Al margen del 27-M
Si a estas alturas de campaña alguien busca un paraíso donde no existan carteles de candidatos, no circulen coches con el himno de un partido y no citen a mítines para pedir el voto, su destino está en Benitagla. Con 66 habitantes, ubicado en la sierra de Los Filabres de Almería, la campaña allí hace tiempo que acabó. Se podría decir que los mitines se practican más allá de 15 días al año. El Centro Social y Club de la Tercera Edad, que hace las veces de bar y centro de ocio, reúne a buen puñado de vecinos cada día que debaten y abordan, sin tapujos, lo que va bien y mal en el pueblo. Tres partidos presentan candidato al único puesto de concejal y alcalde.
A Benitagla le ha tocado tener el triste mérito de ser el pueblo andaluz más pobre en relación a la renta declarada por habitante. Los vecinos, mayoritariamente jubilados -muchos emigrantes retornados de Cataluña- padecen con impotencia una falta de servicios que consideran estigma del abandono de las generaciones jóvenes. Juan Padilla (67 años) tiene la "esperanza" de ser elegido edil por sus vecinos bajo las siglas del Grupo Independiente por Almería (GIAL). "Todavía no nos han llegado los carteles. El programa no está tampoco, pero tengo el borrador enviado a la imprenta", justifica en el primer día de campaña oficial. "Este pueblo ha ido para abajo. No hay servicios. Cuando vienen las familias y los críos son pequeños, de unos cinco o siete años, no hay problema. En cuento los niños crecen un poco, se marchan. No tenemos polideportivo, ni piscina, ni nada", se lamenta.
El presidente del club de la tercera edad y gerente del bar, Juan Garrido, se muestra esperanzado: "Pero si llevamos 30 años sin crecer, pues habrá que crecer ahora que ha llovido. No podemos pedir puerto de mar, pero sí una piscina y un campo de fútbol", señala. Garrido ofrece en su taberna café a 0,80 céntimos y vino del país a 70, con alguna tapa de tocino, habas o jamón. Todo lo demás viene de fuera. El médico, una vez a la semana. El pescadero y el frutero, cuatro días de la semana. El pan es lo único que llega a diario, al igual que Fidel, el de Correos: "Aquí con poco se vive. No hay carencias", opina el cartero, que entrega dos sobres a dos vecinos que han solicitado votar por correo. En agosto la cosa cambia y el pueblo se llena de alegría con casi 350 vecinos que llegan de fuera. Es entonces cuando celebran sus fiestas.
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