Ciudad lúdica
Me gustaría vivir en una ciudad fresca, lúdica, en absoluto preventiva, una ciudad que no fuera un hervidero de lamentos y de quejas, y donde los derechos colectivos tuvieran tanto valor como los individuales.
Me gustaría que mi ciudad no se viera estrangulada por la normativa, y que se abriera a las iniciativas de sus ciudadanos, en especial de los más jóvenes. Esos insolventes con ideas, siempre mejores que los grandes grupos que trabajan para que todas las ciudades sean iguales. Me gustaría ser feliz en una ciudad a la que no le diera pánico un razonable desorden. Por poner un solo ejemplo, la Barcelona que me gustaría nunca hubiera obligado a retirar la marquesina del Café Bauma, incluso la habría protegido. Pero aunque soy y siempre seré un cumplido barcelonés, soy consciente de que esas cosas ya sólo se le pueden pedir a Madrid o a París.
Pedro Zarraluki es escritor
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