La invisibilidad de las mujeres
La Ley Integral contra la Violencia de Género no es capaz de terminar con los asesinatos de mujeres. Obvio: ninguna ley, por sí sola, acaba con el delito que castiga. Pero es el resultado del empeño para sacar del "ámbito privado" un asunto que hoy está en primera plana y en la agenda política del Gobierno. Tampoco la Ley de Igualdad recién promulgada conseguirá ésta por sí misma. Pero, si ni siquiera el 3% de las mujeres en la Administración pública ocupan puestos de responsabilidad, algo habrá que hacer para modificar lo que ni una excelente preparación (académica y no) ha conseguido. Y todo reconociendo que ni la mujer es, sólo por serlo, una víctima ni está libre, como ocurre con cualquier grupo "en desventaja", de colaborar con los responsables de su situación. La arquitecta Zaha Haid cuenta que ganó el concurso para construir la Ópera de Cardiff, en Gales, pero la obra la hizo otro. Y aunque no le falta trabajo (ni premios, como el Pritzker, el Nobel de la Arquitectura), en parte se debe al hecho de que "organizaciones y universidades progresistas tienen una cuota por contratar". Y el otro día oí en la televisión a la bióloga española Margarita Salas relatar la paradoja de que mientras a Fernando Alonso se le otorgó el Premio Príncipe de Asturias aun antes de ser campeón del mundo, su trayectoria no ha merecido el galardón. Y eso que a sus hallazgos en el laboratorio se suma su condición de académica de la Lengua. En fin, dificultades para "ser vistas": en la élite y más abajo. Estamos ante un asunto de mucho calado que sólo cambiará mediante prácticas diarias continuas y duraderas. En todos los ámbitos. Empezando por la educación y los media. Sólo así se terminará con la situación de menosprecio que sufren millones de mujeres en el mundo. Y con la violencia que, en casos extremos, termina hasta arrebatándoles la vida.
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