los conflictos sociales. Sin embargo, su papel al respecto tampoco resulta claro al electorado, ya que el Gobierno central o siempre guarda alguna relación al respecto o no ha tomado medidas suficientes de saneamiento. Todo ello redunda en una "incomodidad presencial" del partido en la campaña que hace que no se visualice. Como alternativa, el mensaje se ha recluido en los guiños al bolsillo del electorado, ofreciendo ayudas económicas a las familias como principal icono electoral.

Varios expertos en demoscopia consultados detectan que en la campaña autonómica del PSPV de momento "no hay alegría" como para producir una movilización determinante, aunque reconocen que la clave de esa movilización está en las municipales.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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