_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los obispos

Manuel Rivas

En una votación para elegir su palabra preferida en lengua castellana, los niños colombianos se han inclinado por "chocolate". Los niños comparten con la divinidad y con Gabriel García Márquez el valor genesiaco del lenguaje: la palabra chocolate engendra chocolate. En Una historia de la lectura, Alberto Manguel habla de la costumbre judía medieval, en la celebración del Pentecostés: se escribían versículos bíblicos en huevos cocidos ya pelados y en pasteles de miel, que los niños podían comer después de leer las palabras sagradas al maestro. Podríamos ir más lejos, como en algún texto antiguo: Dios creó lo existente a partir de 22 letras y 10 números. Lo que sí es verdad, una verdad de cada día, es que unas caprichosas combinaciones de letras, y no digamos ya de números, determinan la "realidad" y condicionan nuestras vidas. Los chavales colombianos han preferido "chocolate". Los obispos españoles han optado por la palabra "promiscuidad". El Gobierno, denuncian los prelados en una nota pública, "alienta la promiscuidad". Al tiempo, piden la abolición del aborto y abominan del divorcio. Es propio de la Iglesia condenar todo eso, aunque es más propio del cristianismo el imperativo superior de la piedad. El aborto y el divorcio son situaciones muy penosas para quienes las afrontan. De hacerle caso a la Iglesia española, estaríamos hablando, en el siglo XXI, de mujeres encarceladas y yugos inhumanos para matrimonios rotos. En cuanto a la "promiscuidad" (ver diccionario RAE), el mezclar carne y pescado es un avance gastronómico, siempre que se cocine con amor. En la gastronomía, como en la teología, también se libra una feroz batalla entre fundamentalistas y gastrónomos de la liberación. Xavier Mas lanzó en La Vanguardia una llamada al valor promiscuo: "Sólo falta un cocinero con ganas de incorporar a un guiso de pies de cerdo una picada de melocotón, mango y guanábana". No sé qué comen hoy los obispos en Cuaresma, pero hay palabras imprescindibles, amor, paz, perdón, piedad, que se echan cada vez de menos en su menú. ¿Será que los prelados no saborean las palabras esenciales? Es una elección decisiva en la vida: nombrar, llevar en los labios, lo que deseamos o lo que nos repele. Yo me apunto a las piedras de Santiago, que son de chocolate.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_