La fiesta abierta al público
La idea de que la Feria de Abril es una fiesta "cerrada" de la que sólo pueden disfrutar los sevillanos es un tópico, como casi todos, más que cuestionable. Pero en este caso tiene una base cierta: de las 1.046 casetas que se instalan en el recinto ferial, apenas una decena son completamente públicas. Ahora bien, en la Feria la privacidad es siempre relativa. Para los que la buscan y para los que la esquivan. Hay casetas financiadas por manos privadas en las que la entrada es libre, el secreto es dar con ellas. Para saber por dónde empezar, ahí van algunos ejemplos:
Las seis casetas de los distritos municipales son las más concurridas por los que no tienen caseta propia ni amigos que le inviten a las suyas. Por la noche, se convierten en un híbrido de caseta-discoteca, punto de reunión de jóvenes que abarrotan el interior y los aledaños. Si busca un ambiente relajado y típicamente ferial, mejor evitarlas a esas horas. Pero durante el día, funcionan como cualquier otra caseta: mesas y sillas para sentarse a comer, charlar y beber, una pista para bailar y altavoces donde mandan las sevillanas. Al contrario de lo que ocurre en algunas privadas, en las que las consumiciones se abonan con tiques que sólo están a disposición de los socios, en las públicas la comida y la bebida se paga con dinero en la barra, como en cualquier bar.
En la calle Costillares (números 13-17) hay una caseta popular de entrada libre. Las de los partidos políticos y los sindicatos tampoco suelen restringir la entrada. La que más tradición y solera tiene es la del Partido Comunista, la Pecera (calle Pascual Márquez, 9), donde nadie pregunta a quién busca ni con quién viene. Las de algunas asociaciones, casas regionales y muchas hermandades de Semana Santa son también de libre acceso, aunque la presencia de un guardia de seguridad en la puerta pueda resultar intimidatoria.
La fama de fiesta privada y cerrada se le disparó a la Feria casi a la vez que se empezó a generalizar la presencia de vigilantes de empresas de seguridad o de porteros contratados por los socios en la entrada de las casetas. A menudo, su misión es asegurarse de que sólo acceden los socios o sus invitados, pero otras les contratan para que hagan de filtro y disuadan a vendedores ambulantes, ladrones y visitas que puedan resultar molestas. Un consejo: no intentar entrar a la vez con un grupo de más de cinco o seis personas. Es mejor dividirse y entrar poco a poco. Otro: aparentar seguridad, no sentirse intimidado por la presencia del vigilante y no quedarse en la puerta con cara de turista despistado.
Por lo demás, fuera de las casetas todo es igual de accesible para sevillanos que para foráneos. La calle del Infierno, un parque de atracciones de casi 70.000 metros cuadrados que acoge aparatos mecánicos para todas las edades, tómbolas, casetas de tiro y decenas de juegos con regalo para el ganador. Además, el Circo Mundial tiene sesión todas las tardes de la Feria y hasta el próximo 2 de mayo.
Aunque la vida de la ciudad se muda al recinto ferial durante la fiesta, si la Feria le satura también puede disfrutar fuera: el Museo de Bellas Artes, Isla Mágica o Itálica no cierran por vacaciones.
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