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Columna
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La burbuja del centro

Andrés Ortega

Es difícil saber si será una mera burbuja o se convertirá en algo estable. Pero el factor Bayrou ha supuesto la erupción del centro en la política francesa. Puede ser una excepción, pues son varios los que han observado la desaparición del centro en buena parte de Europa, víctima de la "revuelta populista". Algunos analistas ven cómo en casi todo el Viejo Continente se han desinflado los partidos de centro que propugnan reformas. Incluso en Alemania, Angela Merkel tuvo un resultado peor del esperado. Para Werner Perger, analista de Die Zeit, los partidos de la modernización han perdido fuerza. En países más pequeños, y con identidades más amenazadas, como en Holanda, Austria o Dinamarca, se ha producido un ascenso a los extremos, dejando el centro desierto.

Algunos, como la conservadora Alianza Democrática Cristiana (CD) de Jan Peter Balkenende en Holanda, han aguantado quizás porque han buscado inspiración en el comunitarismo, con una reevaluación de la espiritualidad (en este caso cristiana), según Frans Becker y René Cuperus en un estudio para Policy Network. Su conclusión es que la división actual en las sociedades europeas se da entre aquellos que se han beneficiado de la globalización y la desnacionalización, y los que, en términos reales o identitarios, han salido perdedores en este proceso. Al final, según estos politólogos, la gran división es entre "aquellos que miran al futuro con ilusión y aquellos que lo temen". Esta división podría valer también para Francia. Pues además de sobre la reforma política, la campaña francesa gira en buena parte en torno al poder adquisitivo y a eso que se ha llamado la pobreza invisible, es decir, sobre la divisoria entre ganadores y perdedores de la globalización.

Las encuestas sitúan a François Bayrou en tercer lugar, por detrás de la socialista Ségolène Royal, mientras que a la cabeza, destacado pero no en escapada, va Nicolas Sarkozy. Lo más interesante es que estas mismas encuestas indican que si Bayrou pasara a una segunda vuelta, ganaría a cualquiera de los dos. Su problema es, justamente, pasar a la segunda y decisiva ronda a dos. Un combate entre la derecha y el centro no sería una novedad en la V República. Ya ocurrió en 1969 entre Alain Poher y George Pompidou. Este sistema presidencial permite escapar, por un tiempo, a la dinámica de los partidos, y de hecho el apoyo a Bayrou está basado en un rechazo a la dicotomía izquierda-derecha y al sistema de partidos tradicionales.

Sarkozy tiene asegurado su paso a la segunda vuelta y se quiere asegurar los votos de la extrema derecha (los votos de Le Pen) en la segunda y de una parte del centro que empezará a cortejar sobre todo a partir del 23 de abril. Royal, a diferencia de Mitterrand en 1981, que contaba con un partido comunista fuerte, no tiene granero de votos a su izquierda (aunque los otros ocho candidatos suman un 15% de las intenciones de voto) para la segunda vuelta, por lo que su rival principal en la primera ha pasado de ser Sarkozy a Bayrou. Y por ello ahora vuelve al centro y habla de la VI República, a lo que se ha apuntado el centrista. Bayrou -que ha ofrecido nombrar un primer ministro socialista- corteja tanto a los electores de uno como del otro, desde un centro que parecía no existir pero que ahí estaba, y que reclaman sobre todo los electores más jóvenes a los que no desagradan las cohabitaciones y sí la tradicional polarización.

En España, nuestras tensiones poco tienen que ver con este enfrentamiento entre perdedores y ganadores de la globalización, sino mucho más con nuestros propios demonios. El sistema de partidos y el nivel de crispación impiden que el centro se exprese. Pero la autoubicación ideológica de los españoles indica que la media está en un 4,68, es decir, en el centro ligeramente a la izquierda, tras unos picos más hacia la derecha en 1996-2003. Hoy por hoy no hay lugar en España para el regreso del centro, pero sí hay una demanda de regreso al centro. aortega@elpais.es

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