San Mamés frente al Athletic
La junta afronta el refrendo de los socios al nuevo campo en una grave situación deportiva
"El nuevo San Mamés es un proyecto que nada tiene que ver con la situación deportiva. Pido a los socios compromisarios que sean responsables", decía el lunes la presidenta del Athletic, Ana Urquijo, en un desayuno de trabajo con los periodistas. Urquijo se afanaba en separar los mensajes, aunque a renglón seguido reconocía: "Ésta no es la semana que habríamos deseado para hablar de un proyecto de futuro". Se refería a la Asamblea Extraordinaria que se celebrará el viernes en Bilbao para que los socios compromisarios aprueben o tumben el acuerdo logrado por el club con la Diputación y la BBK para levantar el nuevo San Mamés, inspirado en el Allianz Arena de Múnich.
"Ésta no era la mejor semana para hablar de un proyecto de futuro", reconoce la presidenta
Los tres últimos presidentes no pudieron concluir su mandato electoral
El problema es que el Athletic perdió el sábado (0-3) contra Osasuna en La Catedral y el partido acabó con pitos y pañuelos para todos los implicados y con la Ertzaintza dispersando a grupos de aficionados que esperaban la salida de los jugadores tras el encuentro. Desde luego, no es el clima más adecuado para una Asamblea de socios enfadados por la peor situación del Athletic en los últimos 40 años y con el riesgo de descenso a la vuelta de la esquina.
El miedo se instaló en San Mamés la pasada temporada, cuando la fe rojiblanca se resquebrajó hasta el penúltimo partido, que el Athletic ganó en Riazor ahuyentando el descenso. No era la primera vez que el club rojiblanco tonteaba con el abismo: en la temporada 1999-2000, la última de Luis Fernández, entrenador, aficionados y jugadores estuvieron echando cuentas hasta que el Athletic ganó sorprendentemente al Atlético en el estadio Calderón. Eran avisos que anunciaban un mal mayor que ahora se presenta en su peor grado.
El Athletic ha minimizado daños cada vez que ha concluido una temporada. A Bilbao no llega un título desde la Supercopa de 1985 y las últimas alegrías datan del subcampeonato en la Liga de 1998 y la Copa de la UEFA del curso 2004-05. Mientras tanto, el club ha vivido en una indefinición permanente. El éxito, cuando ha llegado, ha sido de presidentes y entrenadores, y la culpa de los fracasos, de Lezama, es decir, de su singular filosofía.
El baile de técnicos ha sido monumental en una entidad que se anuncia distinta: ocho en los últimos diez años. Los presidentes, últimamente, tampoco salen mejor parados. Los tres últimos no han podido concluir su mandato, obligados a dimitir por la presión social o el entorno. El banquillo de San Mamés y el sillón del palacio de Ibaigane resultan más eléctricos de lo que solían en un club presuntamente tradicional. Las plantillas no escapan a la situación. Desde los tiempos de Arrate, cuando se tiró de chequera (18 fichajes de todo tipo con el dinero de las televisiones), hasta la austeridad de contrataciones y el aluvión presente de estrenos de la cantera ha pasado de todo: recovecos filosóficos (la cantera se amplía, de hecho, a La Rioja y Cantabria), fichajes de todo tipo, presidencialismo, altercados varios, ataques al compromiso de los futbolistas, ajustes de cuentas entre directivas entrantes y salientes y cálculos programados para las próximas elecciones.
La situación en el club es tan kafkiana que en la directiva actual (lo que queda tras la marcha urgente de Fernando Lamikiz y sus amigos), conviven una presidenta que no desvela cuándo convocará elecciones, ni si se presentará a las mismas con dos directivos que ya se sabe que concurrirán con otra candidatura en marcha, junto a otros directivos que sueñan con el día que abandonen Ibaigane. La intervención institucional es manifiesta. La presencia de la Diputación Foral de Vizcaya se antoja como un peaje inevitable para la construcción del nuevo campo, cuya conclusión se prevé para 2012.
Pero el equipo no carbura. Sus números son pavorosos: un punto de los últimos 12 disputados no anima a debatir sobre el nuevo estadio y no evita chistes de mal gusto que ya circulan por Bilbao y sus alrededores. Mané, el entrenador, dentro de la gravedad, lanza un mensaje de optimismo: "Creo que, al menos, hemos tocado fondo con tiempo suficiente". A su vez, los jugadores recurren a la obviedad. "Esto lo tenemos que sacar adelante nosotros", afirmaban casi a coro tras la derrota ante Osasuna. Que se sepa, tan sólo ellos pueden salir de la situación más grave de la historia de un club que siempre ha considerado el descenso como el problema de otros equipos.
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