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Reportaje:

La Maestranza estrena hospital

Ramón Vila, cirujano jefe de la plaza sevillana, orgulloso de la nueva enfermería

Antonio Lorca

La plaza de todos de la Real Maestranza acaba de estrenar una nueva enfermería que bien podría considerarse hospital si no fuera porque carece de unidad de cuidados intensivos y servicio de enfermería. No obstante, son unas instalaciones de 197 metros cuadrados, en la que se han invertido oficialmente 600.000 euros, construidas en los bajos del tendido 11, y que impactan por su diseño, su distribución y porque reúnen todas las innovaciones tecnológicas propias de un moderno centro sanitario.

Ramón Vila, cirujano jefe del equipo médico de la plaza, la enseña con orgullo y concluye: "La antigua era una enfermería, y ésta parece un hospital". Y cuenta que se han llevado a cabo reformas en cuanto a la habitabilidad -las paredes, los suelos y los techos están construidos de acuerdo con las exigencias de la ley para centros hospitalarios- , y todos los medios técnicos son nuevos. La enfermería cuenta con un amplio pasillo para que puedan entrar dos camillas al mismo tiempo, una zona de hospitalización con dos camas, y dos quirófanos -uno, pequeño, que se utilizará como cuarto de curas, y otro, el quirófano central, con unas dimensiones mayores que las habituales-.

Está convencido el doctor Vila de la necesidad de estas nuevas instalaciones a pesar de su cercanía de los centros sanitarios de la capital. "Está plenamente justificado porque la atención inmediata a un paciente es el cincuenta por ciento de su curación o salvación", asegura, "y no se olvide que en la enfermería de la plaza atendemos a más espectadores que toreros".

De hecho, la nueva enfermería ya ha sido estrenada el pasado domingo de Resurrección. La inauguraron el picador Manuel Quinta, de la cuadrilla de Enrique Ponce, que fue derribado del caballo y sufrió una contusión en una rodilla, y siete espectadores que sufrieron mareos y desvanecimientos de carácter leve.

No ha sido fácil, sin embargo, encontrar la ubicación de la nueva enfermería. Fue Manuel Roca de Togores, anterior teniente de hermano mayor de Real Maestranza de Caballería, propietaria de la plaza, quien hace tres años planteó la necesidad para ampliar el museo taurino. Tras el estudio de distintos emplazamientos, se ha elegido un local diáfano situado bajo el tendido 11 de la plaza, justo enfrente de la antigua enfermería. Para su adecuación ha sido necesario acometer una importante obra que ha afectado a las localidades del coso.

Se ha vuelto a abrir de par en par la sexta puerta simétrica por las que se accede al ruedo, llamada Puerta del Despejo, que figura en un plano de 1913, y por donde, al parecer, se "despejaban" los caballos muertos cuando no existía el actual peto. Esta puerta se cerró a la mitad en los años 50, se elevó el suelo y se ganaron localidades de las tres filas de barrera y del tendido 11 de sol. Fueron 64 asientos ganados, los mismos que se han perdido ahora para dar entrada directa a la nueva enfermería que, a su vez, ha debido ser elevada un metro y treinta centímetros sobre el nivel de la calle Adriano, a la que tiene acceso. Tanto es así, que ha necesario habilitar un ascensor para bajar al posible accidentado que deba ser trasladado en ambulancia.

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Todo esto lo cuenta entusiasmado el doctor Ramón Vila, que dirige un experto equipo de diez médicos, y que habla con nostalgia de la vieja enfermería. "Allí he dejado mi vida y muchos recuerdos", afirma, "y allí ha quedado la historia viva de esta plaza". Una historia que comenzó en la década de los años 40 con el equipo dirigido por el doctor Fernando González Nandín, al que siguió Antonio Leal, Ramón Vila Arenas y, desde el año 78, el hijo de éste, Ramón Vila Jiménez.

Después de casi treinta años al frente del equipo médico, Ramón Vila afirma que hoy se producen menos cogidas, pero más graves. Y su justificación es esencialmente taurina: "A mi juicio", afirma, "la razón estriba en que el toro tiene un año más y más conocimiento; es más tardo en la embestida, pero sabe medir y sabe lo que coge". "Creo que la edad del toro", concluye, "entraña más peligro que el trapío o los pitones".

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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