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Columna
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Corbata

"SUCEDIÓ UNA mañana de octubre. Al hacerse el nudo de la corbata, Shingo sintió que sus manos no le respondían". El que así se veía imprevistamente sorprendido por no acertar en la realización del gesto más cotidiano y mecánico era Shingo Ogata, un hombre que ya empezaba a adentrarse por la sexta década de su vida y acopiaba signos y síntomas en cada vez más clara dirección del final. Por lo demás, su melancólica historia está narrada en la novela El sonido de la montaña (Emecé), del escritor japonés Yasunari Kawabata (1899-1972), en la que, desde su comienzo, se relata la aprensión del protagonista por escrutar señales que le indican la proximidad de la muerte, pero no sólo porque progresivamente le abandone la memoria o por cualquier otra muestra de declinación biológica, sino porque las circunstancias de su entorno familiar le van indicando que cada vez él está más de más.

Pero ¿qué es lo que cada vez nos hace estar más de más, no necesariamente siempre, pero, sobre todo, cuando se inicia la senda de la ancianidad? Lo que nos cuenta al respecto Kawabata no es que alguien, por el motivo físico o psíquico que se quiera, no acierte, cierta mañana, inexplicablemente, a anudarse la corbata, sino que ese alguien ya no sea capaz de controlar los lazos externos e internos que han configurado su existencia. En relación con estos últimos, los internos, se aprecia el deterioro por ese íntimo descontrol que manifiesta con mayor nitidez las frustraciones de nuestros deseos, cuya memoria nos remite nostálgicamente a las pérdidas y decepciones del pasado, pero cuya actualización no halla otra vía de desahogo que la caricaturesca de nuestros sueños. De esta manera, Shingo Ogata, antes de encontrarse en la ridícula situación de no acertar a hacerse el nudo de la corbata, ya llevaba tiempo enredado por el recuerdo del amor nunca confesado por su cuñada, bastante tiempo atrás fallecida, y la trasposición retoñada de ésta en la figura de su nuera Kikuko, así como por las insidiosas apariciones oníricas de ambas. Estos deseos inconvenientes nos anuncian el resto de la trama familiar por su cara exterior: la de su esposa Yasuko, la de sus hijos Suichi y Fusako, la de sus nietos por parte de ésta y la de los que no tiene por parte de aquél, pues el matrimonio de ambos parece naufragar o, al menos, no seguir el curso por él deseado. En suma: Shingo Ogata, de 62 años, se enfrenta al hecho indeclinable de que el nudo de su corbata existencial se ha descompuesto antes de que no pudiera físicamente anudárselo.

Escrita entre 1949 y 1954, cuando Kawabata atravesaba la primera mitad de su cincuentena, El sonido de la montaña es una melancólica iniciación en la ceremonia del adiós a la vida, pero tan cargada de destellos poéticos y de sabias reflexiones nada enfáticas, que el lector piensa y siente no sólo acerca del incomparable valor del vivir, sino cómo éste es inseparable del morir, en cuyo entrelazamiento se configura el indestructible nudo gordiano de la existencia.

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