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Reportaje:Elecciones presidenciales en Francia

Ségolène, la hija política de Mitterrand

La aspirante socialista ha girado a la izquierda en la recta final de la campaña presidencial

Ségolène Royal, de 53 años, nacida en Dakar (Senegal) de una familia de militares, es la primera mujer que tiene posibilidades reales de presidir Francia. Compañera sentimental del primer secretario del Partido Socialista francés (PS), François Hollande, con quien tiene cuatro hijos, se formó en la Escuela Nacional de la Administración (ENA), la fábrica de élites de la V República. Ha sido dos veces ministra y es presidenta de la región Poitu-Charentes.

Cuando hace poco más de un año empezó a dejar claro que pretendía convertirse en la candidata socialista a la presidencia, los pesos pesados del partido que lidera su compañero, desde el supuestamente retirado Lionel Jospin pasando por el ex primer ministro Laurent Fabius o el ex titular de Economía Dominique Strauss-Khan, reaccionaron con displicencia. "¿Quién cuidará de los niños?", dijo uno de ellos. Una frase que quedó grabada en el imaginario popular, porque consiguió el efecto contrario que sus rivales pretendían. A partir de aquel momento todo lo que le lanzaban rebotaba contra el agresor.

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Royal recorrió el país, entró en contacto directo con los militantes, aguantó impertérrita todas las descalificaciones y consiguió crear una masa crítica en el viejo PS, renovado con la entrada de sangre joven atraída por esta mujer. En octubre, en las primarias del partido, derrotó de forma aplastante a Fabius y Strauss-Khan. Jospin ni se presentó.

Su estrella crecía a ojos vista. Parecía imparable. Pero, cruzadas las navidades, el arrollador impulso de su rival conservador la cogió a contrapié. Cada uno de sus errores fue amplificado hasta la exageración. Sus declaraciones, incluso si no eran ciertas o estaban sacadas de contexto y manipuladas, se convertían en prueba de su supuesta incompetencia.

Lejos de perder la compostura, aguantó estoicamente los golpes con una displicencia un tanto envarada, lo que aún irritaba más a sus adversarios. Mantuvo intacto su modelo de campaña. En la última recta aceptó el reto que le tendía su rival conservador, lanzado abiertamente en busca de los votos de extrema derecha, y que la acusaba de "laxismo" con los delincuentes y ponía en duda su patriotismo. No contaba con que esta hija de militar no le hace ascos a nada de esto. Se puso a cantar La Marsellesa para cerrar sus mítines y pidió a los franceses que tuvieran la bandera tricolor en la cocina.

Y giró a la izquierda. Dejó atrás todos los matices sobre el modelo social, abandonó cualquier referencia al blairismo, acudió en apoyo de huelguistas. Royal sabe muy bien, como hija política de François Mitterrand, que en unas presidenciales lo importante es pasar a la segunda vuelta.

La candidata socialista, Ségolène Royal, tras un mitín el viernes en Poitiers.
La candidata socialista, Ségolène Royal, tras un mitín el viernes en Poitiers.REUTERS

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