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CORNELLÀ | Elecciones 27M

Bajo la alargada sombra de Montilla

Cornellà tuvo en las anteriores municipales, en 2003, a José Montilla como candidato a la alcaldía por el PSC. Montilla, que llevaba entonces 18 años en el puesto, revalidó la mayoría absoluta que ya había logrado en 1999. Tan sólo un año después, Antonio Balmón cogió la vara de mando, ya que el actual presidente de la Generalitat dejó la alcaldía para hacerse cargo del Ministerio de Industria.

Lo primero que hizo Balmón fue incluir a CiU en el pacto de gobierno que el PSC ya mantenía con ICV-EUiA, cediéndole una nueva concejalía simbólica, la de Normalización Lingüística. Los republicanos rechazaron la oferta, mientras que el PP no fue invitado.

Montilla dejó el listón muy alto hace cuatro años, lo que sin duda es un elemento de presión para Balmón: la segunda fuerza en el consistorio es ICV, con el 16% de votos y 4 concejales, muy lejos de los 14 del PSC.

El PP es la tercera, con el 13% de los sufragios y tres concejales, mientras que ERC se sitúa en cuarto lugar, con el 9% y dos representantes. CiU, con dos concejales, consiguió sólo el 7% de las papeletas.

Además de Balmón, ERC estrena candidata, con Iolanda Llambrich, que toma el relevo a Joan Tardà, ahora diputado en el Congreso. Repiten Carmen Romero, por ICV; Isabel Espinosa por el PP, y Néstor Artís por CiU.

En su tarea de darse a conocer, la mayoría de iniciativas de Balmón han ido encaminadas a mostrar una imagen de gran proximidad. Al contrario que Montilla, siempre distante, el estilo de Balmón pasa por compartir todo y más: hace un año creó un blog en el que cuelga sus particulares reflexiones no sólo sobre Cornellà, sino incluso sobre el libro que está leyendo o la película que recomienda.

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Durante dos años también ha llevado a cabo una iniciativa muy particular: cenar periódicamente con alguna familia de la ciudad para conocer cuáles son sus inquietudes. Otro de sus principales objetivos es conciliar el horario laboral y familiar. Para ello, ha empezado marcando un límite en la jornada del político, que nunca podrá acabar, salvo excepciones, más tarde de la hora en que se tiene que estar en casa para cenar y atender las responsabilidades domésticas.

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