Ligero de equipaje
Las largas vacaciones de Javier Sardá han tenido fama nacional, y eso iba contra él: todos los que hemos seguido en el tajo estábamos esperándole. Dutifrí (Tele 5) viene patrocinado por una marca de bebida energética, pese a lo cual tuvo en su primera entrega un aire desmayado y francamente bajo en calorías. Sardá parecía estar pasándoselo bien en Brasil, pero una cosa son las vacaciones pagadas y otra el alarde de un "lenguaje vacacional" (la expresión es de Musil), aquí tan trillado, inconexo y hasta un poquito plomizo. Si nos olvidamos de las expectativas, de la memoria marciana, del dinero (al fin y al cabo no público) que habrán costado los viajes, Dutifrí puede funcionar como el blog del gran comunicador catalán, que observa, anota, enreda, se burla, se venga y da libertad a los fantasmas. El Dioni, por ejemplo. Éste es un personaje muy explotado por los programas de entretenimiento, y seguramente el propio Sardá lo explotó en su día; ahora, desprovisto del morbo de las fechorías y del peluquín, El Dioni resulta un plasta, y la escena final en que guía a su anfitrión por la playa de Ipanema para darle una parte del botín era de una torpeza indigna de profesionales de la televisión. Brillante la idea (más que la resolución) de la revuelta antiturística, con Sardá pintado y emplumado tribalmente, recibiendo a los turistas en un poblado del Amazonas, y muy graciosa Loles León vestida de leopardo y abominando de la ecología en medio de la selva: "La naturaleza a mí me da igual. ¿No me vas a llevar a un chalet?".
En una jornada marcada por las imágenes de Francia, y esa Marsellesa -uno de los himnos más bellos de la historia- cantada ranciamente en honor de Sarkozy, Dutifrí tuvo, en su lado de pseudo-relato viajero a lo Quadra Salcedo, rivales modestos pero devastadores en La 2; tanto Joaquín Araujo en Espacios naturales: las tareas del agua como el Otros pueblos, de Luis Pancorbo, sobre las etnias de Kamchatka nos hacían viajar más lejos, nos descubrían mayores secretos, y nunca aburrían.
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