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Tribuna:SANIDAD
Tribuna
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Hospitales de bajo coste

El autor argumenta que mientras la cuenta de resultados de los hospitales públicos se basa en la contención del gasto los nuevos centros privados buscan obtener beneficios

Las compañías aéreas de bajo coste (low cost) han irrumpido en los últimos años de manera espectacular, quebrando algunos principios de la competencia empresarial aeronáutica consagrados hasta el momento, al lograr establecer unos precios en los pasajes de sus vuelos que impiden la competencia a las compañías de bandera que habían monopolizado la aviación comercial desde sus orígenes.

Ante el fenómeno del bajo coste se han vertido dudas sobre la capacidad real de las líneas aéreas que configuran esa novedosa oferta y los riesgos asociados a la fórmula que permite esa propuesta de vuelos baratos. El descrédito de las aerolíneas de bajo coste se trata de argumentar sobre la base de presuntos riesgos que asumen esas compañías que ofertan viajes a precios verdaderamente irrisorios. Incluso se llega a especular con la seguridad de las naves, fruto de cuestionar si se someten a las pertinentes revisiones y multitud de suposiciones no demostradas hasta la fecha.

"Ambas tipologías de empresa [ compañías aéreas y hospitales de bajo coste ] tienen en sus manos la seguridad y la vida de los clientes"

Lo que subyace a que unas empresas puedan proponer unos precios más bajos que otras, de no descansar en principios de diferenciación, imagen, marca o cualesquiera otros activos intangibles que puedan explicar una competitividad mayor de unos negocios respecto a otros, es el ahorro en costes que es capaz de obtener una empresa respecto a la competencia. En ese sentido, con independencia de que se utilice de manera intensiva la capacidad de los aviones, tanto logrando cubrir todas las plazas, aunque suponga descuentos espectaculares de última hora, o que las naves realicen servicios de forma ininterrumpida durante toda la jornada, existe un ahorro en costes que proviene de abonar unos sueldos proporcionalmente inferiores a la competencia, aunque ello conlleva unos recursos humanos, a veces, menos experimentados; suprimir personal de tierra, subcontratando esas labores; reducir personal de cabina en los vuelos; no proporcionar ninguna clase de servicios en los viajes; anular los asientos de preferente; y un sin fin de restricciones que justifican unos costes inferiores.

Si una aerolínea de bajo coste logra armonizar la eficiencia, entendida como un amplio aprovechamiento de sus recursos, con la eficacia, que se traduce en alcanzar los objetivos prefijados, emerge la aparente exitosa empresa de bajo coste. Cuando no se consigue ese siempre difícil equilibrio, es el instante en el que afloran esperpentos como el recientemente provocado por Air Madrid.

Una línea aérea de bajo coste, a la postre, no es más que una idea empresarial que pretende irrumpir en un mercado consolidado, cambiando, si le es factible, las reglas de juego, de manera que obtenga beneficios desatendiendo parcelas que las compañías más acreditadas han ido afianzando a lo largo de su dilatada trayectoria empresarial. No se desprenda de lo anterior defensa alguna de posicionamientos de mercado insostenibles, amparados por consorcios escasamente familiarizados con la auténtica competencia, los cuales no han sabido adaptarse a los cambios experimentados por la demanda, cuyos gustos van variando fruto de la experiencia en el consumo, de las innovaciones tecnológicas aplicadas, de la creatividad y de la propia reinversión que reclama la actividad económica competitiva. Las empresas que no se han identificado con el entorno económico actual, caracterizado por el dinamismo, la complejidad y la keynesiana denuncia de la incertidumbre, se enfrentan a gravosas reorganizaciones de lo que antaño fueron emporios de referencia.

Esa idea de las compañías aéreas de bajo coste es perfectamente proyectable a lo que cabría acuñar de hospitales de bajo coste, definiendo por tales, esa proliferación de centros privados que han ido apareciendo en el mapa sanitario español, alumbrados al calor de una supuesta demanda de servicios sanitarios más personalizada o en respuesta a una sanidad pública supuestamente ineficiente.

Los hospitales de bajo coste basan su competitividad en la contención de costes, pues es sabido que la sanidad pública no persigue el beneficio, en el mejor de los casos la racionalidad en el gasto y dentro de lo posible aminorar sus sobrecargados déficits. Pero es que la sanidad pública no restringe sus gastos ni escatima en pruebas que contribuyan a los mejores diagnósticos, con lo cual la cuenta de resultados de un hospital público se mide hoy en la contención del gasto, mientras que el hospital de bajo coste precisa obtener beneficios o de lo contrario fenece por la propia inviabilidad de su concepción empresarial desde las pérdidas. Ello no debe ocultar que en los hospitales públicos sigue pendiente una decidida intervención que mejore la racionalidad en la gestión, ataje el derroche y propicie un sustancial cambio de rumbo en los criterios de dirección hospitalaria, lo cual podría reconducir la cuenta de resultados. Tarea que se antoja utópica y que reclama de un pacto nacional, pues individualmente y con la política sanitaria actual es más inabordable que la reforma de la función pública que podría plantear el profesor Alejandro Nieto.

En consecuencia, un hospital de bajo coste, que no representa a todos los hospitales privados, es un centro sanitario de propiedad privada que persigue el beneficio practicando la medicina, mas para obtener la pretendida rentabilidad, donde la medicina pública encuentra déficits, sólo puede incidir en una excelente gestión hospitalaria, que en caso de haberlo logrado debería ser formalizada y trasladada a la sanidad pública como ejemplo de benchmarking, de manera que ésta última aprenda a gestionar mejor sus instalaciones. En caso contrario, sería fruto de una contención en los gastos, que es lo que aproxima a los hospitales con las compañías aéreas de bajo coste.

Así pues, si en la aviación comercial se reducen gastos de personal, tanto en número de empleados como en el monto de los salarios abonados, se rotan más las naves y se eliminan los servicios no imprescindibles. En los hospitales de bajo coste ocurre otro tanto. Ambas tipologías de empresa tienen en sus manos la seguridad y la vida de sus clientes, lo que constituye lo más respetable para toda organización empresarial, más allá de lecturas confusas alrededor de la reputación empresarial o de la responsabilidad social corporativa; conceptos tan en boga como desconocidos.

Piénsese qué actuaciones se están recortando en un hospital de bajo coste que no realice el hospital público; qué sueldos se pagan; qué número de "profesionales" reales dispone y con qué dedicación; cómo está dotado el servicio de urgencias y con qué medios y experiencia de los recursos humanos allí destinados cuenta; cómo se gestiona el banco de sangre; qué practicas o pruebas se cuestionan y con qué frecuencia son repetidas; etcétera, etcétera. Parangonando a las compañías aéreas de bajo coste que pueden poner en peligro a sus pasajeros de no cuidar los requisitos de seguridad que se consideran imprescindibles dentro de la normativa de aviación civil, considérese que riesgos para la salud pueden experimentarse en hospitales de bajo coste que antepongan la rentabilidad empresarial a la atención hospitalaria de sus pacientes, los cuales pueden impacientarse, sobre todo si les ocurren hechos tan excepcionales como que les facturen en un hospital de bajo coste el certificado de defunción, si es este el resultado final de la estancia. Eso sí, el galeno de turno les expedirá el pertinente recibo, que no factura. Pasen y vean.

vmonfort@emp.uji.es

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