Velocidad
Me lo dijo un amigo en un bar a las afueras de Huelva: "Un coche da mucha libertad". Es una idea muy personal que coincide con las consignas masivas de las agencias publicitarias aplicadas a la automoción. Mi amigo no entendía que yo no tuviera coche. Me veía desamparado, esperando el autobús. Los coches son libertad, fiesta en el puente del Primero de Mayo. Estas fiestas viajeras provocan inmensas movilizaciones policiales entre el viernes 27 de abril y el miércoles 2 de mayo, miles de personas en movimiento y peligrosas, como si diversión y riesgo fueran parientes. Crash, novela de J. G. Ballard y película de David Cronenberg, trata de automovilistas psicópatas que encuentran bastante gusto en el destrozo de coches y conductores, como si exageraran la manía adolescente por los coches de choque.
Estos puentes festivos pasan por encima de los días como quien salva un río o un barranco. Nos quitan de encima el espacio de tiempo entre dos días de fiesta pavorosamente vacíos, con todo cerrado, para que ni se pueda comprar, que es lo que da sentido a la vida. Lo fundamental, en el fondo, es el dinero, y el poder de desplazamiento y velocidad es un signo de clase. No era lo mismo antiguamente ir en pie que en burro o a caballo, y ahora hay coches y coches, segmentos y cilindradas, dicen los especialistas. Hay transportes públicos y privados. Viene a verme a Nerja desde Málaga, en el frontera con Granada, un amigo automovilizado y tarda en llegar media hora. El martes, en el autobús de las cinco, el mismo trayecto, invertido, duró dos horas menos diez minutos.
La velocidad es poder y libertad, y no creo que el ansia general de dinero sea egoísmo, sino amor a los derechos humanos. Todos queremos ser más libres, más iguales en dignidad, con más posibilidades de no ser sometidos a esclavitud o tratos degradantes. Parece, que dueños de un buen coche y con dinero, tenemos más derecho a circular libremente, y a casarnos y fundar una familia, y a disfrutar del tiempo libre, y a la educación, y a la salud y el bienestar, los puntos que toca la declaración universal de los derechos humanos precisamente. Y con dinero quizá resulte más asequible el derecho a la propiedad y a elegir libremente un trabajo.
Un buen coche es un signo del paraíso, aunque haya ecopesimistas que cuando ven un coche piensan en el atasco eterno o en la humareda tóxica que lleva todos los días a un trabajo turbio y precario. La abundancia de coches es síntoma de bienestar general, y una de las virtudes de la Semana Santa es que aumenta la venta de vehículos, esencial para la economía, para el capitalismo, quiero decir, única economía existente y respetuosa con los derechos humanos.
Conseguir beneficios es el fin natural del capitalista, ya sea individual, familiar o multinacional. El Estado ayuda con subvenciones porque el máximo beneficio empresarial es bueno para todos. En estas ideas elementales están de acuerdo hasta los dos partidos más irreconciliables del país. Cuanto más multinacional es el empresario, más libertad de movimientos tiene, y más velocidad. El cierre de Delphi, en Puerto Real, se anunció a larga distancia, fulminantemente, a través del teléfono. Los empresarios más potentes son los más móviles, capitalistas de alta velocidad. Y, mientras los juzgados tramitan la quiebra y la suspensión de pagos, y la Administración aquilata los compromisos adquiridos por la firma subvencionada, la fábrica de 1.600 empleados va parándose poco a poco, paralizándose, muriéndose, dejando de fabricar rodamientos, direcciones y amortiguadores. Desaparecen los clientes, se anulan los pedidos. Los obreros siguen cuidando las máquinas para que vuelvan a funcionar si algún dios así lo decide.
Es impotente el Estado, subvencionador, inversor público, encauzador de inversiones privadas, protector de los trabajadores locales. Lo desborda la lógica económica internacional, cada día más veloz, más poderosa. Habrá cínicos que, en secreto, consecuentes con su fe en la caridad y la libre empresa, ahora mismo digan que los creadores de riqueza de Delphi se van a crear riqueza a otra parte, adonde haya más necesidad.
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