Borges, las mujeres y la política
Aunque la bibliografía sobre Jorge Luis Borges (1899-1986) sea ya impresionante, dada su envergadura universal, resulta sorprendente que hasta hoy no haya aparecido ninguna biografía definitiva sobre su vida y obra, aunque sí testimonios parciales, pues la primera edición inglesa de este magnífico libro es de 2004 y ahora aparece entre nosotros. Es un libro escrito "a lo anglosajón" por un profesor de literatura hispanoamericana en Oxford, autor de varios libros sobre su especialidad, sobre todo de un manual en Penguin, y una monografía sobre Cervantes. Y Williamson, consciente de que lo "inglés" le sienta bien a Borges, anglófilo perdido (su abuela era inglesa y él mismo fue bilingüe), empieza por el error de tomarlo siempre en sentido literal, aunque sí tomando el toro por los cuernos. Pues si su vida se refleja en su obra, aun en su parte más fantástica, se centra casi toda ella en sus relaciones con las mujeres y la política, sus partes más endebles o frágiles. Pues si las mujeres le acompañaron siempre, sus relaciones con ellas fueron siempre conflictivas, salvo la final, pues la última, con María Kodama, con la que se casó en el último momento, le proporcionó la felicidad (que no conoció en sus tres años de matrimonio con Elsa Astete, pues dos fueron para divorciarse de ella). Y en la política su fidelidad a la democracia y sobre todo al antiperonismo le alienaron su gran prestigio universal al aceptar homenajes de dictadores como Videla en Argentina y Pinochet en Chile, que le costaron al final el merecido Premio Nobel.
BORGES. UNA VIDA
Edwin Williamson
Traducción de E. E. Gandolfo
Seix Barral. Barcelona, 2007
640 páginas. 25 euros
Las razones políticas, que fueron claves para su desprestigio final, fueron debidas a su fidelidad al antiperonismo, al que le llevó su defensa a ultranza de la democracia radical de siempre, pues vio en los dictadores Videla y Pinochet su antiperonismo también dictatorial, pues eran dos dictadores frente a otro. Pero bien, dejando aparte este equívoco final, ¿qué tienen que ver las mujeres en ello? Pues mucho, como expone este excelente libro de Williamson: pues si Borges sufrió mucho con las mujeres, no por ello dejó de estar "rodeado por ellas", como este biógrafo expone muy bien, refutando al final muchos de los testimonios que ellas han dejado, como los de Estela Canto y María Esther Vázquez, que tampoco le hicieron demasiado caso, pues la primera le abandonó y la segunda se casó con el poeta Horacio Arman.
Son ya conocidas las relacio-
nes, casi siempre frustradas salvo al final, de Borges con numerosas mujeres, que se iniciaron de joven en Ginebra, cuando su padre le llevó a un burdel, con nefastos resultados, mientras el jovencito se enamoriscaba de otra niña de la que se conserva su nombre "Emilie". En su primer viaje a España, el joven Borges se adscribió a la vanguardia "Ultra", donde publicó sus primeros poemas, bajo el influjo de Walt Whitman, pero, tras unos poemas de juventud de tipo socializante, pronto se adscribió a la vanguardia y se la llevó a Buenos Aires, donde fundó revistas y publicaría sus primeros versos, Fervor de Buenos Aires y diversos ensayos, como El lenguaje de los argentinos, Inquisiciones e Historia de la eternidad.
La primera relación casi amorosa le llevó a los brazos de Concepción Guerrero, de los que pasó a una larga relación con Norah Lange, de origen noruego, que fue frustrada por la intervención de Oliverio Girando, un rico hacendado y viajero por Europa, con el que ella se casó al final. Girondo era poeta, como Borges, también flirteó con el "ultraísmo" de su primera época, aunque más desordenado y violento, pero la pasión por él de Norah Lange no cesaría jamás, de tal manera que Borges se enamoriscó después de su hermana Haydée, coincidiendo con un accidente -su mala vista le llevó a tropezar con una ventana abierta en una escalera-, lo que paulatinamente le provocó su casi total ceguera, en un proceso de operaciones que le llevaría a la ceguera total, que era algo genético, ya que su padre también acabó ciego.
Pero casi ciego, se acostumbró a recitar versos, a "escribir de memoria", como decía, y a publicarlos, como en Luna de enfrente y Cuaderno San Martín. Los trascendentales relatos llegarían después, mientras trabajaba como articulista genial, que culminarían en Otras inquisiciones, El Aleph y El jardín de los senderos que se bifurcan, y empezaron los premios y los honores, que ya se desgranaron sobre su cabeza, tras su descubrimiento en Francia y Europa entera (en España llegó después, a través de sus ediciones en Emecé).
Precisamente, El Aleph fue dedicado a una novia también imposible, Estela Canto, comunista y mujer bastante libre en sus costumbres, que ha dejado unos excelentes recuerdos en Borges a contraluz. Cuenta en ellos cómo Borges no quiso casarse con ella, pues no aceptó pasar por un previo acto sexual como condición inexcusable. La persecución de Perón, que rebajó al escritor a una inferior categoría administrativa (inspector de mercados de aves de corral), puesto por el que dejó la presidencia de la SADE y el de director de la Biblioteca Nacional, y la prisión de su madre, doña Leonor Acevedo, y su hermana Norah Borges, que se había casado con el crítico español Guillermo de Torre. Mientras tanto, había participado en la fundación de la gran revista Sur, al lado de Victoria Ocampo.
Pero Estela Canto nunca go
zó de la aceptación de su madre, doña Leonor Acevedo, que le indujo a casarse con Elsa Astete. Doña Leonor, vieja dama de la aristocracia porteña, gobernó siempre con su influencia sobre el grupo de mujeres que se acercaron a su vida. Estela Canto, que era comunista, fue peronista también, por una alianza electoral entre ambas fuerzas, lo que provocó su separación final. Mientras Borges atendía a numerosas colaboradoras, como Margarita Guerrero, Silvina Ocampo o María Esther Vázquez, que al final se casó con el poeta Horacio Arman, y no le perdonó su boda final con María Kodama, que le acompañó en los años finales, encontrando definitivamente un amor mutuo y recompensado. Al final, tras obtener grandes premios, terminó su vida en Ginebra, con un matrimonio casi póstumo, y dando origen a un nuevo mito del bardo ciego, como Homero y Milton, que fue sobre todo un gran poeta y un autor de relatos excepcional.
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