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Columna
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El lago azul

¿Me compras este solar? Esta es la frase más repetida en los últimos meses en muchos cenáculos empresariales de esta nación de provincias que es la Comunidad Valenciana. De repente han entrado unas ganas locas por realizar activos, como si el cambio climático fuera una cosa para pasado mañana y hasta el Monduber estuviera a punto de quedar bajo las aguas del deshielo. Antes quien tenía un solar tenía un tesoro. Ahora hay miedo a quedarse para vender santos y hay que malvender el mapa y el tesoro.

Es obvio que todos quisieran ser Enrique Bañuelos. Ya no Astroc, que ha cumplido su papel para hacer supermillonario a su dueño. Pero nadie tuvo la vista de convertir en acciones unas hanegadas sin reclasificar. Ahora échale un galgo. Tampoco nadie quiso ver la tormenta que se venía encima y siguieron vendiendo las viviendas y los apartamentos como lo hacían sus abuelos. ¿Para qué eso del valor añadido? ¿Qué es eso de la hipoteca inversa? ¿Para qué defenderse frente a las agresiones de otros mercados? ¡Açò és París!

Pues ahora viene el crujir de dientes. ¿Me compras este solar? Dicen algunos super inversores que apostaron por el maná y ahora huyen despavoridos. Todos los días cierran media docena de PAI sólo en pueblos de Alicante. Y en los nuevos casinos del mercadeo inmobiliario el tablón de anuncios es todo un clamor. Quien no realice activos antes de seis meses tendrá que enfrentarse al Cobrador del Frac. Lo que pasa es que bancos y cajas no quieren ni en papel de celofán el suelo o las viviendas comprados con sus créditos. En Bancaixa les entra el insomnio cuando recuerdan lo que les pasó en la crisis inmobiliaria de los 80. Miedo. Hay que quitarse de en medio las existencias.

Pero nadie mira a ver quién tiró la primera piedra. González Pons ya ha olvidado los efectos del cultivo de la sandía y está ahora descubriendo las consecuencias nucleares de la terrible desaladora de Torrevieja. Y Joan Ignasi Pla se reúne en Valencia con treinta "empresarios" seleccionados para que ninguno le diga de qué mal tiene que morir por arruinar la "economía real" a fuerza de desconocer o querer ignorar cómo funciona eso tan duro de abrir la persiana todos los días. Es el inconveniente de estar asesorado por cátedros, profesores, funcionarios y personal de sueldo seguro.

Pese a las consecuencias del miedo, lo más esperpéntico de esta apresurada realización de activos es que nadie piensa dónde están los nuevos umbrales de negocio en la Comunidad Valenciana. Ni Justo Nieto ni Enrique Ballester ni el del camión de la Llosa se han dado por enterados que el jueves por la noche las tiendas tuvieron que abrir porque miles de personas querían comprar la Playstation 3 a 600 euros la unidad. "¿Pero eso de los juegos es un negocio? Creía que era para que los niños jugaran". Pues como lo del agua o la Copa del América. Una mina de oro para las agencias de publicidad y los medios de comunicación con los anuncios de estos asuntos. Dinero que pone el Consell con su propuesta, más dinero que pone el gobierno Zapatero con la suya. Y vengan páginas a favor de unos y en contra de otros y viceversa. ¿El Día del Agua? ¡Quin negoci, tu!

Aquí, como dicen los expertos W.Chan Kim y Renée Mauborgne, se sigue optando por navegar por un lago rojo que por descubrir el futuro en el lago azul. El primero es aquel donde las empresas pugnan por superar a sus rivales, engañarlos y hasta hacer sangre (roja) con tal de sacar adelante sus proyectos. En el lago azul navegan aquellos que buscan nuevos mercados que ofrecen posibilidades de rendimiento porque están intactos e inexplorados.

Más claro. Construir por construir ya no es negocio. Quedan los restos de aprovechar las plusvalías del penúltimo tenedor. Pero el ocio, las ofertas inmobiliarias con valor añadido y trabajar al cliente son el lago azul de la economía valenciana. Aunque nadie mira en esa dirección. Todos quieren ser Bañuelos y eso es imposible.

www.jesusmontesinos.es

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