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Reportaje:Juicio por el mayor atentado en España

Seis nichos sin nombre

Los hermanos de los suicidas de Leganés relatan la confesión de los terroristas antes de la explosión

De los siete suicidas de Leganés, sólo la madre y los hermanos de El Chino reclamaron su cuerpo para darle sepultura. Los otros seis fueron enterrados en un cementerio a las afueras de Madrid, dentro de nichos sin nombre para evitar el fervor o la furia. Los únicos testigos fueron los funcionarios judiciales que tuvieron que acudir para levantar acta. Recuerdan que aquella mañana cayó el diluvio. Y que volvieron empapados del entierro.

Abdelkader Kounjaa llora. Su hermano pequeño es uno de aquellos suicidas enterrados sin nombre. Sentado en la silla de los testigos, Abdelkader ha venido relatando con bastante entereza la tarde aquella de abril en que su hermano lo llamó para despedirse. "Me dijo: 'soy Abdennabi, tu hermano, estoy rodeado por la policía. Hay un helicóptero dando vueltas. Voy a ver a Dios'. Yo le dije: 'Vente para mi casa hermano, si me quieres, vente para mi casa. Lo podemos arreglar. Si tú quieres, yo me puedo entregar por ti...' Pero se cortó la comunicación". Abdelkader dice que su hermano el suicida era una buena persona, "incapaz de levantar una gallina por encima de un muro", un joven muy religioso y muy cabal: "Mientras él rezaba en la mezquita, yo bebía en el parque. También estuve en la cárcel por traficar con tres cuartos de kilo de hachís". La fiscal le pregunta entonces:

A Mustafa no le extrañaron nunca las prolongadas ausencias de su hermano
Jamal El Chino dejó de fumar, dejó de beber, empezó a dar consejos
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-¿Es usted un mal musulmán?

-Un poco pecador...

Abdelkader está a punto de terminar su declaración cuando uno de los abogados le pregunta si reclamó el cadáver de Abdennabi y es entonces cuando el hermano del suicida, finalmente, se echa a llorar.

-Dejó de fumar, dejó de beber, empezó a dar consejos

Quien habla así es Mustafa Ahmidan, el hermano mayor de El Chino, otro de los suicidas. Se refiere al cambio radical experimentado por su hermano tras una temporada en la cárcel de Tetuán purgando un viejo delito de sangre, una reyerta en la que acabó muerto un hombre. Ni Mustafa oculta ya ni a nadie se le escapa a estas alturas que algunos vástagos de la familia Ahmidan vivieron siempre alrededor del trapicheo y las comisarías, siempre embarcados en delitos de poca monta. De ahí que a Mustafa, dueño de un bar en el centro de Madrid, no le extrañasen nunca las prolongadas ausencias de su hermano ni tampoco que gastara para sus desplazamientos coches de lujo y malas compañías.

-Dos o tres días después del 11-M, se pasó por el bar...

La sala ya conoce esa visita. Los asistentes a la vista del 11-M suponen que el relato de Mustafa va a transitar de nuevo por terrenos muy conocidos. Un juicio -y sobre todo este- es eso, la repetición incesante, a veces cansina, de un mismo hecho ya relatado ante la policía y ante el juez por sus protagonistas o testigos. Pero, a veces, también se producen sorpresas.

A preguntas de la fiscal Olga Sánchez, la declaración del hermano mayor de El Chino da un giro inesperado. Habla de una segunda visita, y de lo que en ella sucedió:

-Vino acompañado de Rachid Oulad Akcha (otro de los suicidas). Le pregunté si tenía relación con los atentados y me dijo: "Sí, estoy en ello", pero yo no lo creí. Por eso, antes de que se fueran, le hice la misma pregunta a Rachid...

-¿Y qué le dijo?

-Pide a Dios para que no nos cojan vivos.

-¿Y por qué no había usted declarado nunca esto?

-Por miedo, tal vez por las presiones de la familia. He tenido miedo a que me involucraran...

El juicio también recibe a un teniente de la Guardia Civil conocido por Víctor. Cualquiera que haya seguido el proceso aun por encima sabe ya que ese nombre, junto al del policía Manolón, irán siempre unidos a la palabra chapuza con resultado de tragedia. Manolón tuvo de confidente a Emilio Suárez Trashorras y no se dio cuenta o no quiso darse de que su pupilo se dedicaba a traficar con drogas y explosivos a sus espaldas. Al agente Víctor le tocó representar tan chusco papel con el chivato Rafa Zouhier.

Hay, sin embargo, una diferencia sustancial entre los dos. Manolón asumió desde un principio su doloroso papel de panoli, de poli bueno que termina siendo una marioneta en manos del delincuente. En el juicio llegó a decir: "Yo creo que Emilio me llamaba tanto para tenerme controlado". Sin embargo, el teniente Víctor, que ayer seguía manteniendo el porte de policía duro, fue mucho más allá.

Intentando tapar a la desesperada su ceguera con respecto a Zouhier, el agente llegó a telefonear a un jefe de la Guardia Civil en Asturias para que ocultara -o tal vez destruyera- una comunicación oficial en la que él mismo informaba de que Zouhier le había avisado en 2003 de que Antonio Toro -uno de los ahora procesados- estaba intentado vender 150 kilos de explosivos. Víctor quería taparla porque jamás se preocupó de aquello y la dinamita, aquella u otra pero puesta en circulación por las mismas manos, llegó trágicamente a Madrid.

El agente Víctor ocultó ese dato vital tanto al juez como a la comisión parlamentaria del 11-M. Y ayer, cuando la fiscal y los abogados habían hecho ya su trabajo, el juez Gómez Bermúdez se reservó la última pregunta en forma de puntilla:

-Usted llamó al comandante de Asturias para que ocultara su informe sobre los 150 kilos de explosivos el 25 de julio y al día siguiente declaró ante la comisión parlamentaria. ¡Y dice ahora que se le olvidó, que simplemente se le olvidó...!

-Sí, por extraño que parezca, se me olvidó, señoría. No había ningún otro motivo.

Cautivo ya para siempre de sus silencios y sus medias verdades, el teniente Víctor dio la impresión ayer de ser uno de esos tipos que mienten hasta cuando dicen la verdad.

LA CONFESIÓN DE LOS FAMILIARES DE LOS SUICIDAS DE LEGANÉS

Mustafa Ahmidan, hermano de Jamal El Chino. "Pregunté a mi hermano si tenía relación con los hechos, y me dijo: 'Sí, estoy en ello', pero yo no le creí. Entonces le pregunté a Rachid Oulad Akcha, y me respondió: 'Pide a Dios para que no nos cojan vivos"

Abdelkader Kounjaa, hermano de otro de los suicidas de Leganés. "El 3 de abril de 2004, mi hermano me llamó al teléfono móvil, y tras identificarse, porque yo no reconocí su voz, me dijo que estaba rodeado, que había un helicóptero y que se iba a ver a Dios". "Todo el mundo le quería, y no entiendo cómo ha llegado a esto si ni siquiera podía levantar una gallina por encima de un muro"

Youssef Ahmidan, hermano de Jamal El Chino. "Al hojear unos periódicos y ver las fotografías de los detenidos el 13 de marzo, entre los que estaba Jamal Zougam, mi hermano me dijo que eran inocentes y que se los estaban llevando por la cara"

Testigo protegido. "Abdelilah el Fadual el Akil [acusado para el que la fiscalía pide 12 años de prisión por un delito de pertenencia a organización terrorista] era la mano derecha de El Chino. En 1999, ambos me contaron que durante un viaje efectuado a Amsterdam, habían conocido de manera fortuita a Abú Dahdah. Los dos llegaron a mostrarme vídeos de carácter yihadista y tenían intención de viajar a Chechenia, para lo que incluso se habían provisto de la ropa adecuada"

Testigo número 107. "El Chino y Rachid Oulad Akcha aparecen en el vídeo que reivindica la matanza de Atocha. La voz, sin duda, es la de El Chino porque tenía dentadura postiza y le costaba hablar. Otro de los que aparecen en el vídeo es Rachid [hermano Oulad Akcha, que también se suicidó en Leganés] porque se le reconoce la postura un poco torcida que él tenía. Tras los atentados, yo aporté toda la información a la UCI"

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