El factor Kraus
El consejero de Economía José Antonio Griñán presenta un libro sobre el tenor, a quien cita como ejemplo de rentabilidad

Dice, bromeando, que siempre le toca "bailar con la más fea"; pero no parece un hombre que se sienta a disgusto ni con su carrera, ni consigo mismo. "Cuando me llevaron a Sanidad, había que reducir el gasto; en Trabajo, me encontré con una reforma laboral, y ahora, en Hacienda, me toca decirle que no a todo el mundo", afirma irónico José Antonio Griñán, consejero de Economía y Hacienda, para referirse a alguno de los cargos que ha desempeñado durante su larga carrera política que comenzó en 1982 como viceconsejero de Trabajo de la Junta y le ha llevado a ocupar los ministerios de Sanidad y Consumo (1992-1993) y de Trabajo y Seguridad Social (1993-1996).
Y es que José Antonio Griñán, madrileño de 60 años y andaluz de adopción desde que estudió Derecho en la Universidad de Sevilla, es una persona con inquietudes artísticas que se siente atraído, casi en igualdad de condiciones, por la música y la literatura.
Melómano confeso, el consejero quedó prendado de la voz de Alfredo Kraus cuando lo oyó cantar por primera vez en la década de los ochenta La hija del regimiento, de Donizetti. Griñán, que hasta entonces sólo se sentía atraído por la música sinfónica y estaba convencido de que la ópera era "aburrida", cambió de parecer ante "las dotes interpretativas y el rigor que Alfredo Kraus mantuvo durante los cuarenta años de su carrera", explica desde su despacho en Torre Triana, en Sevilla, dónde aún conserva cintas con grabaciones piratas del gran tenor canario, que murió en septiembre de 1999 a punto de cumplir los 72 años. Quizás en pago del mundo que le abrió Kraus, el consejero presentará mañana en Sevilla el libro Alfredo Kraus. Desde mis recuerdos, de Eduardo Lucas, un otorrino almeriense y amante de la ópera que ha seguido la carrera del tenor durante sus últimos 20 años (Sala Chicarreros de Caja San Fernando, a las 19.30). La obra, editada por Alcalá, tiene casi 500 páginas y recorre la vida del artista considerado por muchos "el mejor tenor de todos los tiempos" además de reunir 18 semblanzas realizadas por otros tantos artistas o personas próximas a Kraus como los tenores Jaume Aragall y Pedro Lavirgen, el crítico Juan Ángel Vela del Campo o el propio Griñán.
El consejero, harto de justificar cómo casan mundos tan supuestamente opuestos como la economía y el bel canto, asegura que la carrera de Kraus es un magnífico ejemplo de rentabilidad económica: "obtuvo el máximo rendimiento de un instrumento". "Hay que ser eficaz y él lo fue siempre. No salía de lo que sabía hacer y, por lo tanto, era el mejor en lo suyo. Nadie ha obtenido la productividad de un instrumento como lo hizo Kraus", asegura Griñán, quien confiesa que de poder elegir un don habría optado por el de la escritura.
"No tengo lado artístico, pero mi libreta de frustraciones -dice sacando un pequeño bloc del bolsillo de la chaqueta- está llena de endecasílabos que nunca escribiré", confiesa. Griñán tiene las cosas muy claras: "Publicar algo sería una impudicia siendo un político. Podrían pasar dos cosas, que lo publiques por ser político y la obra no tenga valor ninguno, o que sea buena y sólo vean en ella la intención política. Se puede ser Jorge Semprún, es decir primero escritor y luego político; pero no lo contrario", aclara, pero escribir es sólo una de sus pasiones. La otra, el canto, la niega en público; aunque alguno de sus colaboradores asegura que suele rematar las arduas sesiones de presupuestos con un aria.
"Alfredo Kraus no tenían un timbre particularmente hermoso; la voz de tenor siempre me ha parecido impostada, falsa, y su repertorio, salvo Verdi o Mozart, nunca me ha gustado demasiado; sin embargo, lo era todo en la ópera", dice Griñán con una emoción que parece trasladarle a una butaca desde la que todavía se puede oír al "maestro". Para Griñán, que nunca pierde de vista el concepto de rentabilidad, el tenor canario fue un ejemplo, ya que durante toda su vida demostró "cómo la técnica puede convertirse en multiplicadora del arte, cómo una voz trabajada con una buena técnica puede llegar a registros impensables", concluye este consejero quien, como Keynes, piensa que cultura y economía tienen que caminar de la mano.
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