Injusticia, energía y cambio climático
El día 6 de abril se presentaron los resultados del segundo grupo de trabajo del Panel Internacional de Cambio Climático, bajo el nombre Impactos del cambio climático, adaptación y vulnerabilidad. No lo duden, sus resultados no varían mucho de los que ya presentaron en el informe 2001, que se resumían, según sus propias palabras, en: "Los impactos del cambio climático caerán de forma desproporcionada en los países en desarrollo y en las poblaciones más desfavorecidas de todos los países, lo que aumentará aún más las desigualdades en materia de salud y de acceso a alimentos adecuados, agua limpia y otros recursos (...) además, la pobreza y otros factores crean una serie de condiciones precarias para la adaptación en la mayoría de los países en desarrollo".
Pero las emisiones de dióxido de carbono, que aceleran en buena medida el cambio climático, son sólo la parte final de la injusticia asociada al modelo energético que usamos (basado en la extracción y consumo de petróleo, gas y carbón).
La necesidad creciente de estos recursos hace que se extraigan, sean cuales sean sus impactos sobre las personas de los territorios en los que se encuentra el recurso natural, o sean cuales sean los impactos sobre el entorno natural donde se produce la extracción. Sólo el hecho de que la extracción se realiza a miles de kilómetros del lugar de consumo nos permite ignorar los numerosos conflictos sociales que se generan. Se trata de una nueva injusticia global, esta vez atomizada en miles de conflictos locales que no consiguen un espacio en la prensa ni en las discusiones políticas.
¿Cuándo conseguiremos que se reconozcan estos impactos? ¿Cuándo dejaremos de vernos como buenos samaritanos que aportan un mínimo -aún insuficiente- de ayuda al desarrollo y trataremos de evitar los impactos negativos indeseados en el sur, ya sea por el cambio climático o por los procesos de extracción? ¿Cuándo reconoceremos nuestras deudas ecológicas? Estas opciones políticas serían difíciles, pues nos obligarían a modificar nuestro sistema de vida, aunque sin duda serían mucho más justas.
