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Columna
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'Hidentidad' local

Esto de las empresas plagadas de ejecutivos sedentarios que se dedican al deporte está poco estudiado. Una vez eliminada la posibilidad de que el fútbol sea sólo un desfogue infantil ("¡Mira mamá: sin manos...!"), lo que nos queda es preguntarnos por la representatividad que una sociedad anónima se adjudica a sí misma para conseguir el abono del ciudadano orgulloso de su localidad. Por lo pronto, pocos clubes usan el nombre de la ciudad en la que operan los directivos que han transformado este deporte en espectáculo. A un partido del Vigo-Citroën contra el Coruña-Fadesa (que serían los nombres que usarían en otros deportes) se le denomina "derby Depor-Celta", que eran los clubes originales de nombres legendarios: se aprovechan de ellos para abreviar. Es un mundo SMS de eslogan y telegrama. Lo bueno, si breve, dos veces breve.

En este territorio ignoto de "mano-penalty-lo-tiro", el baile de las sillas parece ser habitual. Tras unas copas de coñá y unas farias, los autodenominados defensores del honor local compran y venden jugadores, entrenadores, derechos de televisión, camisetas sudadas por suplentes y pitos de árbitro empalado en lo alto del marcador electrónico. Es edificante porque casi todos vienen del mundo de la construcción: ese mundo ostentóreo que vive en el mítico candelabro. A veces nos proporcionan risas y abrazos; y otras, lágrimas y sablazos. Padre, perdónales porque saben lo que hacen.

Decía Noam Chomsky que él no podía identificarse con los New York Knicks a pesar de ser el equipo de su pueblo porque, en realidad, se trata de una sociedad anónima privada que hace sus propios negocios y muchos de sus jugadores (si no todos) pisan la Gran Manzana por primera vez cuando les ficha el club.

Bien: una vez situada la barrera con las manos en los huevos, vamos al tajo.

Cada comunidad tiene su identidad. Cada ciudad tiene sus códigos secretos. Cada país tiene su tierra baldía. Y cada planeta, su desgracia sideral. Lo importante es pasarlo bien y no llevar un golpe en la cabeza. Así, el conjunto de identidades, códigos, desiertos y desgracias, conforman al ciudadano conforme; esto es, al que se apaña con el estereotipo, el logotipo, el fenotipo o el genotipo que le viene de atrás, de arriba, de abajo y de entre las piernas. (Esto es algo que todo estudioso de Coco de Barrio Sésamo sabe.) Cuando gritamos en comunidad, agachamos la cabeza en soledad.

El conjunto vacío no es el conjunto estéril. De la nada siempre surge algo; de lo improductivo sólo surge lo improductivo. Y nada más improductivo que intentar parar de cabeza un misil con cabeza nuclear. Tampoco es práctico despejar con los puños. Para no hablar de las jugadas de pizarra; esas que, cuando funcionan, pasan a los ordenadores y, cuando no, pasan desapercibidas. El recorrido al trote por la banda (izquierda o derecha, según se mire) hacia la identidad, lleva a las comunidades a estamparse contra la pared de sus códigos genéticos más profundos. Por poner un ejemplo que viene al caso, una ciudad tan identificada con la letra C como Vigo, se pasa a la hache con gesto desafiante y por imperativo futbolero. En otras palabras: una vez contratado Stoichkov como entrenador, habrá que cambiar el Cristo de la Victoria por la Victoria de Hristo (o la derrota, en su caso). Por su culpa tendremos que cambiar al Celta por el Helta y a Citroën por Hitroën. Mmh..., y a Cachamuiña por Hachamuiña, al Corte Inglés por el Horte Inglés, a Corina por Horina, al Castro por el Hastro y, así, ad nauseam. La ciudad C, que no es Coruña ni Compostela, se convierte en la ciudad H por un fichaje.

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¡Harallo! Digo... ¡carallo! ¡Cuánta letra muda para tanta cacofonía de identidades! ¿Quién es el burlador de letras? ¿El letreador de burlas? La pista búlgara llega hasta Balaídos. El derby Coruña-LoQueSea contra el Vigo-VayaUstedASaber de 2037 acabará jugándose en lo que quede de A Cidade da Cultura de Compostela (¡C.C.C.!) y ganará el que mejor deletree la palabra estreptornitorringolaringolofragilísticoespialidoso (Es la más larga del mundo que no contiene haches. Tampoco significa nada, pero eso poco importa) julian@discosdefreno.com

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