Campo y playa
Nadal y Federer se miden hoy en una superficie mitad hierba mitad tierra batida
En la Catedral de Palma de Mallorca hay un retablo de cerámica que es testigo mudo de cientos de confesiones. Brilla frente a pequeñas luces que quieren recordar a velas. "Reproduce el milagro de los panes y los peces", según el autor, Miquel Barceló. Y se alza imponente frente a una verja a la que se acercan los fieles. Ayer, no. Llegó la tarde y en lugar de creyentes se reunió una legión de periodistas y fotógrafos. En lugar de rezos hubo codazos disimulados. Y en lugar de quietud y paz, medias carreras y flashes. Una marabunta se había desplegado a paso ligero por el centro de Palma. Perseguía, cámara en mano, la imagen de dos personas: Roger Federer y Rafael Nadal, los mejores tenistas del momento. El número uno y dos del mundo. El rey de la hierba, 48 victorias seguidas sobre césped, y el de la tierra (72). Allí, frente al retablo, Federer y Nadal se confesaron admiración mutua y recordaron a los presentes que tienen una cita. Le llaman la Batalla de las superficies. Y el nombre se queda corto. Con media pista de arcilla y la otra de hierba para sacar lo mejor de cada uno, Palma de Mallorca acoge hoy (16.00, Antena 3) un partido que mezcla un poco de caja registradora, un bastante de exhibición, un demasiado de peligro de lesión y un mucho de lucha por la supremacía psicológica en el tenis del siglo XXI.
"El que juegue en tierra tiene mucho ganado; la bola le irá más lenta", fue el resumen
"Desde sus inicios sé que Nadal es el tío al que hay que ganar", dijo Federer
Federer llegó a Palma en avión privado. Le recibió un coche de lujo que aceleró por el Paseo Marítimo hasta llegar al Consulado del Mar. Algunas de las adolescentes que se habían interesado por su visita a lo largo del día le esperaban allí. Hubo tímidos aplausos y sonoros piropos. El hombre, claro, viste de acuerdo con su pensamiento: "El tenis es un deporte de caballeros", dijo ayer. "Esperemos que siga así", apostilló.
Y Federer, por primera y última vez liberado, por fin ajeno a las interrupciones de los que tanto querían escuchar a Nadal, se lanzó a alabar a su rival, al hombre que le ha ganado siete partidos de diez, a su enemigo íntimo, su peor pesadilla, por un día, también de americana. "Supe que era muy bueno cuando era sólo un adolescente y me ganó en Miami. Entonces supe que Nadal era el tío al que había que ganar. Es un gran jugador. Yo no estaba ni cerca de ser tan bueno como él cuando tenía su edad. Entonces me sorprendió. Cuando se lesionó tuvo un verdadero test. Volvió a sorprenderme. Se demostró a sí mismo que era el rey de la tierra batida. Por eso lo de este año no me sorprende. Tampoco su récord. Será muy difícil ganar torneos en tierra si sigue jugando así", continuó antes de hablar desde el púlpito de su número uno. "Necesitamos a Nadal porque es jugador de tierra, por el mercado español... Nos llevamos bien dentro y fuera de la pista y compartimos la visión de hacia dónde debe ir el tenis".
Nadal lo escuchó todo con el cuello estirado, reduciendo el espacio entre sus oídos y las palabras de Federer, peleándose con el inglés. "Lo he entendido casi todo", dijo entre risas el mallorquín. "¿Cómo es jugar contra el mejor del mundo en hierba?", le preguntaron antes de que se marchara con Federer a la Catedral, el suizo casi del brazo del español, un chico del barrio enseñándole su ciudad a un guiri. "Sólo hemos jugado un partido en hierba, la final de Wimbledon. Con esa tensión, es difícil de evaluar. Abarca bien toda la pista y es difícil encontrarle mal colocado. Su facilidad de movimientos es increíble. También que siempre encuentre buenos golpes en esa superficie".
Y se fueron de excursión. Detrás de los dos, vestida de turista, con pantalón pirata y bronceado a la moda andaba Mirka, la novia de Federer. Con ella, los políticos, alguno esforzado en recordarle al suizo que Mallorca "antes era un reino". Un hombre con sotana que explicaba a los tenistas que Gaudí y sus discípulos habían decorado el altar mayor. Y una advertencia flotando en el ambiente.
"El que juegue en tierra batida tiene mucho ganado", resumieron Nadal y Federer. "No hemos podido probar la pista, pero en el lado de hierba habrá que evitar los puntos largos, irse a la red, porque al que juegue en tierra le irá la bola más lenta y al que esté en la hierba le saltará el doble de rápida", añadió Nadal. Para los dos, hombres competitivos como son, una advertencia: como siempre, sólo hay un juez de silla. El hombre, salvo milagro, no puede multiplicarse. Y ya se cuenta en Palma que ha dado un aviso: sólo bajará de su silla a comprobar las bolas dudosas que hayan botado en tierra.
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