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Reportaje:

Hebreo gratuito para 'hacer israelíes'

Miles de inmigrantes judíos estudian gratis la renacida lengua bíblica, oficial en Israel

Naiara Galarraga Gortázar

Cuando en la película Borat el reportero enviado a EE UU desde Kazajstán parlotea en una lengua extraña, se supone que es kazajo, pero en realidad habla hebreo. Este guiño del actor Sacha Baron Cohen, judío británico, contribuyó al éxito del filme en Israel.

En este país de inmigrantes judíos, las autoridades hebreas consideran vital difundir el idioma. Ya no existen carteles que exhortan "Judío, ¡habla hebreo!" como a finales del siglo XIX y a principios del XX, pero cualquier judío que llegue para quedarse tiene derecho a cinco meses de clases intensivas, y gratuitas, de hebreo, y a 2.700 euros de subvención para cubrir los gastos básicos durante el primer año.

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El inmigrante va directamente del avión al ulpan. Así se llaman los peculiares centros de enseñanza de esta lengua semítica. "Esto no es [la academia de idiomas] Berlitz. Aquí, además, conectamos a la gente con sus orígenes, les enseñamos a ser parte de nosotros [del Estado judío]. Si les enseño un verbo, les puedo indicar exactamente dónde se usa en la Torá [las sagradas escrituras judías]", detalla Ofra Kotz, pedagoga jefa del ulpan Etzion, el primero, que fue fundado en Jerusalén en 1910. La tarea de convertir una lengua sagrada, y muerta, en el instrumento básico de comunicación en todos los ámbitos de la vida -desde la escuela hasta los mensajes de móvil- ha sido titánica. Y un éxito. Unos 27.000 alumnos estudian hoy en los 220 ulpan estatales. Más de 1,2 millones de personas -uno de cada cinco habitantes judíos de Israel- han pasado por sus aulas desde 1948, cuando se fundó el Estado.

Los argentinos Dina Seferadí, psicóloga de 30 años, Darío Reisfeld, consultor de mercadotecnia de 26, y el periodista uruguayo Adrián Singer, también 26, acaban de llegar. Sabían algo de hebreo moderno, aprendido en actividades de la comunidad judía en sus países natales, pero no lo suficiente para manejarse con soltura en su nueva patria. Una profesora estima que el 30% aterriza sin saber nada, el 20% lo habla pero requiere un refuerzo y la mayoría está entre lo uno y lo otro. Aprender la lengua a esa edad no parece un problema. Cuenta Anat Uzzan, directora del ulpan Etzion, que sus padres tenían unos 25 años cuando llegaron a Israel desde Marruecos. "Entre ellos hablan en francés, pero con los hijos, en hebreo. Y trabajan en hebreo con normalidad".

Los alumnos pasan cada mañana cinco horas en unas aulas que son como una ONU. El visitante se topa sin esfuerzo con dos franceses, un etíope, tres británicos, un canadiense, un estadounidense y una rusa que responden a las preguntas de su profesora. La enseñanza es muy práctica, adaptada a las necesidades del inmigrante.

De lo primero que aprenden es a rellenar los formularios del Ministerio del Interior para arreglar sus papeles -todo judío puede obtener la nacionalidad israelí- y al final del curso, a buscar piso o empleo en los anuncios por palabras. Además de situaciones cotidianas como ir al supermercado, tarea desesperante cuando uno desconoce el alfabeto, que no es latino, o ir al médico. Una de las ventajas es que el israelí de a pie, que suele apabullar por su rudeza, es comprensivo y paciente cuando alguien se esfuerza por expresarse en un hebreo rudimentario.

Para muchos recién llegados, el ulpan es su primer hogar en Israel, el lugar donde tejen su primera red social con otros que comienzan solos una nueva vida en un país que, a veces, jamás han pisado, cuenta la directora. Y con las clases, se incluye un baño de judaísmo. Se celebran muchas fiestas religiosas. El Purim, una especie de carnaval, cayó a finales de febrero. Fue la ocasión de disfrazarse y explicar, por si algún alumno lo desconocía o lo había olvidado, que conmemora la hazaña bíblica de Esther, esposa del rey persa Jerjes, que desbarató un plan para aniquilar a los judíos.

Eliezer Ben Yehuda (1858-1922) también es venerado. Cualquier ciudad israelí que se precie ha dedicado una calle a este bielorruso, clave para que el hebreo saliera de las sinagogas a la calle. Inmigró a la Palestina otomana empeñado en usar sólo el hebreo para comunicarse con cualquier judío que se topara, y logró que su primogénito, Itamar, fuera el primer niño criado en la lengua de la Torá. Entre 1900, cuando nadie lo hablaba, y 2006, cuando Borat lo paseó por las pantallas internacionales, el hebreo incluso ha logrado un Nobel de Literatura. Fue en 1966 de la mano de Samuel Y. Agnon.

Dina Seferadí, Darío Reisfeld y Adrián Singer (derecha), durante su clase de hebreo en Jerusalén.
Dina Seferadí, Darío Reisfeld y Adrián Singer (derecha), durante su clase de hebreo en Jerusalén.NAIARA GALARRAGA

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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