Miradas divididas
Ronaldinho volvió anoche a El Madrigal tras dos partidos ausente. No jugó contra el Mallorca y tampoco estuvo tres días después ante el Getafe, en un partido de Copa en el que todo el protagonismo se lo llevó Messi con su gol a lo Maradona. Por un día, pues, las miradas de El Madrigal estaban divididas: igual de pendientes del menudo jugador argentino que del crack brasileño y su estado de forma tras las especulaciones.
La consigna en el Villarreal para detener a Messi estaba clara: no darle un metro, encimarle lo reglamentariamente posible y proporcionar coberturas a su marcador. A José Enrique, un portento físico, le tocó bailar con el pequeño diablo. Messi tardó en enchufarse al partido. El Barça tiene demasiados recursos para preocuparse por el estado de gracia de un determinado jugador. Ayer, el centro del campo azulgrana, con Xavi, Iniesta y Deco de directores de orquesta, administraba el esférico con dulzura y criterio. El Barça quería el partido.
La primera intervención de Messi no tuvo brillantez, pero sí efectividad. Sucedió al cuarto de hora. Le llegó un balón rechazado de la defensa y su duro disparo lo detuvo Viera como buenamente pudo con el pie derecho.
Ronaldinho, ubicado en su posición habitual, escorado en la banda izquierda, tardó más en aparecer. En el minuto 24 a punto estuvo de adelantar a su equipo tras un remate de cabeza, especialidad que ha descubierto esta temporada. El balón lo sacó un defensor en la línea de gol. Hicieron poco más. Ni Messi ni Ronaldinho ofrecieron anoche su mejor versión. Sí lo hizo el Villarreal en la segunda mitad. Pirès, en una jugada que habría firmado el mismo Barça, adelantó a los amarillos. Marcos ratificó luego y dio un punto más de emoción a la Liga. La lucha por el título se condensa.
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