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Fútbol | Copa de la UEFA: ida de las semifinales

El árbitro abandona el partido lesionado

Ni bronca, ni pelea -sólo la mínima-, ni falta de juego. El duelo de ayer en el Reyno de Navarra se caracterizó por dos circunstancias: la primera, un gol de Soldado; la segunda, la lesión el árbitro holandés Bramar, que sufrió rotura de fibras de un gemelo en el minuto veinte de la segunda mitad. La lesión llegó en el momento más inoportuno para Osasuna, cuando el conjunto navarro se encontraba en una especie de estado de gracia ofensivo, con insistencia en el ataque y muchas comodidades en la zaga. Sin embargo, el trencilla, el mismo que había festejado un gol del Ajax hace un par de semanas como si fuese jugador del equipo, sufrió un tirón cuando el partido más se acomodaba a los intereses de los navarros. Al holandés le sustituyó su compatriota Pieter Vink. Hasta ese momento, su actuación sólo había sido determinante en un momento: cuando amonestó a Soldado por agredir a Javi Navarro después de que éste le propinase una llamativa zancadilla.

La afición de Soldado al desmadre en el área, al empujón involuntario y a la caída acrobática hacía presagiar poco bueno. Después de un primer tiempo sin mayor relevancia, sólo lucha y discreción en el ataque, el delantero canterano del Madrid parecía más predispuesto a la lucha sin sentido que a marcar en la meta de Cobeño. Sin embargo, Soldado reservaba partes iguales de héroe y villano. Ya bien entrado el segundo tiempo, Javi Navarro, habitual de tanganas y refriegas, barrió al osasunista. Sin embargo, encontró en el rojillo la horma de su zapato. Desde el suelo, a destiempo y con mala intención, golpeó el gemelo del central. No había excusas para la agresión, ni siquiera un roce destacable durante la primera mitad, pero la batalla por el terreno la determinan las marcas y las personalidades; y ninguno de los dos es capaz de regalar un metro por compromiso.

Sin embargo, el golpe a destiempo costó una tarjeta amarilla a Soldado, pese a que la falta pitada por el colegiado favorecía a los intereses de los navarros.

El delantero valenciano juró que la agresión no había existido, se desgañitó (en español) contra el árbitro holandés, que con la cartulina amarilla le condenaba a no jugar el encuentro de vuelta. La amonestación sirvió de acicate para el ariete. En el saque de la misma falta que le había costado la tarjeta, el delantero remató con precisión el lanzamiento botado por David López. Sólo con un testarazo, el delantero pasaba de villano a héroe y de histérico a justiciero.

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