La solidaridad europea, a prueba
La UE debería cerrar filas y dar respuesta al secuestro de 15 marinos británicos
La semana pasada, mientras la Unión Europea celebraba 50 años de paz, libertad y solidaridad, la Guardia Revolucionaria iraní secuestró a 15 europeos en aguas territoriales iraquíes. En el momento de escribir estas líneas, hace casi una semana que esos europeos, 14 hombres y una mujer, están encerrados en un lugar desconocido, donde se les ha sometido a interrogatorios, se les ha negado el acceso consular, se les ha exhibido en la televisión iraní y a uno de ellos se le ha coaccionado claramente para que hiciera una confesión. Ante todo esto, si Europa es lo que asegura ser, ¿qué piensa hacer al respecto? ¿Dónde está la solidaridad? ¿Dónde está la acción?
El mero hecho de definir la crisis en estos términos muestra lo lejos que estamos de la Europa de la solidaridad instintiva que a nuestros dirigentes les gusta creer que tenemos; sobre todo, en relación con la presencia de nuestras Fuerzas Armadas en otros países. La mayoría de los británicos no ve a los marineros y marines capturados como europeos. Es más, estoy seguro de que los propios secuestrados no se ven así. Los británicos, en general, esperarán que haya una actuación más decisiva por parte de su Gobierno y, después, tal vez de Estados Unidos o de la ONU. No es probable que se les ocurra pedir ayuda al otro lado del canal, y les sorprendería saber que Europa tiene una influencia más directa e inmediata sobre Irán que Estados Unidos.
Creo que ningún europeo ha puesto en marcha esta idea: "Han secuestrado a unos europeos como nosotros; ¿cómo puede responder Europa?"
Según las cifras oficiales, Irán es el tercer beneficiario de las garantías de créditos a la exportación que concede Alemania, sólo superado por Rusia y China
Quizá los iraníes han querido contestar de forma indirecta a EE UU por las capturas de iraníes en Irak, con la esperanza de hacer un intercambio de rehenes
Muchos europeos continentales, si es que se han enterado de que está produciéndose una crisis -y muchos no se habrán enterado, porque los medios de comunicación europeos siguen siendo fundamentalmente nacionales, tanto en la forma como en las prioridades-, pensarán seguramente que es una consecuencia más de otra estúpida e ilegítima acción militar angloamericana en Irak. Considerarán que es un problema de ellos (británicos y estadounidenses) y no nuestro (de los europeos pacíficos y cargados de razón). Algunos incluso tal vez sospechen que es verdad que los marineros y marines británicos se adentraron en aguas territoriales de Irán, como aseguran los iraníes. Unos cuantos incluso susurrarán en privado: "Se lo han ganado a pulso".
Quienes siguen estas cosas más de cerca se preguntarán quizá si los guardias revolucionarios no han querido contestar indirectamente a Estados Unidos por las capturas de iraníes en Irak, incluso con la esperanza de hacer un intercambio de rehenes. O si puede ser una reacción indignada contra la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre el programa nuclear iraní, que en realidad se aprobó al día siguiente del secuestro, pero cuyo contenido se conocía desde mucho antes. Dicha resolución amplía las sanciones selectivas contra empresas controladas por la Guardia Revolucionaria y contra determinados individuos como el jefe de la marina de la Guardia. Ahora bien, apostaría mi último euro a que ninguna sinapsis europea habrá puesto en marcha espontáneamente esta idea: "Han secuestrado a unos europeos como nosotros; ¿cómo puede responder Europa?".
Incluso aunque se considere que la presencia angloamericana en Irak es estúpida e ilegítima, y que la detención de iraníes en Irak por parte de los estadounidenses es una escalada de esa locura ilegítima, eso no disculpa en absoluto la acción iraní. Las tropas británicas estaban actuando como parte de una fuerza multinacional con un mandato explícito de la ONU para proteger las instalaciones de petróleo e impedir el contrabando de armas a Irak, unas armas que servirían para matar a más iraquíes. Según los avanzados dispositivos GPS de los que disponían los británicos, estaban en aguas territoriales iraquíes, a más de tres kilómetros del límite, cuando decidieron examinar una embarcación sospechosa. En un reflejo de la confusión existente en el Estado iraní, las primeras coordenadas que dio el Gobierno de dicho país a los británicos, cuando explicó la posición de la patrullera presuntamente infractora, también correspondían a aguas territoriales iraquíes. Hasta tres días después no ofrecieron los iraníes unas segundas coordenadas "corregidas" que situaban a los británicos convenientemente al otro lado de la frontera. Sólo alguien cuyos criterios políticos y morales estén totalmente influidos por su hostilidad a la política de Estados Unidos y Gran Bretaña podría atreverse a sugerir que este acto de piratería desvergonzada y mentirosa entre dos países está justificado o es disculpable.
Diplomacia privada
Al principio, el Gobierno británico trató de conseguir la liberación de los secuestrados mediante lo que la ministra de Exteriores, Margaret Beckett, llamó en la Cámara de los Comunes una labor de "diplomacia privada pero enérgica", al mismo tiempo que intentaba que se ejercieran presiones indirectas sobre el Gobierno iraní por todas partes. Entre las protestas hubo una declaración de condena de la presidencia alemana de la UE, transmitida al Gobierno iraní por el embajador alemán en Teherán. Un experto del Ministerio de Exteriores británico me ha dicho que, en su opinión, los iraníes están empezando a notar las consecuencias, que les llegan condenas y advertencias de todos lados.
Confiemos en que tenga razón y en que, cuando ustedes lean estas líneas, los rehenes británicos estén ya en libertad. Si no -y, en cualquier caso, para una posible próxima ocasión-, debemos pensar en cuáles serían los pasos siguientes. Aunque Javier Solana, lo más parecido que tiene la UE a un ministro de Exteriores, planteó esta semana la cuestión al jefe de los negociadores nucleares de Irán en una conversación telefónica, no es buena idea vincular la reanudación de las negociaciones al secuestro. A los iraníes partidarios de la línea dura les encantaría desbaratar las conversaciones. Desde su punto de vista, cuanto más enfrentamiento haya con Gran Bretaña y Estados Unidos -los viejos y nuevos demonios de la imaginación política iraní-, mejor les irá a ellos. ¿Por qué caer en su trampa?
Relación fortalecida
Sin embargo, sí hay algo que podría hacer Europa: utilizar su poder económico. La UE es, con gran diferencia, el mayor socio comercial de Irán. Los iraníes realizan más del 40% de sus importaciones y más de la cuarta parte de sus exportaciones con la Unión Europea. Y, asombrosamente, esta relación comercial se ha fortalecido en los últimos años de amenaza de crisis. En gran parte, se apoya en las garantías de créditos a la exportación que conceden los Gobiernos europeos, sobre todo los de Alemania, Francia e Italia. Según las cifras más recientes del Ministerio de Economía alemán, Irán es el tercer beneficiario de las garantías de créditos a la exportación que concede Alemania, sólo superado por Rusia y China. Es el primer país en cuanto a la proporción de exportaciones alemanas -en los últimos años, hasta el 65%- financiadas por el Gobierno alemán. Las subvenciones oficiales en 2005 alcanzaron un total de 5.800 millones de euros, más que para Rusia y China. A medida que aumentan en Irán las repercusiones negativas de las sanciones de la ONU, y dado que el presidente Ahmadineyad no está cumpliendo sus promesas económicas populistas, el comercio con Europa tiene una importancia cada vez más vital para el régimen iraní, y depende cada vez más de que las garantías de los Gobiernos europeos sirvan de contrapeso al creciente riesgo político.
En la Cámara de los Comunes, esta semana, un antiguo ministro de Exteriores, sir Malcolm Rifkind, preguntó si era posible convencer a los amigos europeos de Gran Bretaña, en especial Alemania, Francia e Italia, para que transmitieran a Irán -quizá, en un primer momento, en privado- la posibilidad de suspender temporalmente esas garantías de créditos a la exportación hasta que dejen en libertad a los europeos secuestrados. Supongo que si no se ejercen esas presiones privadas, Gran Bretaña se atreverá quizá a hacer una sugerencia más formal en la reunión de ministros europeos de Exteriores que se celebra en Bremen este fin de semana.
He aquí, pues, el reto para la presidencia alemana de la Unión Europea. ¿Están dispuestos a pasar de las palabras a los hechos? ¿O acaso todos los discursos del domingo pasado sobre la solidaridad europea en defensa de la paz y la libertad valen menos que el papel en el que están escritos?
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia
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