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Necrológica:EN MEMORIA DEL FISCAL EDUARDO JAURALDE MORGADO
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Maestro de juristas

No lejos de cumplir cien años de espléndida vida ha fallecido Eduardo Jauralde Morgado, ejemplar ciudadano, católico comprometido con los más débiles, fiscal maestro de juristas, acérrimo enemigo de los autoritarismos, leal servidor del Estado democrático, persona inusualmente buena.

La última vez que le oí hablar en público fue el día que celebramos, en la Residencia de Estudiantes de Madrid, el cumpleaños de Enrique Miret Magdalena, amigo común. Durante 15 minutos, sin leer una sola nota, Eduardo, con la serena fortaleza que caracterizaba todas sus intervenciones hizo el merecidísimo elogio de Enrique. En las navidades pasadas le llamé por teléfono para felicitarle las fiestas y, aunque ya salía poco de su casa, percibí que seguía con el mayor interés cuanto acontecía en el mundo.

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La pasión por la democracia

Buscó siempre soluciones para los problemas colectivos. Más exactamente, no dejó nunca de procurar influir en la inmensa mayoría. Por su profesión, capacidad intelectual y sentido de la solidaridad, tuvo frecuentes oportunidades de hacerlo: fiscal en la Audiencia Provincial de Palencia, fiscal en la Audiencia Territorial de Madrid, fiscal de Sala del Tribunal Supremo, vocal del primer Consejo General del Poder Judicial a propuesta parlamentaria, consejero electivo de Estado. Eduardo no era un improvisador, preparaba concienzudamente sus intervenciones ante los tribunales, las conferencias a que era frecuentemente convocado, los dictámenes y calificaciones jurídicas propias de su condición de fiscal, las opiniones que emitía ante el Pleno del Consejo de Estado. Defendió con rigor la independencia de jueces y magistrados cuando formó parte del órgano de gobierno del Poder Judicial. Censuró las que consideraba equivocaciones políticas y apoyó todo aquello que, a su juicio, contribuía a fortalecer la democracia, ensanchar los espacios de libertad y repartir más justamente el bienestar.

Fue fundador de Justicia Democrática. Escribió algunas de las páginas de aquel libro clandestino en el que jueces y fiscales expresamos nuestra oposición al franquismo e hicimos la defensa de un poder judicial democrático. Por su despacho pasamos buen número de jóvenes fiscales en periodo de formación, recién superadas las oposiciones, y de él recibimos lecciones de maestro. Su honestidad intelectual siempre dejó huella. Colaboró frecuentemente en las revistas Cuadernos para el Diálogo y Triunfo.

Al comienzo de nuestra amistad están los días en que, mediados los años sesenta, en plena dictadura, se celebró en Salamanca un congreso de juristas católicos que aprovechamos para defender la libertad religiosa, la no discriminación por razón de las creencias, los derechos de creyentes y no creyentes. No puedo dejar de recordar en este momento a Joaquín Ruiz Jiménez y, de nuevo, a Enrique Miret. El profundo catolicismo de Eduardo le llevó a participar en las actividades de los grupos más activos y exigentes a la hora de ajustar el comportamiento diario a las exigencias de la fe que profesaba.

Jauralde era persona austera, incluso físicamente. Austero en todo menos en el afecto. Cuando pienso en él, le recuerdo cariñoso, amable, sonriente, próximo, paciente, pleno de energía e ideas. No mostraba hostilidad hacia quienes opinaban de forma distinta o radicalmente opuesta a la suya. Antes al contrario se esforzaba por descubrir la parte de razón que pudiera haber en los juicios de los demás. Era constitucionalmente demócrata. No desaprovechaba nunca la oportunidad de ser útil, de ayudar a los otros, de aumentar los ámbitos de concordia.

Así es como recuerdo a mi amigo, compañero y maestro Eduardo Jauralde, sólo unas horas después de saber que ha fallecido tras una larga, admirable vida.

Fernando Ledesma Bartret es magistrado del Tribunal Supremo.

Eduardo Jauralde.
Eduardo Jauralde.RICARDO GUTIÉRREZ

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