Osasuna baja a la tierra al Sevilla
El gol de Soldado se antoja una renta pequeña para el dominio del equipo navarro sobre la peor versión del andaluz
El éxito genera vértigo, el fracaso, miedo. El Sevilla, empezó el partido en Pamplona con las dos sensaciones. Se sabía favorito, se siente gran equipo, pero no se sentía superior a un rival que se le indigesta en los combates breves. Así que reculó, especuló, se amarró atrás, con una disposición táctica espartana y cartesiana, sin la mas leve concesión a la aventura. Osasuna, no se sentía ni superior, ni inferior; se sentía ante su gran día, el más importante de su historia y se encontró con tres cuartas partes del campo a su antojo, con el balón más tiempo del que creía y con una pequeña colección de ocasiones con las que quizás no había soñado.
Poco a poco, Osasuna le rumió la jerarquía, el campo y el balón a un rival muy conservador. Baste decir, que en toda la primera mitad, Daniel Alves apenas traspasó la línea divisoria del centro del campo, que Luis Fabiano era una pieza decorativa y Kanouté un jarrón en el área.
OSASUNA 1 - SEVILLA 0
Osasuna: Ricardo; Izquierdo, Cuellar, Cruchaga, Corrales; Puñal, Raúl García; Juanfran, Soldado (Webó, m. 81), David López; y Milosevic (Valdo, m. 87). No utilizados: Elía; Javi Flaño, Josetxo, Erice y Muñoz.
Sevilla: Cobeño; Alves, Javi Navarro, Escudé, Dragutinovic; Navas, Poulsen, Martí (Hinkel, m. 76), Adriano (Puerta, m. 90); Luis Fabiano (Kerzhakov, m. 61) y Kanouté. No utilizados: Palop; Ocio, Maresca y Chevantón.
Gol: 1-0. M. 54. Libre indirecto que saca David López y peina Soldado al segundo palo.
Árbitro: Eric Braamhaar (Holanda). Amonestó a Poulsen, Kanouté, Navas, Soldado, Cuellar y Luis Fabiano.
18.500 espectadores en el Reyno de Navarra. En el minuto 65, el cuarto árbitro, Pieter Vink sustituyó a Braamhaar, lesionado con una rotura de fibras en el gemelo.
Sobre esa base empezó Osasuna a construir poco a poco, sin prisa, pero sin pausa, su historia. Puñal, por sabiduría (a pesar de sus carencias físicas) y Raúl García (por sus excelencias físicas) propulsaron a un Osasuna que tiene en los costados dos futbolistas sutiles, Juanfran y David López, que empezaron a pisar el área. Era la lucha entre un Sevilla laborioso, ordenado y precavido frente a un Osasuna animoso, impreciso y frontal.
Y Osasuna fue acumulando ocasiones. Hacerle cuatro al Sevilla en medio partido ilumina una buena estadística. Le faltó precisión en el remate a Puñal que tiró fuera, a Juanfran que se enredó en el momento cumbre, a Raúl García en un cabezazo picado que salió flojo y a Cuéllar que le faltó un segundo para cabecear bien en el segundo palo.
Lo cierto es que el equipo sin complejos se había adueñado del partido, sin aspavientos, más por energía y fe que por superioridad futbolística manifiesta. A Osasuna le movía el deseo de ganar y lo argumentaba en la capacidad para desbordar de sus extremos y la viveza de Soldado para explorar cualquier resquicio de flaqueza en la defensa. Lo encontró cuando vivió su mayor decepción. Una falta bien pitada por el árbitro, a su favor, la convirtió en una patada a Poulsen, sin medida, que le costó la tarjeta y la suspensión para el partido de vuelta. La sacó David López y Soldado marcó a su estilo, de listo, peinando el balón y anticipándose al defensa que dudó un instante. Triunfo y tragedia en 30 segundos.
El partido era de Osasuna. El Sevilla daba por primera vez la imagen de un equipo cansino, apagado, sin chispa, como sin alma. El gol más que encorajinarle, le amedrentó y David López pudo hacer el segundo en una volea fallada increíblemente en el área pequeña. El partido ya era un monólogo de Osasuna. Pero los enfrentamientos entre ambos equipos jamás están exentos de incidencias de cualquier tipo. Tras una tangana que empezó a sugerir los peores momentos de la historia común, llegó el gol y luego la lesión del árbitro que paró el partido durante cinco minutos. Al Sevilla, confundido y con el miedo en el cuerpo, el frenazo le vino bien, no porque cambiase de estilo sino porque atemperó a Osasuna que ya circulaba por una autopista.
Lo más extraño y lo más lamentable que podía decirse del Sevilla es que había sido incapaz de fabricar ni una sola ocasión de gol. Toda una noticia en un equipo que se distingue por su creatividad y su ritmo, dos ausencias insospechadas en Pamplona. Quizás pagó el maratón que acumula en sus piernas, quizás el miedo al éxito, quizás el miedo al fracaso, o simplemente el cansancio.
Osasuna tuvo al Sevilla a su merced. Jugaban a dos velocidades distintas y eso es mucho discutir con Osasuna que adivinó en seguida las flaquezas de un rival que se parecía poco a lo que viene siendo hasta el momento.
El Sevilla entendió el mensaje. No era su día. Ni estaba fino, ni estaba listo, ni estaba para casi nada, salvo para resistir el embate, aguantar las embestidas, defender el resultado y si llegara, encontrar un golpe de fortuna que le redimiese de tanto trabajo. Y lo pudo encontrar Navas en un remate sobre la marcha que lamió el larguero. Curioso: la primera ocasión de gol sevillista llegó casi en tiempo de descuento. Nadie destacaba en el Sevilla, sólo su fe para resistir y la sensación de que una derrota mínima era un mal menor.
El problema es que Osasuna no es una máquina y también gasta sus pulmones. Ciertamente el parón por la lesión arbitral le dio aire pero le bajó las pulsaciones. Hasta el Sevilla pudo sacar su defensa de la cueva, adelantar el medio campo y llegar al menos al área con algún asomo de peligro. Eran ramalazos, asomos de lo que en realidad el Sevilla es y ayer no lo pareció en el Reyno de Navarra. El gol de Soldado deja las cosas en el aire para todos menos para la afición osasunista que en tiempo de descuento comenzó a cantar "Oé, oé, oé, a Glasgow otra vez".
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