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Reportaje:

Ideas europeas en el 'pop-art'

Luis Buñuel decía que John Steinbeck no hubiera ganado nunca el Premio Nobel sin los cañones del Ejército de Estados Unidos. La historia del arte también la escriben los vencedores. Hoy todo el mundo sabe quien es Leo Castelli, nadie duda de que Jasper Johns, Robert Rauschenberg, Roy Lichenstein, Andy Warhol o James Rosenquist sean artistas fundamentales, pero ese mismo "todo el mundo" nada o apenas nada sabe de Pierre Restany y estima que Daniel Spoerri, Martial Raysse, Jean Tinguely, Yves Klein, César, Arman, François Dufrêne, Raymond Hains, Mimmo Rotella, Jacques Villeglé y Niki de Saint Phalle son artistas decorativos y con sentido del humor. De segunda división, vamos.

El Grand Palais de París nos ofrece la posibilidad de revisar la historia. De descubrir que los inventores, los auténticos creadores, estaban de ese lado del Atlántico. O que al menos, también estaban en ese lado. Y que fueron los primeros. ¿Es eso importante? En arte moderno y contemporáneo sí porque muy a menudo es más importante la idea que su materialización. Lo que cuenta es decidir ampliar las cerillas hasta hacerlas gigantes, o pintar de rosa fotografías, o utilizar los colores y los símbolos de las banderas y los uniformes para componer una tela. Quien lo hace primero es el artista, el segundo, un copista. Pues bien, esos "decorativos con sentido del humor" fueron los primeros. Y fueron mejores. Pero París ya no era la capital cultural del mundo y sus coleccionistas no tenían la potencia de fuego de los neoyorquinos.

En arte contemporáneo quien lo hace primero es el artista, el segundo, un copista
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Jean Tinguely inventa máquinas que dibujan y, sobre todo, una máquina con alma que se suicida -se autodestruye- el 17 de marzo de 1960 en los jardines del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Yves Klein expone, en París en octubre de ese mismo 1960, "el vacío": en la galería, de un blanco impoluto, no hay nada. Al mismo tiempo, en otra galería parisiense, Arman, presenta "lo lleno": una sala rebosante de detritus en la que es imposible entrar. Niki de Saint Phalle nos pide que disparemos contra figuras repletas de pintura que, al estallar, se autopintan. Y Daniel Spoerri aprovecha los almuerzos y desayunos de los amigos para, en vez de lavar lo platos, pegarlos a una superficie y lacarlos para evitar el proceso de corrupción de los restos. El resultado es una Pompeya moderna, un testimonio de vida cotidiana suspendido en el tiempo como las figuras cubiertas por la lava.

Entre el grupo de los Nuevos

Realistas -la etiqueta se la inventa Pierre Restany en octubre de 1960- también figuraba Christo, que ya empaquetaba bidones o quien sabe qué. Sus empaquetamientos, en París, no valían lo que valieron luego, a partir de 1964, cuando el artista se instaló en Nueva York. ¿Su obra es distinta? No, pero es americana y por consiguiente de mayor valor. ¿El razonamiento es demasiado sencillo? Sí, pero cierto. La prueba de esa certeza la tenemos en la exposición que la galería neoyorquina Sidney Janis -gran difusora del expresionismo abstracto hasta ese momento- organiza en octubre de 1962 bajo la denominación The New Realists. Es la presentación de 54 obras de 29 artistas y, entre ellos, Jim Dine, Warhol, Lichtenstein, Oldenbourg, Arman, Hains, Rottella o Tinguely. El texto de presentación de Restany fue mutilado, desapareciendo sus consideraciones sobre "el carácter más apropiativo" de los objetos por parte de los europeos frente al "más estetizante" que él considera caracteriza a los estadounidenses. Restany cree que los neoyorquinos siguen anclados en el pasado mientras que los parisienses tienen un "futuro energético". ¡Santa inocencia!

Visitar la actual exposición parisiense Le Nouveau Réalisme sirve para situar las cosas. El tiempo ha consagrado y trivializado el pop-art. Su supuesto poder revulsivo ha acabado en el casino de Montecarlo. Los polvorientos Hains y Villeglé son bellos pero no decorativos, Deschamps se anticipa a sus colegas norteamericanos en la utilización de corsetería femenina, las expansiones de César preceden a las ampliaciones de Oldenbourg, las acumulaciones de Arman a los de sus equivalentes y, sobre todo, detrás del humor, del espíritu crítico de todos los apadrinados por Restany, no hay complacencia sino una cierta desesperación ante un mundo que lo transforma todo en mercancía. ¿Son mejores? Simplemente, vieron antes y más lejos.

Nuevo Realismo. Galerías nacionales del Grand Palais. Square Jean Perrin. París. Hasta el 2 de julio.

'Caballo de juguete envuelto' (1963), de Christo.
'Caballo de juguete envuelto' (1963), de Christo.

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