Un milagro: Ginger y Fred
El sábado 14 de abril Canal 2 Andalucía emitió, en versión original y sin cortes publicitarios, Ginger e Fred, una película de Federico Fellini de 1985. Muchas gracias.
En 1985, la televisión italiana había llegado a unos niveles de degradación que aún hoy parecen insuperables para quien no los haya vivido en su momento. Fellini vivió esa nueva "cultura de masas" como un auténtico suplicio y descargó en Ginger e Fred toda su indignación ante semejante fraude, pero sin renunciar a entregarnos otra de sus historias ejemplarmente sentimentales.
Una pareja de baile (Giuletta Massina y Marcello Mastroiani) que en su juventud se hizo famosa imitando a Ginger Rogers y Fred Astaire, se reencuentra en un programa de televisión en el que todos los que intervienen son imitadores de artistas famosos o gente con un parecido notable con alguien conocido (hay un doble de Kafka, por ejemplo). Pero entre Giuletta y Marcello hay algo más que esta nueva oportunidad de ver la luz de los focos y la oscuridad de la platea: la historia de amor que no cuajó, el final prematuro de su carrera arrumbados por la cultura de masas que ahora los repesca para seguir machacándolos con la imitación de sí mismos, pero ya viejos, imposibles de maquillar, ella pragmática, él histriónico, incapaz de tomarse en serio su propia tragedia... Tienen que encontrarse a solas, en una sala de maquillaje con los espejos cubiertos con plásticos que impiden reconocerse; prueban a hablar, el miedo va de uno a otro como una manera de vivir.
Llega el momento de salir al plató: ellos dudan, se miran, el regidor los empuja, se abre el decorado y allí está la luz cegadora del plató. Y para ese momento Fellini crea una puesta en escena indescriptible cuya belleza procede del milagro de que esa vieja pareja salga de nuevo a escena para salvar el pudor, la dignidad y la lealtad. En el poderío de ese pequeño instante lo entregan todo, empiezan a bailar. Pero se va la luz, el plató queda a oscuras, no hay nada, ellos dos ni siquiera saben cómo es el suelo que pisan. Y hay un final, claro. Si no la han visto, búsquenla.
Pero en la película domina otra historia: el retrato implacable que Fellini hace de la televisión. En 1985, Bettino Craxi había blanqueado ya el traje de Berlusconi, que además de empezar a asomarse a la arena política estaba consolidando ya un poder mediático implacable. Y en ese mismo año, siendo primer ministro de Francia Michel Rocard, empieza a emitir La Cinq, versión francesa del berlusconismo que poco después llegaría a nuestro país. En Francia, las revistas de cine (Cahiers, Positif) saludaron Ginger e Fred como un acontecimiento político. Y aunque la historia de amor que yo he preferido contar sea -en mi opinión- lo más válido del filme, creo que ese retrato que hace Fellini de la televisión como una máquina de picar carne sigue siendo completamente exacto.
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