Hay quien dice que no se entera
Hay tramos de la ciudad que son una metáfora del todo: reproducen virtudes y defectos a pequeña escala. De las virtudes, los vecinos no se quejan. De los defectos, bastante. Un grupo de vecinos se dirige a esta sección para explicar el microcosmos que forman las calles de Galileo, Caballero, Vallespir y avenida de Madrid: una manzana que concentra no pocos de los problemas del resto de Barcelona.
En la calle de Galileo hay, en apenas cuarenta metros, una gasolinera, un gimnasio, un aparcamiento, un par de talleres, un concesionario de coches y un solo carril de paso. Los talleres reciben coches que van en grúa. Éstas se paran en mitad de la calle para descargar y bloquean el paso de todos los demás, salvo a las motos, que pasan por la acera. Aunque no siempre. A mediodía y al atardecer, las aceras se llenan de motos aparcadas por gente que va al gimnasio y necesita llegar rodando hasta la puerta, no sea que se agoten antes de empezar el ejercicio. Las aceras, por supuesto, no hacen tres metros y, además, el Ayuntamiento ha pintado zonas para aparcar las motos en la calzada. Pero a veces se llenan esas zonas y otras vence la pereza del motorista.
En 40 metros hay una gasolinera, un gimnasio, dos talleres... y un solo carril de paso
La gasolinera recibe gasolina con grandes tanques que tienen dificultades para moverse. Lo hacen, una vez más, bloqueando la calle durante un ratito (a sumar al de las grúas y a alguno más que se verá). Bloquean la calle al llegar y al partir, para deleite de los vecinos, que se regocijan con un concierto de bocinas, sea la hora que sea.
Bloqueo y bocinas
Al gimnasio, que tiene también piscina, acuden muchos colegios con chavalillos que así aprenden a nadar. A nadie se le ocurrió que los autocares necesitan pararse y dejar a los rapaces. De modo que los autocares paran en mitad de la calle: cuando llegan y cuando se van. Un poco más de bloqueo y de claxons.
Eso no pasa los fines de semana, cuando baja mucho la asistencia al gimnasio. Tanto, que el espacio de las motos está casi vacío. Algunas furgonetas aprovechan para aparcar. Como los fines de semana no hay grúas, sus conductores se sienten tranquilos. Eso sí, bloquean cualquier posibilidad de visión para los conductores que salen del aparcamiento. Pero un accidente más ¿qué importa?, siguen contando los vecinos que aceptan que los camiones, las grúas y los autocares tienen que parar. Pero se preguntan por qué el Ayuntamiento no ha habilitado zona de carga y descarga para evitar los colapsos.
Para colmo, el Consistorio tomó hace relativamente poco la decisión de permitir que accedan a Galileo desde la avenida de Madrid los vehículos que circulan desde plaza del Centro (giro a la derecha) y los que van en sentido contrario (giro a la izquierda). Así, los atascos son más concurridos.
La calle de Caballero tiene un almacén de reparto. Tampoco hay zona de carga y los repartidores dejan las furgonetas en mitad de la calle. Sólo hay un carril. A veces, algunos conductores aprovechan que el Ayuntamiento ha ampliado las aceras para aparcar cómodamente, con las cuatro ruedas sobre la acera, total, con ello sólo obstaculizan los paseos de quienes viven en una residencia de ancianos.
La calle de Vallespir tiene tres carriles entre Caballero y avenida de Madrid. Uno es para girar a la izquierda, pero está normalmente utilizado por quienes aparcan (hay un tramo de carga, generalmente lleno, de modo que se utiliza también el carril de al lado). El carril de la derecha sirve para girar en ese mismo sentido. Es muy utilizado por los camiones de un supermercado y por quienes acuden a realizar compras en alguno de los comercios allí existentes.
Queda la avenida de Madrid. Es zona azul, de modo que se utiliza la doble fila, donde los agentes de esa zona no multan. Sobre todo los autocares que llevan niños a la piscina, que esperan ahí durante la hora larga de natación de los retoños.
Lo más llamativo es la respuesta del distrito a las quejas de los vecinos: no se habían enterado de nada de lo que cuentan. Los vecinos, dice, no se han quejado. Este diario ha preguntado a varios de ellos el motivo y la respuesta ha sido casi coincidente: "¿Para qué? ¡Tampoco nos iba a hacer caso!".
Para quejas en esta sección dirigirse a catalunya@elpais.es, a la atención de Francesc Arroyo.
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