Siempre Corominas
El extremo del Espanyol, que marca en las grandes citas, anotó cuando apretaba el Bremen
Al Espanyol siempre le quedará Corominas. Cuando el partido está apretado, cuando el equipo blanquiazul está con el agua al cuello, aparece Fetiche Coro, como le ha bautizado parte de la hinchada, y resuelve el entuerto de la mejor de las maneras. Como anoche.
Apretaba el Werder Bremen y el Espanyol apenas salía de su área. Hasta que Riera, en un contragolpe iniciado por Tamudo, centró al borde del área chica. Reinke la pifió y Corominas aprovechó el error rival y consiguió el gol marca de la casa. "Ya contábamos con él", aseguró resuelto Daniel Sánchez Llibre, el presidente del Espanyol, al final del encuentro. A nadie le sorprendió. Coro siempre aparece. Como el día de su debut, en un partido de la Copa, en octubre de 2003. Iban 2-2, faltaban 10 minutos y el partido enfilaba hacia la prórroga. Salió, marcó y asunto terminado. Como la pasada temporada, cuando salió en la final de Copa para marcar el tercer gol que le daba la puntilla al Zaragoza (4-1) y el título al Espanyol. O como, por encima de todo, pasó en el último minuto de la última jornada de la Liga pasada, ante la Real, cuando marcó y evitó el descenso.
Pero el Espanyol sufrió de lo lindo de buenas a primeras, cuando Almeida marcó un tanto ante la mala salida de Gorka. Se metió en su área y le costó sudores despojarse de la presión. Coro nunca falla. Lacruz, que marcó el segundo, es nuevo en esto. Y el vestuario, con cantos en referencia al Sevilla, próximo rival europeo, lo celebró con entusiasmo.
Acabado el duelo, los jugadores del Espanyol se desgañitaron a modo de arenga en el vestuario. Entre abrazos y gritos, no podían ni hablar. "Hemos sacado los nervios que teníamos en el cuerpo", expresó Zabaleta. Las bromas fueron una constante. "¡Raúl, cuídate la rodilla para ir a Glasgow!", le soltaban los compañeros divertidos a Tamudo -hace varias temporadas no acabó en el Rangers porque un médico alegó que tenía fatal la articulación-. "No me queda otra...", contestaba divertido el punta. "A ver si marcas alguna vez...", le insinuaban divertidos a Corominas. "¡Go, go, go, nos vamos a Glasgow!", cantaba Daniel Sánchez Llibre. Y así con todos. Entre todos. La fiesta duró en el autobús y se prolongó en el avión. "¡Este equipo tiene huevos, este equipo tiene corazón, este equipo tiene todo para ser un campeón!", cantaban.
El sentir general del equipo lo resumió Tamudo, el capitán. "Hay que aprovechar esto porque es un momento que muy pocos pueden vivir", convino con la voz entrecortada. La alegría de Lacruz también era visible. "Maravilloso", soltaba sonriente. El central, acusado de un poco de sobrepeso por cierto sector de la grada, y de jugador lento y poco seguro, por la otra, inició la temporada de la peor de las maneras. Valverde le dio la tentativa un par de ocasiones y el equipo blanquiazul se trastabilló sin remisión. "No ha sido su culpa", decía Ernesto Valverde. "No creo que haya fallado yo, sino todo el equipo", respondía Lacruz. Pasado el tiempo, con la UEFA como escape, Lacruz ha regresado al equipo y todas las críticas se han convertido en elogios. Su gol certifica que estaba preparado para el reto. Como Corominas. Como el Espanyol.
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