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Columna
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Calma chicha

A un mes de las elecciones, una pesada calma chicha parece haberse instalado en el panorama político valenciano. Como un fiel reflejo del estado de la mar, las expectativas electorales de unos y otros parecen estancadas en este campo de regatas previo a los comicios que son las encuestas. La última de ellas, publicada el pasado domingo, refleja un aire de completa quietud, similar al que ha puesto de los nervios a los organizadores de la Copa del America. El PP estaría al borde de conseguir una mayoría, que la encuesta atribuye a una alianza de los socialistas con la coalición Compromís pel País Valencià. Un solo escaño marcaría la diferencia entre unos y otros. La encuesta coincide con el resultado de la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas, en las que a pesar de que más de un tercio de los electores decían no tener decidido el voto, las previsiones se han cumplido al milímetro. Circunstancia que, a todas luces, devuelve grandes dosis de credibilidad a la tantas veces denostada ciencia demoscópica.

En las elecciones autonómicas valencianas, la posibilidad de que finalmente la mayoría dependa de uno o de tres diputados, otorga a la cuestión de las listas y la fidelidad partidaria un valor decisivo. Después de cómo se las gastó el PP en las últimas elecciones a la Asamblea de Madrid, arrebatando la mayoría al PSOE e IU con la cooperación necesaria de dos tránsfugas, para la izquierda cualquier precaución es poca. Es de suponer que tanto el PSPV-PSOE como Esquerra Unida y el Bloc habrán hecho no ya la prueba del algodón a sus candidatos, sino que habrán desempolvado los polígrafos de la época de la guerra fría para rastrear hasta sus más ocultos pensamientos. Y es que, ahora que el Papa "resucita" el infierno, no está mal recordar aquello que decía el catecismo de primer grado "Dios lo ve todo, lo pasado, lo presente y lo futuro, y hasta los más ocultos pensamientos". La izquierda no es, ni mucho menos, omnisciente, incluso a veces es bastante ciega. Tampoco es muy dada a creer en el infierno, en cualquier caso piensa que está aquí (en el tercer y en el cuarto mundo) o rememora la famosa frase de Sartre de que "el infierno son los otros", en este caso el PP, los promotores urbanísticos y otras tentaciones del mundo. Así que ahora debe estar ojo al parche.

En el supuesto de una mayoría ajustada del PP, también cobra importancia el asunto de la cohesión interna. Francisco Camps parece haber laminado a los zaplanistas, a los que apenas ha dejado hueco en las listas. Sin embargo, el protagonismo de los pocos fieles que le quedarán a Zaplana en el futuro grupo parlamentario puede ser decisivo en el caso de una victoria de Camps por la mínima. En este supuesto no hay peligro de transfuguismo -el poder une mucho y cuando se junta con el cemento aún más- pero lo que es seguro es que venderán caro sus apoyos. Otra cosa es lo que puede pasar en el PP valenciano si no ganan las elecciones. La venganza del zaplanismo sería terrible y la guerra interna estaría asegurada. Ahora la batalla interna del PP atraviesa su particular período de calma chicha, pero después de un fracaso en los comicios, la larga lista de damnificados por un Camps al que los zaplanistas tomaban por presidente de chicha y nabo haría relucir de nuevo todos los cuchillos internos.

Lo ajustado de las previsiones y los casos de los empadronamientos misteriosos auguran trabajo suplementario a las juntas electorales y a los aparatos de los partidos que en los próximos días tendrán que controlar chabolas y geriátricos.

Aunque la influencia de las campañas electorales en los resultados finales de los comicios es en general muy pequeña, en esta situación de virtual empate técnico, lo que suceda en las próximas semanas puede ser decisivo a la hora de que la balanza electoral se incline a uno u otro lado. En este sentido, será muy interesante el papel que va a desempeñar Carmen Alborch en la campaña electoral propiamente dicha. De momento, ha conseguido una presencia en los barrios y una corriente de simpatía y cohesión en muchos sectores de la ciudadanía que transmiten la ilusión del cambio, por el boca a oreja físico y a través de la red. Falta por ver cómo juega la multiplicación del factor Carmen en vallas o televisiones, algo que al PP le espanta, tal como ha quedado de manifiesto con el vergonzoso y zafio boicoteo al que está siendo sometida por Canal 9 y otros medios obscenamente serviles con la derecha. Sin embargo, curtida como está la izquierda en sufrir la manipulación mediática del PP, su presencia, siquiera sea en los reglamentados espacios de propagada electoral, hará que necesariamente su visibilidad aumente. Al final la calma chicha se acaba y cuando se sabe adónde ir, un poco de aire fresco pude ser suficiente para imponerse.

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