El tío Gilito
A los partidos les gusta adornarse con artistas que les den su bendición. A veces, sobre todo cuando el partido está en el poder, son los artistas los que desean la bendición del partido. Yo no estoy muy segura de que el apoyo de los artistas sirva para algo. Al contrario, ocurre que los partidos son prisioneros de los gustos que ellos imaginan corresponden a su base social. Esta idea preconcebida acaba produciendo cierto encorsetamiento. Recordemos a aquella artista de cuerpo escultural, Norma Duval, que apoyaba sistemáticamente a los populares. Cierto es que la derecha nunca ha tenido mucho poder de convocatoria con respecto al mundo de la cultura, pero, ¿son todos los militantes del PP amantes de la Revista?
Pepiño Blanco advertía a raíz del concierto de la Pantoja que el PP no debía utilizar el espectáculo de la tonadillera como acto de campaña. Un momento, ¿es que son todos los militantes del PP amantes del género tonadillesco o cabe una posibilidad, por pequeña que sea, de que hubiera votantes de Izquierda Unida en el recinto, dado que la tonadilla tiene su origen en los barrios populares? Abundaría más en el tema: de todas esas señoras iracundas con abrigo de visón que persiguen a Pepe Blanco por Madrid para increparle, ¿no puede haber una, sólo una, que sea gallega, del PSOE, y le persiga para hacerse una foto con él y ponerla en su mesilla de noche?
Perdonen esta reflexión trufada de preguntas pero es que las dudas me asaltan. Parece de cajón, por ejemplo, que en todo mitín de Izquierda Unida tiene que haber cantautores, pero, ¿está comprobado científicamente que a los votantes de IU les gusta la canción protesta o un tanto por ciento nada desdeñable preferiría que, de una puñetera vez, el señor Llamazares les llevara a Falete? ¿Han de sentir admiración rendida todos los votantes del PSOE por ciertos actores, incluso por el cine español? Afortunadamente los gustos de los votantes son más transversales que los corsés partidistas.
Ahora, en esto de buscarse apoyos, a la amiga Lorena Hernández de Valencia le parece que la palma se la ha llevado Francisco Camps, presidente de la Generalitat valenciana. Camps se ha buscado al artista de la pista, a ese millonario llamado Ecclestone que, con todo su cuajo, se plantó en plena campaña electoral de un país vecino para anunciar que dejaría que la fórmula 1 atravesara la ciudad del Turia sólo si ganaba mi señorito Camps. A mi señorito Camps la mirada se le puso como la del tío Gilito, con una $ en cada ojo. No se planteó lo ordinario que queda aceptar un apoyo comercial; tampoco si a los valencianos les encanta la idea de ser invadidos por esa nube de polvo, ruido y aficionados que son las carreras de coches.
De lo que sí parece estar convencido mi señorito Camps es de que a sus votantes les fascina la fórmula 1.
Elvira Lindo bucea en los comentarios de los lectores para su columna. Envíelos a lectores@elpais.es
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