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Columna
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Recortadores

Son hábiles y tienen la sangre fría. Ágiles jóvenes de cuerpos ligeros que juegan limpio con el toro. En el País Valenciano vienen a representar, durante los últimos años, una tradición recuperada, cuyos orígenes mediterráneos se divisan en la lejanía de la pintura mural de los acróbatas taurómacos de Cnosos, en la antigua cultura minoica de la isla de Creta. La tarea de los recortares consiste en la proximidad al astado, sobre el que saltan con o sin garrocha, citan al toro a cuerpo limpio y, cuando la bestia embiste, realizan unos movimientos rápidos que burlan la embestida mediante el llamado "recorte". Tienen una forma de actuar muy estética. Suelen salir sanos y airosos de cortes y regates. Ganan poquísimo en sus espectáculos, viven de otras ocupaciones, y no son figuras estelares mediáticas. César Palacios, de 26 años y de Almassora, afirma, después de varios años de experiencia, que para ser recortador hay que estar "muy cuerdo", es decir ser juicioso y prudente.

Hemos vuelto a ver estas últimas semanas, y coincidiendo con las celebraciones festivas de la capital de La Plana o de Valencia, a los limpios, juicios y prudentes recortadores en calles y cosos taurinos. Algunos ciudadanos consideran el espectáculo, lo más lindo de nuestras fiestas, aunque sólo sea porque sus actuaciones no generan toneladas de basura y suciedad. Y a uno, la faena de los recortadores -habilidad, seriedad y carácter lúdico a un tiempo-, nos remite a la imagen contraria, a cuanto no existe en otros ámbitos de la vida pública, política y social por estos pagos valencianos. Aquí no se entra al toro de los problemas a cuerpo limpio para intentar superarlo o esquivarlo. Aquí el juego es más bien sucio que otra cosa. No son recortadores quienes, en vez de habilidad para superar el rechazo del vecindario a la guerra de Mesopotamia, que les llevó al fracaso electoral, tomaron la senda de la mentira y el enredo, cuya última manifestación son las veleidades contra la libertad de expresión, la primera de todas las libertades, porque no les gusta oír o informarse del clima de engaño y crispación, que ellos mismos han generado. No son recortadores en esta autonomía valenciana, donde la censura o silencio se impone en los medios de comunicación, dependientes de la Generalitat y, por tanto, de los gobernantes conservadores que perdieron en Madrid, tras los graves sucesos de marzo de hace tres años. Aquí, y a guisa de ejemplo, recorta el PP la presencia de Raimon en los teatros de la Generalitat o en el polémico y derrochador Canal 9, y eso no es limpio ni normal, porque se trata de un hispano y un valenciano con la trayectoria cívica más transparente que la figura del recortador que burla al toro. No son recortadores quienes tienen una fijación paranoica y enfermiza contra el hecho de que muchos ciudadanos valencianos, sobre todo de las comarcas norteñas, reciban la señal y los programas de la televisión catalana. Es la bicha porque algunos ingenuos tienen la malsana costumbre de contrastar informaciones y programas. A por ella, pues, como se va a por Rodríguez Zapatero sin habilidad, sin seriedad y sin cordura.

Poco hay que alabar en este espectáculo taurino preelectoral que dura demasiados meses y años. Es cierto que en Burriana, donde gobierna el PP, se ha abierto un ecoparque con el que se intenta acabar con la mierda incontrolada; el parque solar de Beneixama, que ha empezado a producir energía eléctrica, es también un logro; y un logro democrático son las voces discrepantes que van surgiendo en el seno del PP, que advierten sobre el hecho de que la mojiganga taurina en la vida pública, no son precisamente el recorte del ágil acróbata, sino una pantomima cómica, que floreció el siglo XIX, como los caciques de la Restauración de Cánovas. Y ya viene a ser harto difícil dejar de calificar como cacicadas electoralista tanta perversión en los censos, o tanto llevar al personal entrado en años en autobuses, pagados por todos, a ver las obras faraónicas aeronavales del decimonónico Carlos Fabra. Que no es precisamente un recortador, hábil y de faena limpia.

Cuando cualquiera de ustedes, vecinos, medianamente cuerdo, observe el grotesco espectáculo preelectoral en nuestro público coso taurino, quizás se vea embargado por la desazón. Pero que no le lleve ésta muy lejos: siempre queda el consuelo de evocar las limpias estampas de nuestros recortadores, hábiles y sensatos como los de Creta.

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