'Stupa'

TODO EMPIEZA con la descripción de una roca, cuyo ahuecado lado delantero se había rellenado con tierra para plantar allí un crisantemo. Quien describe esta peculiar floración es el escritor japonés Yasunari Kawabata (1899-1972) y lo hace en el transcurso de un cuento, titulado precisamente 'El crisantemo en la roca', ahora incluido en la edición española de su antología de cuentos titulada Primera nieve en el monte Fuji (Belacqua). Lo más curioso de este extraño cuento es que su autor, una vez que nos ha informado de que la razón de haberse plantado la flor en un emplazamiento tan exótico era la de aplacar al espectro de una mujer que murió allí congelada mientras aguardaba la demorada llegada de su esposo, se enreda en una divagación personal sobre los monumentos funerarios, al final de la cual nos confiesa sus personales cuitas sobre cómo le gustaría a él mismo que fuera su propia tumba. Según avanza el relato, pleno de una prolija información de la adaptación japonesa del modelo budista de piedra tumbal, conocido como stupa, averiguamos no sólo las ventajas e inconvenientes de las diversas formas históricas de este tipo de enterramiento, sino las preferencias al respecto del escritor, el cual concluye su disquisición afirmando, no obstante, que "mientras se abran flores en este mundo y se levanten rocas, yo no necesito construirme una tumba. Mi sepulcro será la naturaleza, todo el cielo y la tierra, y la leyenda de la mujer de mi pueblo natal".

¿Así de simple? La stupa, término de origen sánscrito que significa "cráneo", se corona de forma abovedada y conmemora el enterramiento de Buda, cuyo cuerpo sin forma ni figura encierra a todos los seres, mientras que la flor de crisantemo, inveterado símbolo heráldico del imperio japonés, es, por su parte, la encarnación del astro solar y representa legendariamente la inmortalidad. Este breve cuento no es, así, pues, sólo una meditación sobre la muerte, sino que está entreverado por la agobiante melancolía de su autor ante la implacable transformación modernizadora de Japón, cuya riquísima y antigua civilización queda prendida como una frágil flor sobre una roca a expensas del más inesperado avatar.

En éste, y en los demás cuentos reunidos en la citada antología, Kawabata, sea cual sea su versátil tema, que casi nunca se escapa del marco de la vida cotidiana de la sociedad japonesa contemporánea, no sólo emplea la misma técnica narrativa de deambulación indirecta para enlazar estrechamente el principio y el final de la historia narrada en cuestión, sino que nos hace comprender que en este peculiar nudo se encierra nuestra desazonante melancolía frente al avance arrasador de la modernidad desatada.

A la postre, no es tanto o no es sólo el atribulado destino de Japón el que está expuesto como un pequeño crisantemo solitario plantado en la parva oquedad de una roca, sino el de todos nosotros, volátiles florecillas, más o menos, luminosas.