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Los ciudadanos de Timor Oriental votan en masa tras un año de crisis política

Tras casi un año de inestabilidad política, los habitantes de Timor Oriental acudieron ayer a las urnas en un ambiente de tranquilidad para elegir nuevo presidente, el segundo desde que el país alcanzó la independencia en 2002. De los ocho principales candidatos que se presentan, el actual primer ministro y premio Nobel de la Paz, José Ramos Horta, aparece como el favorito.

El primer ministro y premio Nobel de la Paz, José Ramos Horta, es el favorito

"Ganará el pueblo, sea cual sea el resultado, y ganará la democracia si todo el mundo respeta los resultados", dijo Ramos Horta, que se presenta como independiente. Su principal rival es Francisco Lu-Olo Guterres, presidente del Frente Revolucionario de Timor Oriental (Fretilin), que cuenta con mayoría en el Parlamento. Ramos Horta acusó a los militantes del Fretilin de hacer una campaña "puerta a puerta" para intimidar a los votantes y orientarles en el voto.

En Dili también votó el actual presidente del país, Xanana Gusmao, que tras abandonar el cargo aspira a convertirse en primer ministro si vence en las próximas elecciones legislativas, previstas para junio.

La Comisión Electoral Nacional tiene previsto anunciar el resultado oficial a partir del jueves. Las presidenciales se ven como un duelo entre Ramos Horta y Guterres, aunque cabe la posibilidad de que haya de celebrarse una segunda vuelta si el ganador no consigue más del 50%. Según los analistas, el hecho de que se presenten ocho candidatos a la presidencia hace presagiar una nueva ronda entre los dos más votados dentro de 30 días.

Las fuerzas policiales de la ONU y las tropas de Australia y Nueva Zelanda, desplegadas en el país tras la ola de violencia desatada en Dili a mediados del pasado año, garantizaron la seguridad en las votaciones, que fueron supervisadas por 1.900 interventores nacionales y unos 200 observadores internacionales, encabezados por una misión de la Unión Europea.

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Al ganador de estas elecciones le corresponderá presidir uno de los países más pobres del mundo; un país que aún no ha superado las heridas de 2006, cuando la expulsión de unos 600 militares y policías generó una espiral de violencia que estuvo a punto de sumirle en la guerra civil. La crisis evidenció la falta de sintonía entre Gusmao y el entonces primer ministro, Mari Alkatiri, que dimitió a consecuencia de aquellos hechos.

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